En primer lugar, mi agradecimiento al amigo Orson Welles de la página “Las cosas que hemos visto” por su magnífico comentario de esta película y por su recomendación expresa.
Ciertamente, esta es una de las mejores películas que he visto en mucho tiempo, y he visto unas cuantas, como saben. Es cierto que Kurosawa siempre me dio mucho y por ello tiendo a esperar mucho, quizás demasiado, pero en esta ocasión reconozco que ha superado mis expectativas. Cine magistral de principio a fin, desde el nudo al desenlace, y en medio un planteamiento claro y diáfano para el espectador, en el que no se regatean esfuerzos para que seamos un participante más en la historia y que estemos apostados vigilantes en una esquina o inmersos en plena persecución.
Perdida nuestra identidad y sin saber cuál es nuestro lado de la pantalla, nos encontramos frente al mismo dilema que el protagonista Mr. Gondo, indecisos entre abocarnos a la ruina o salvar la vida de un niño. Nuestra cruz es la misma que la del industrial y en cuanto a la decisión, aunque seguro que cada cual tiene la suya y no se exige ninguna comunión de ideas, la realidad es que nos pone a todos a prueba y nos sorprendemos a nosotros mismos indecisos en un sentido u otro, o incluso en los dos.
Este inicio del film, hubiese sido la totalidad de muchas películas, pero Kurosawa va más lejos y nos muestra cómo se pone en marcha y se ejecuta una actuación policial eficiente, y lo hace sin esas complejidades que comúnmente se encierran en las buenas novelas negras y que contribuyen a la negrura del género y las oscuridades del “noir”. No. Un Kurosawa subido al estrado nos deja, desde la humildad de los grandes, una lección inolvidable de cómo hacer buen cine. Cada detalle se explica, cada explicación es una ilustración, cada ilustración una complicidad con nosotros los espectadores. Y todo ello, sin más parafernalias de las imprescindibles ni más alharacas de las necesarias.
Y sin darnos cuenta, llegamos a ese momento último, a esa confesión final, a esa crónica de un pecado anunciado. De una obviedad aplastante durante todo el film. Nadie nos lo ha hurtado. Siempre estuvo ahí y lo supimos en todo momento. Implícito en el título, el odio es el leiv motiv de una historia intemporal que interesa hoy, como ayer y seguro que como mañana.
La sencillez hecha cine: Kurosawa.
Puntuación: 9,5