sábado, 30 de agosto de 2008

U.S.MARSHALS (STUART BAIRD - 1998)


Lo de segundas partes nunca fueron buenas es un dicho castellano que, aún exagerando la nota (recuérdese sino El Padrino II), por lo general, acierta. Y U.S. Marshals, como El Fugitivo II tiene poco de bueno. Un Tommy Lee Jones siempre profesional y algunas secuencias como las iniciales en el interior del avión. Del resto lo mejor que podemos decir es que resulta entretenido, aunque hayamos visto las mismas cosas infinidad de veces. Snipes no es Harrison Ford. Eso es evidente. Pero aunque lo fuese, a mi parecer la película no hubiese cuajado. Creo que al público ya le va apeteciendo ver al fugitivo llevando una vida hogareña y tranquila, que el pobre ya ha pasado lo suyo y nosotros viéndolo desde aquellos tiempos de las teles en blanco y negro. Con David Janssen como el doctor Kimble y Barry Morse como El teniente Gerard...” Ta ta ta chán“. ¿Y ahora Wesley Snipes? No. Please. Que la cosa empieza a resultar demasié.
 
¿Qué no les cuento nada de U.S.Marhals? Pe
ro si no hace falta. Si vieron El fugitivo pues pongan de su cosecha algunas persecuciones más, un toquecito oriental para dar ambiente y la buena chica de turno. Ya está. Y a otra cosa, mariposa.


miércoles, 27 de agosto de 2008

EL JARDIN DE ALÁ (RICHARD BOLESLAWSKY -1936)



Tras la era Von Sternberg con su inolvidable Ángel Azul, Marlene Dietrich encara una segunda etapa profesional con un prestigio que la llevará a trabajar para directores tales como Lubitsch, Clair, Fritz Lang, Billy Wilder ó el mismísimo Hitchcock. Pero esta película, El Jardín de Alá, cabría calificarla, siendo generoso, como una obra de transición en su carrera y sin generosidades como un borrón infumable.

Pero la culpa
no es de nuestra querida Marlene. No. No se confundan. Todo lo contrario, Repito lo que ya dije en mi crítica a “Marruecos” : “Marlene Dietrich convierte una película más en una película diferente, atípica y atópica ” Y esta es la situación, El Jardín de Alá es una película más. Melodramón lacrimógeno donde los haya que hay que ver, obligatoriamente, si se pretenden iniciar ejercicios espirituales y de meditación trascendental. No duden que contaba y cuenta con el visto bueno Papal y con las bendiciones de la Santa Madre Iglesia. Pero Marlene, ¡Ay, Marlene! Consigue que la película se supere a si misma y siga siendo mala, pero eso sí, mejor que antes.

Reconozcamos las excelencias de una fotografía en color (aunque desencante saber que las arenas del jardín paradisíaco fueron loc
alizadas en Buttercup Valley en el desierto de Arizona) y aplaudamos la concesión del Oscar en esta especialidad y apurando mucho, podemos llegar a valorar el trabajo de Charles Boyer, Basil Rathbone, Aubrey Smith y la presencia siempre apreciada de John Carradine (adivino de la arena).


Y por encima de todo, la belleza, el glamour y ese toque de distinción que confieren la presencia de Marlene Dietrich. Pero ni por esas. La cosa huele a rancio. Ó a kitsch si lo prefieren. Para olvidar.


martes, 26 de agosto de 2008

A PROPOSITO DE GREGORY

Por lo general, no resulta positivo para la carrera de un actor la identificación absoluta, a los ojos del público, con su personaje. Álvaro de Luna siempre será aquel entrañable “Algarrobo” y lo mismo puede decirse de Sancho Gracia como “Curro Jiménez”.
Esta especie de “san benito” figurado suele acompañarles a lo largo de su carrera limitando de algún modo sus trabajos. La razón de este encasillamiento debemos buscarla en el terreno de los fenómenos mediáticos de largo alcance, léase TV ó en el caso del cine español, lo que se conoció como “landismo”.


Y hablando de landismo, el cambio de “look” de Alfredo Landa de la mano mágica de José Luis Garci en El crack es de medalla olímpica como también lo es la conmoción sin precedentes que se produjo en la carrera de aquel desgarbado con cara de pánfilo que se llamaba y se llamará siempre en nuestros recuerdos Fernando Fernán Gómez. Eso si que es transición sin rupturas y no otras. Esa si que es la demostración fehaciente de que los encasillamientos pueden romperse, superarse y dejarse atrás.





No obstante, las asociaciones son inevitables. A Charlton Heston lo asociaremos siempre con Ben-Hur, Buster Keaton será siempre nuestro maquinista de La General y Bogart, después de tantas y tantas interpretaciones no dejará de ser Rick. Y eso marca. Claramente. De tal manera que nuestro subconsciente (¿ó es el consciente?) no acepta los Bogart pérfidos ni los Keaton aburridos ni los Heston sin principios. La vida de un actor se condiciona por ello. Le pone limitaciones como si fuesen puertas al campo de sus posibilidades escénicas. ¿La recompensa a su “inmovilidad” (con muchas comillas)?: El favor de los incondicionales. ¿El premio a la osadía?: “Chi lo sà”, un albur, un tiro al azar...

Todo este comentario se me ha ocurrido después de visionar la película de Robert Mulligam, Matar a un ruiseñor, con Gregory Peck, eterno capitán Ahab en obstinada búsqueda de Moby Dick.




La película de Huston supuso un hito en la carrera de Peck, algo así como un círculo realzando un título imprescindible de su filmografía. Pero Gregory Peck tiene la casta de los campeones y su inconfundible imagen también permanecerá en nuestras retinas asociada a la integridad humana y profesional de Atticus, el inquebrantable abogado defensor de un hombre de color en uno de los feudos por excelencia del racismo y la xenofobia en los años 60, el sur de los EEUU.


LAS DOS SEÑORAS CARROLL (PETER GODFREY - 1947)


Tener a dos de las figuras señeras del cine clásico como son Barbara Stanwyck y Humphrey Bogart frente a frente, no es cosa fácil de ver. La gran dama de la pantalla junto al actor que hizo de su apellido un estilo, el de duro de vuelta de todo y "sensible" a las buenas causas. Claro que, aquí la cosa toma otros derroteros mucho más retorcidos y Humph no es el Rick de Casablanca ni siquiera Mantee, aquel gangster con corazón de El bosque petrificado, por citar dos interpretaciones alejadas en cuanto a las formas pero similares en lo que a sentido y sensibilidad se refiere. Aquí, "sui géneris" Bogart va de malo, malo y eso resulta chocante pero aún así le cogemos cariño e incluso confiamos en su postrera redención, la cual, exigencias del guión, no se produce.

Dos interpretes de esa talla necesitaban una buena película. Y Las dos señoras Carroll lo es. Buena. Incluso excelente por momentos. Pero acaba fallando. Vestir las maldades de locura requiere ciertas habilidades psicológicas que no todos los directores poseen. Intentar emular a Hitchcock está al alcance de muchos pero alcanzar la suela de su zapato es otro cantar. Y aquí Peter Godfrey recrea a la perfección la atmósfera siniestra de suntuosos edifícios palaciégos en noches de tormenta, con escaleras de caracol y cuadros estilo Rebeca en las paredes. Con una música absolutamente apropiada a la Sospecha latente como telón de fondo. Y en conjunto, conformando una obra fundamental para entender ese subgénero del suspense llamado gótico femenino. Pero claro, cuando la cosa deriva a la Psicosis pura y dura, como el orondo británico no hay otro. Y eso se nota y le pasa factura al film.

De cualquier manera, los pros de la película superan a los contras y su visionado es muy recomendable especialmente para aquellos que como yo, admiramos a estos dos fueras de serie del cine de siempre.


martes, 12 de agosto de 2008

LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA (WILLIAM WYLER - 1946)



Breve sinopsis:

El regreso de tres combatientes de la II World War a su localidad de origen los enfrentará con la dura realidad de una sociedad en crisis y les obligará a una adaptación psíquica y, en algunos casos, física. Su amistad les permitirá superar muchos obstáculos.


¿Quieren conocer la teoría de la relatividad? ¿Un ejemplo practico? ¿Parecer insensibles al paso inexorable del tiempo? ¿Qué 170 minutos no parezcan nada? : Vean Los mejores años de nuestra vida de William Wyler. Da igual que la vean ahora por primera vez como que la vuelvan a ver después de una temporada. Da lo mismo. Les volverá a seducir. Se olvidarán de los relojes, de las prisas y si no andan con cuidado se olvidarán de recoger a los niños del cole u otros compromisos similares. Es la capacidad hipnótica de una historia absolutamente magistral que, llevada al cine, confiere a éste, la categoría de ARTE, con mayúsculas.

7 Oscars mas 1 honorario, a Harold Russell por “dar esperanza a sus compañeros veteranos“, absolutamente merecidos, son los poderes de esta película dirigida por uno de los directores cuyas películas han sido más laureadas, incluyendo el Oscar a la mejor dirección por La señora Miniver y por Los mejores años de nuestra vida e infinidad de estatuillas más. Recordemos Ben Hur , La Heredera, Vacaciones en Roma , El Forastero, etc. Todas premiadas en alguna categoría.

Para algunos críticos, Los mejores años de nuestra vida es la única película de la historia que justifica plenamente las 8 estatuillas. No voy a contradecir esta afirmación porque este tipo de argumentaciones siempre resulta discutible, pero, es cierto, que el film es magistral en todos los sentidos, e incluso no hubiese sorprendido un reconocimiento a la fotografía de Gregg Toland, donde todo esta en su sitio justo y preciso para cautivar la mirada del espectador y emocionarla, como tampoco hubiese extrañado un premio superior para Mirna Loy en una interpretación sublime tanto en la faceta de esposa cómplice y resignada y de madre confidente.

Una temática real, cruda y difícil pero planteada desde ópticas optimistas de quien cree en la capacidad de un pueblo para superarse a sí mismo en los momentos críticos de su historia. Un drama de supervivencia pura y dura pero apuntalada desde las sonrisas de la esperanza. Un guión, donde no sólo se vive el drama físico y social de los excombatientes sino donde se intuyen igualmente las crisis personales, familiares, económicas y sobre todo morales de los que se quedaron... Un guión que acaba apostando por el entendimiento entre unos y otros.









jueves, 7 de agosto de 2008

HURACAN SOBRE LA ISLA (JOHN FORD - 1937)






Breve sinopsis:

La idílica vida en los Mares del Sur se ve alterada por el injusto encierro en prisión de un navegante nativo. Los conceptos de ley y deber del gobernador de la isla crean una atmósfera de tensión que culm
inará con la llegada de un arrasador huracán.

Película sorpresa (para mi) que me es muy grato poder recomendar a todos los amantes del cine en general. Es cierto que se rodó en los años 30 donde los efectos especiales eran cosa de artesanos que previamente, cual Potter en formación, debían haber pasado por una escuela de brujería tipo Hogwarts, y que si hacer películas “normales” ya era difícil y costoso, rodar producciones innovadoras y atrevidas era una ruinosa locura.


Pero nadie contó con un productor como el famosísimo Samuel Goldwyn, con un director como Ford, un guionista como Dudley Nichols, un genio de los efectos como James Basevi quien en 1936 ya rodó el famoso terremoto en “San Francisco“, con un director asociado como Stuart Heisler (según Ford la verdadera fuerza conductora de todo el proyecto). ¿El resultado?: Para muchos críticos, la película pionera de aquellas producciones catastrofistas de los 70, tipo Terremoto ó El coloso en llamas, con una calidad insuperable para la época por lo que a FX-Efectos climatológicos y naturales se refiere, aunque a mi parecer, un poquito de color le hubiese venido de perlas a esos mares del Sur cuya belleza presumimos mas que constatamos.



Pero salvando las inevitables distancias técnicas entre películas de los 30 y de los 70, Hurricane es mucho más que una producción catastrofista y, en este sentido, supera a las más modernas antes citadas.Aquí hay una historia plenamente interesante, de injusticias e impiedades, de amores y de convivencias entre pueblos. Y esa historia, por si sola, sin aderezos trágicos, ya resultaba cautivante. El huracán es la guinda a un hermoso pastel de uno de los chefs de pastelería por excelencia como John Ford y con unos ingredientes de primerísima categoría. La interpretación de Thomas Mitchell es algo para recordar y enmarcar. Pero, el resto de actores dan la talla absolutamente. Vean sinó a Raymond Massey en el papel de gobernador de la isla. La música de Alfred Newman acompaña a la perfección y la batuta fordiana es el toque final de una obra semidesconocida pero magistral.

Aquellos films de los 70 eran supervivencia, pura y dura, resistencia a unos elementos exageradamente adversos. La vida, algo que, como el valor, se suponía. En Huracán sobre la isla, la vida no se supone, la vida existe y se palpa, la contemplamos, con sus alegrías y sus injusticias, con sus despedidas y sus regresos. De alguna forma el huracán, aún destrozándolo todo a su paso, viene a poner las cosas en su sitio. Viene a devolver la cordura en forma de troncos que el mar arrastra solitarios después del desastre.




EL OTRO AMOR (ANDRE DE TOTH - 1947)


Breve sinopsis:

Una afamada pianista aquejada de tuberculosis ingresa en un sanatorio alpino. Allí deberá optar entre recuperar la salud al amparo de un amor tranquilo ó vivir otro amor agotador y pleno de derroches.

No es la primera vez que confieso mi “enamoramiento” por esa gran señora de la pantalla que fue Bárbara Stanwyck. Bien cierto es que hay películas como Perdición que te impactan más pero, en cualquier caso, allá donde ella actúa deja su impronta. Y este es el caso de El otro amor, melodrama basado en una obra de Erich Marie Remarqué, con dirección de André de Toth y música de Miklós Rózsa, tres elementos que parecen suficientes para conseguir el aplauso del público y sin embargo, es ella, nuestra Bárbara, la que, con la magistral interpretación de una famosísima pianista aquejada de tuberculosis, confiere un valor a la película del que, probablemente, hubiese carecido con cualquier otra actriz.


Porque, no nos engañemos, David Niven, es buen actor pero demasiado británico para mi gusto y por ello, más frío que el paisaje alpino donde se ubica el sanatorio que dirige en la ficción. Y similar cabe decir de Richard Conte ó de Gilbert Roland, que aunque están bien y creíbles en sus roles, no dan “puntos” a la película. Pero Bárbara, sí. Su actuación es sobresaliente y dentro de esa línea de suma profesionalidad y buen hacer al que nos ha acostumbrado.

No quiero desmerecer a André de Toth, director atrevido del que ya comenté algo en Los crímenes en el museo de cera y del que también había visto Furia del Trópico con Richard Widmark. De las tres películas y analizando únicamente su faceta de realizador, me quedo con este trabajo donde la música de Rózsa es todo un lujo. Pero al final, lo que queda en nuestras retinas es ella y sólo ella.


lunes, 4 de agosto de 2008

CAMINO DE ODIO (ARTHUR RIPLEY- 1958)




Breve sinopsis:

Película sobre las destilerías ilegales, el contrabando de whisky y la mafia que quiere sacar tajada del negocio, mientras la policia del Departamento de Impuestos estrecha el cerco sobre los transportistas.

Dennis Schwartz en Ozu´s World califica esta película como “ the ultimate road movie”, y tengo a Dennis como toda una autoridad en esto del cine pero, aunque la carretera es, sin duda, un elemento básico del film no creo que se trate de una “road movie”. Yo no diría tanto. Para mí, las “road movie” incorporan un cierto estilo de vida-carretera y aquí el estilo es el de fuera de la ley, aunque los presuntos ilegales nos parezcan buena gente y les cojamos cariño.

En lo que sí estoy plenamente de acuerdo con la crítica de Schwartz es en lo de película de culto. Claro que, esto de las películas de culto es la resultante de una serie de conjunciones astrales y no suele entrar, por lo general entre los objetivos de su director. Y como conjunción astral cabe calificar el hecho de que el “boss” Springfield se inspirase en un poster-anuncio de la película para componer su éxito Thunder road. No menos estelar, la oferta a Elvis Presley para que interpretase el papel que luego fue para el hijo de Mitchum y que no llegó a concretarse por que sus representantes se subieron a la parra, económicamente hablando. Y, además, el hecho de que el propio Robert Mitchum figurase en los títulos de crédito en distintos apartados ¡incluso componiendo la letra de la canción! Pues ayuda a lo de la cult-movie. Y para remate, su propio hijo es su propio hermano, con su evidentísimo parecido.

De culto si, pero descafeinada, porque generalmente las llamadas películas de culto suscitan posturas enconadas, pasiones y odios extremos. Nada de términos medios. Aquí la cosa no llega a tanto. La peli está pasable y se deja ver, sobre todo porque Mitchum es mucho Mitchum y saca a flote muchísimos guiones que sin él se hundirían en las simas abisales de la mediocridad.


Entretenida sin más. Su director no pasará a la historia por ella.