martes, 30 de marzo de 2010

THE THIRD SECRET (CHARLES CRICHTON - 1964)



Estamos ante un director al que probablemente habremos encasillado dentro del género de la comedia inglesa. Sus trabajos para la Ealing Studios con la muy recomendable Oro en Barras entre ellos así como aquel pez cinematográfico llamado Wanda avalarían tal calificación. Sin embargo donde hay talento es fácil que germinen flores de otras categorías incluso esas flores invernales grisáceas y tristes a priori apropiadas para paisajes tipo London donde la depresión parece convertirse en inseparable compañera de caminos.

El tercer secreto es una película donde el humor digamos que anda desaparecido en combate. Desde la primera secuencia la única entidad que parece no estar para nada de vacaciones es la muerte. La muerte, no de un viajante, sino de un psiquiatra y por suicidio aparente pone patas arriba todos los conceptos que se presuponen en un restaurador de enfermedades mentales. ¿Habrá algo más contradictorio que el suicidio de un psicoanalista?. Ese es el intríngulis del film, su nudo gordiano, ¿Suicidio o asesinato? Y en el supuesto de que la segunda de las opciones sea la buena ¿Quién?

La lista de sospechosos se confecciona rápido. Los desequilibrados pacientes tienen todos los números de la rifa. Hasta el periodista el investigador ( se podrá observar que ya en los 60 se trabajaba en periodismo de investigación) fue cliente habitual del experto en neuras, por lo que tampoco cabe descartarle así de buenas a primeras del conjunto de nominados, máxime si, como es notoriamente conocido, en los locos es muy frecuente no saber lo que se hacen. Evidentemente para conocer la solución al acertijo habrá que ver la película.

Sepan que es una buena película en la que sobresalen, como no podía ser de otro modo, las actuaciones de sus protagonistas, Stephen Boyd, Pamela Franklin y Diane Cilento, entre otros. Dar vida a personajes con problemas mentales no es fácil y hacerlo de forma tan realista y creíble como es el caso, muchísimo menos. Ellos lo consiguen ayudados por una magnífica fotografía de Douglas Slocombe y una adecuada banda sonora de Richard Arnell capaz de transmitir a los espectadores estados anímicos y desequilibrios mentales.

Podría ponerse un pero al film y es la excesivamente, a mi juicio, detallada explicación de las diferencias entre enfermos neuróticos y enfermos psicóticos así como sus distintos grados. Es cierto que se revela esencial en el film pero creo que la generalidad de espectadores puede tener los conceptos básicos para poder seguir la trama del asunto sin mayores obstáculos.

Dando un repaso a la filmografía de Crichton vemos que, como no podía ser de otro modo, lo del encasillamiento no era su problema sino el nuestro. Películas con títulos tales como Corazón dividido y Oleadas de terror no presagian carcajadas a go-gó precisamente. Habrá que revisarlas.



viernes, 26 de marzo de 2010

NIAGARA (HENRY HATHAWAY - 1953)


Con esta película de Hathaway las cataratas del Niágara superan su auténtica prueba de fuego al resistir, con dificultades eso sí, las comparaciones con otra de las maravillas del mundo cinematográfico: Marilyn Monroe.



Y es que Marilyns hay muchas, incautas, femeninas, sugerentes, atrevidas, graciosas y hasta guerreras, pero la Marilyn de Niágara es la mujer en plenitud, la que se sabe bella y le gusta que los demás la contemplen, la de los labios rojos y reventones, la de los vestidos apretados, la de las curvas incontenibles, la del bamboleo viajando sobre tacones, la de las sabanas mimosin acariciando su cuerpo desnudo… Como dice Joseph Cotten su marido en la ficción “la de los grandes escotes que enseñan hasta las piernas”. Esa es la Marilyn de Niágara. ¿El resto de la película? Bueno, sí, no sabe no contesta. Esperen que recuerde…


Bromas aparte, Henry Hathaway sabe dirigir con pulso firme un film donde dos estrellas rivalizan por captar la mirada del espectador. Marylin y las cataratas son las dos stars de un film que hubiese podido ser filmado por el mismísimo Hitchcock y que tiene todos los ingredientes del cine del mago del suspense, aunque don Alfredo dotaba a sus películas de un elemento diferencial y sorpresivo que tal vez aquí se eche de menos. Ciertamente la trama y el desenlace resultan algo predecibles y eso mengua la nota. Estamos ante un notable film de intriga y suspense pero sin esa magia con la que el orondo inglés vestía su cine.

Con tales stars, la fotografía resulta lo mejor de la película. Los susurros cantarines de la diva están bien pero el film no es especialmente identificable por su banda sonora. Por lo que hace a la actuación de Cotten quiero calificarla de excelente en un personaje con evidentes desequilibrios mentales y un tanto poco pollo para el mucho arroz de Marilyn. Interesante también el papel de Jean Peters, actriz que también luce un palmito destacable entre tan dura competencia. La escena de la fotografía en bañador, de perfil y tomando aire, todo un lujo para la vista, aunque olvidarse de sus dotes artísticas sería imperdonable.

Resumiendo, Niágara es una película de visión obligada. Todo invita a ello. Y es además una buena forma de hacer turismo, algo más económica y con muy buena compañía. Eso sí, procuren llenar bien los depósitos de combustible.




miércoles, 24 de marzo de 2010

LOS HIJOS DEL CAPITÁN GRANT (ROBERT STEVENSON - 1962)






Robert Stevenson tiene en su palmarés obras tan notorias como Mary Poppins o La bruja novata. Sus incursiones en el terreno de la cinematografía infantil y juvenil no han sido aisladas sino muy habituales y viendo películas como esta de Los hijos del Capitán Grant se acierta a adivinar porqué. La infancia es el tiempo donde la magia, la ilusión y los sueños se mueven como peces en el agua y Stevenson ofrece ilusión a raudales, la misma ilusión que antaño ofrecían aquellos libros de la colección Historias donde la mezcla de viñetas y literatura nos llevó a mas de uno a cruzar el mundo en globo, en submarino o en buque naviero.

Y en medio de todo esto, Julio Verne y la factoría Disney, condenados a entenderse aunque entre aquellas 20.000 leguas de viaje submarino y esta Los hijos del Capitán Grant pasaran 8 años. Pura anécdota, pues no hay mejor escaparate para la obra de un maravilloso visionario como Verne que las películas alentadas por el espíritu de Walt Disney.

Seguramente, aquellos lectores que se acerquen a leer este comentario lo hagan desde el recuerdo de aquellos años donde el ordenador no le había arrebatado su lugar al libro, el flexo y la mesita de noche. E igualmente cierto que la historia que imaginó y plasmó Verne será conocida para ellos. Por ello no me detendré en este punto. Baste saber que estamos ante una aventura plenamente familiar de hijos atravesando una buena parte del globo terráqueo en busca de su padre desaparecido (presunto) en un naufragio. La historia de Marco de los Apeninos a los Andes sin mono y algo menos lacrimógena. Ustedes me entienden.

Para aquellos que leímos la historia con las ingenuidades propias de la edad desandar estos años supone un gran riesgo. El de que aquellos imperecederos recuerdos se vuelvan desencantos. Stevenson consigue que esto no suceda. La espectacularidad de algunas de sus escenas ( terremotos, aludes, inundaciones) consigue que eso que podríamos llamar el espíritu del embozo y el flexo no se pierda. Por su parte la presencia de Hayley Mills y Maurice Chevalier consiguen dar fisonomía a nuestros recuerdos sin demasiados saltos traumáticos.

Es cierto que no somos los mismos pero durante 100 minutos nos lo llegamos a creer.



miércoles, 17 de marzo de 2010

EL DETECTIVE (GORDON DOUGLAS - 1968)


Quizás no sea preciso calificar a Gordon Douglas como orfebre del cine. La palabra orfebre tiene connotaciones de fina artesanía, algo así como efectuar puntillosas labores de ganchillo, confeccionar trajes de lagarterana o dedicarse al repujado fino. Para tanto no. Pero no se le puede negar su carácter de trabajador incansable y de pianista capaz de tocar todas las teclas con una calidad media muy superior a una gran mayoría de cineastas. Para acortar definiciones podemos calificarlo como “hombre de cine”. Sus Río Conchos, La humanidad en peligro o esta El detective son excepcionales películas de géneros diversos, en las que Douglas obtiene un notable alto por su profesionalidad y buen hacer.

Aunque debo reconocer que habiendo visto previamente la secuela La mujer de cemento, El detective se presentaba a priori con escasas garantías. La mujer de cemento es un pedrusco en todo lo alto y tan solo las carnes al sol de una Raquel Welch en su línea interpretativa “más valen curvas conocidas que neuronas por conocer” daban algo de alegría a la cosa. Pero no. El detective es una película soberbia y además digna hija de un tiempo en que la corrupción policial y las fobias declaradas a la homosexualidad eran corrientes. Gordon Douglas afronta con valentía estos temas e incluso va mas lejos, hincándole el diente de la crítica a la corrupción urbanística, a los métodos policiales y no contento con todo ello, hasta a los conflictos matrimoniales fruto de ese combinado tan letal como son las desatenciones masculinas mezcladas con incontinencias uterinas.

El detective es todo eso y algo más. Combina en proporciones exactas una trama policial absolutamente clara y meridiana, lo cual se agradece, con el conflicto humano de un sargento de policía (Frank Sinatra) presionado por su propia historia, antecedentes familiares y especialmente por unas jefaturas mas preocupadas por evitar críticas que por resolver justamente los casos criminales. Todo ello enmarcado en una trama que pareciendo atada y bien atada vuelve a mostrar sus flecos deshilachados, para la mucha pena y poca gloria de un hombre con principios en una sociedad sin ellos.

El detective es un film con muchas lecturas. Yo tan solo me he aventurado con estas palabras por algunas de ellas. Seguro que ustedes encuentran muchas más. De eso se trata.

sábado, 13 de marzo de 2010

LA GRAN JUERGA (GERARD OURY - 1966)




Los caminos del humor son infinitos. O casi. Reconozco que el elegido por Louis de Funes a base de gesticulaciones contorsionadas no figura entre los santos de mi devoción pero aún así consigue movilizar mis músculos risorios más allá de la simple y condescendiente sonrisa, lo cual significa mucho especialmente si tenemos en cuenta la soledad del espectador de fondo y platea frente al televisor.

Claro que, estamos hablando de La gran juerga, película de Gerard Oury que detentó, con más de 17 millones de espectadores, el récord de taquilla del cine francés durante muchos años, primer puesto del que no fue desbancada hasta 2008 con el film de Dany Boon "Bienvenidos al Norte" (Bienvenue chez les Ch'tis) y que cuenta con una pareja mítica del cine cómico galo, el tandem Bourbil-Funes, el primero algo más versátil, con incursiones en el polar francés (Le cercle rouge, Jean Pierre Melville - 1970) mientras que Funes ha venido arrastrando con honor su pasado en la gendarmería de Saint Tropez así como su concierto de maletas a la carrera. Gesto y figura hasta la sepultura don Louis.

Pero hay que ser justo, o al menos intentarlo. Y Funes con sus funcionales tics y sus manías (personajes por lo general gruñones) no deja de ser un auténtico profesional que, en su rol de director de orquesta, se permitió el lujazo de dirigir por si mismo La marcha húngara, extraída de La condenación de Fausto, de Héctor Berlioz, para sorpresa de los músicos del Palais Garnier, sede de la Ópera Nacional de París.

Las peripecias de tres aviadores británicos abatidos a cañonazos sobre el cielo de París son el punto de arranque de una comedia interesante sobre la ocupación alemana de la ciudad de la luz y de la totalidad del país vecino. Una comedia que, curiosamente, fue la primera sobre el tema de la segunda guerra mundial que se estrenó en Alemania y que, siguiendo con las curiosidades, cuenta con el hijo de Michelle Morgan, compañera de Oury, en el papel de McIntosh y la participación como guionista de la hija de Oury, Danièle Thompson, quien se convertirá en habitual en los films de su padre.

Si a todo ello le añadimos a Claude Renoir en la fotografía, Georges Auric en la batuta musical, y al británico de pura cepa Terry-Thomas, perfecto complemento de la pareja Bourvil-Funes, tenemos mas de dos horas de actividad para esos músculos faciales de la risa tan dejados de la mano de Dios últimamente.



miércoles, 10 de marzo de 2010

SUDAN (JOHN RAWLINGS - 1945)


Estamos ante la sexta y última, digamos entrega, de una especie de saga exótico-escapista protagonizada por Maria Montez, Sabu y Jon Hall. La Universal, como buena productora daba al público lo que este demandaba y en aquellos problemáticos tiempos de guerra, las películas de aventuras exóticas con divas en vaporosos y traslúcidos vestidos se veían y vendían bien y acababan resultando rentables especialmente cuando en los presupuestos no se tiraba la casa por la ventana. No se trataba de grandes superproducciones tipo Tierra de Faraones sino de trabajos muchísimo más modestos pero efectivos en taquilla.

Vistas las cosas de esta manera es fácil sentirse condescendiente e incluso pensar que de haber vivido aquellos tiempos, seguramente hubiésemos hecho cola ante las taquillas para ver al "ciclón caribeño" Maria Montez, dominicana de nacimiento e hija de un diplomático español, cuyo exotismo era muy del agrado del público USA.. Títulos plenos de sugerencias como La reina de cobra, Las mil y una noches, Ali Baba y los cuarenta ladrones o esta Sudán no engañan a nadie sobre el tipo de cine que nos vamos a encontrar. Un cine que, como alfombra mágica, traslade al espectador hasta un paisaje completamente opuesto al de sus rutinas diarias. Un cine nacido para entretener. Evidentemente, la calidad es otra cosa y va por otro lado.

Sudán es, en el fondo, una historia más de aquellas que contaba Sherezade para entretener al peligroso sultán. Una princesa, dos ladrones, un visir traidor y un rebelde defensor de causas nobles, son los cuatro palos de una baraja con la que se juega, no al poker ni al chinchón, sino al juego de la vida, ese eterno juego donde, especialmente en el género de aventuras mandan espadas, aunque no son desdeñables ni las copas ni los bastos ni por supuestísimo los oros, todos ellos abundantes. Y claro, todo ello bien regado con una historia de amor que no puede ni debe faltar so pena de quiebra para la productora.

Con todos estos antecedentes y siguiendo mi tónica habitual de no contar demasiados detalles de la película sino de hacerles partícipes de mis impresiones post visionado, les digo que los años no pasan en balde y este tipo de cine nacido en una época concreta para satisfacer unas demandas concretas se pasea con mas penas que glorias en este siglo XXI donde la crisis y sus secuelas hacen que los espectadores actuales también busquen sus vías de escape, aunque avatares del destino, lo hagan por caminos cinematográficamente distintos.



sábado, 6 de marzo de 2010

LA VIE PARISIENNE (ROBERT SIODMAK - 1936)


Asociar a Robert Siodmak, uno de los maestros del cine negro, con el musical, la comedia bufa y la opereta, resulta, en principio, sorprendente. Luego, nos repetiremos a nosotros mismos aquello de que Roma no se hizo en un día y que hasta los directores más afamados llegaron a donde están a través de un largo y tortuoso camino (Beatles dixit).

Bien, pues sin bajar a Siodmak de su pedestal, donde se mueve como pez en el agua, he de decir que "La vie parisienne" es un trabajo muy profesional de un alemán que tal como estaba el patio allá por el Rhin se marchó a tomar las aguas del Sena y probablemente, según cuentan las crónicas, sin papeles, se dedicó a lo que le gustaba y sabía hacer, cine.

Y eso que Siodmak no era demasiado amante de operetas cinematográficas. Pero claro, viniendo de otro alemán, Offenbach, la cosa no resulta tan chocante. Lo que si resulta curioso es esta visión internacional y generalizada, que la película alienta, de París como el centro del mundo lúdico mundial. ¡Viva la diversión! ¡Vive le can-can! ¡Vive l,amour! ¡Vive le femme!. Visión que por cierto, en este lado de los Pirineos siempre ha estado ahí sin mucha necesidad de ser alentada. Los viajes a Perpignan y El último tango en París no surgieron de la nada. Estaban ahí en la conciencia de un país, España, que al igual que otros, pero más por nuestras extremas y seculares carencias, veían en París "la reine du monde, Paris c,est une blonde" que diría Chevalier.

Moi, Father, me confieso. Me gustó la peli. Me reí con un actor llamado Max Dearly en su papel de D. Ramiro Mendoza, abuelete millonario con mas marcha que un regimiento. Me gustaron esas picardías del can-can y las medias de seda negra. La comedia me resultó tan increíble como encantadora. Conchita Montenegro me dejó con ganas de volverla a ver. Y es que hasta el blanco y negro parecía sentarle bien. Igual de bien que una versión original en francés subtitulada, porque el verbo, la palabra, la expresión y el énfasis del tal Ramiro (Max Dearly) bien valen, como París, una misa.

¿El argumento?: Paris, toujour Paris....Et l,amour.


viernes, 5 de marzo de 2010

LA DAMA DEL LAGO (ROBERT MONTGOMERY - 1947)






La dama del lago es una interesante novela de Chandler y un extraño trabajo de Robert Montgomery. Por supuestísimo, serie B, que el presupuesto no daba ni para hacer una toma del lago ni de dama alguna bañándose, tomando el sol o en traje de criar malvas.

Lo de extraño trabajo lo digo por la forma poco convencional de rodar el film. Por si no lo han visto me explicaré lo más claro que pueda. Imagínense ustedes a Bogart, Mitchum, Gardner o el tal Montgomery, interpretes habituales del tal Phillip Marlowe, con una cámara en el lugar que, habitualmente, suele ocupar la cabeza. Los espectadores que, mientras no se invente nada nuevo, estamos al otro lado de la cámara, tenemos la sensación de ser mirados fijamente, lo cual, salvo que sea la rubia secretaria de buen ver, resulta bastante incómodo y produce cierto desasosiego. Menos mal que aún no se había inventado el 3D porque el susodicho Marlowe, es decir nosotros, recibe algún que otro regalo color ojo a la funerala.

Mejor no dar ideas a los Cameron de turno, salvo que nos gusten las emociones fuertes. Mejor seguir en nuestro rol de voyeur privilegiado en nuestro sillón y marcar los tiempos con nuestro mando a distancia sin riesgo alguno. Una vez y no más, santo Tomás. Espero no toparme con experiencias paranormales de este tipo, que uno es una persona muy normalita y asiduo impenitente de los convencionalismos. No se le vaya a ocurrir al Marlowe de turno tirarse desde la terraza del Empire State.

Como curiosidad, pase. Frivolités de éstas, las justas, please Mr. Montgomery. Ya sabemos que es usted un tipo original. Probablemente hasta divertido. Pero, esos señores, ahí quietos, mirándome fijamente…

¿Es que tengo monos en la cara…?





lunes, 1 de marzo de 2010

EL LIMPIABOTAS (VITTORIO DE SICA - 1946)


Del mismo modo que me sucedió con Milagro en Milán trato de buscar adjetivos para este neorrealismo de Vittorio de Sica, que se aparta en los fondos, que no en las formas, de los parámetros establecidos por el cine de Rossellini (Roma, ciudad abierta, Alemania año cero, Camarada).

Traigo a colación una cita de André Bazin, crítico francés, que dice: " el estilo de Rossellini es una manera de ver, de Sica es, ante todo, una manera de sentir". Traduciéndolo a El limpiabotas la cuestión no estriba tanto en la pobreza extrema post conflicto bélico que obliga a que el primer mandamiento de niños, jóvenes o adultos sea la supervivencia sino en la descripción dura y acerada de como la guerra y sus secuelas afectan de forma irreversible a la infancia y a la juventud, golpeando amistades y sueños. Igualmente, de Sica pone en entredicho un sistema carcelario alejado de cualquier interés reformista donde la represión y la deshumanización campan a sus anchas. En El limpiabotas lo importante no es la desolación del paisaje urbano sino la destrucción del paisaje sentimental.

Abundando en este última línea de pensamiento, quizás por ello no extrañe demasiado que el film fuese rodado en su mayor parte en estudio y que las localizaciones no fuesen especialmente significativas. Eso sí, la película contó con actores no profesionales, circunstancia plenamente neorrealista, así como con el guión de uno de los grandes expertos del género Cesare Zavattini. Resultado: Una obra maestra del cine italiano y mundial justamente reconocida con el Oscar a la mejor película extranjera en un tiempo donde la estatuilla se otorgaba fuera de concurso como reconocimiento a otras filmografías.

No es de extrañar que en una Italia sumida en la destrucción, la miseria, el mercado negro y tratando desesperadamente de sobrevivir y dejar atrás una época lacerante de su existencia como país, El limpiabotas, con todos los reconocimientos internacionales que se quieran, supuso un fracaso comercial y de crítica. El público demandaba cine escapista. El cine de Hollywood abría los ojos a alguna esperanza mientras que el neorrealismo los entornaba hasta cerrarlos. La historia de dos amigos soñando con la libertad simbolizada en un caballo que, avatares de una sociedad cruel, se ven abocados hacia su destrucción personal no podía ser aceptada por una sociedad que intentaba mirar hacia adelante y soltar amarras.

Quizás con este premio, el mundo "civilizado" (entre muchas comillas) quiso reconocer el gran sufrimiento y la estoica entereza del pueblo italiano. No busquen casualidades: Rossellini, Visconti o el propio De Sica no podían haber nacido en ningún otro lugar.