domingo, 28 de agosto de 2011

THE CROOKED WAY (ROBERT FLOREY - 1949)


Para encuadrar un film dentro del término universalmente aceptado de cine negro resulta no imprescindible pero sí muy necesario cumplimentar un cuadrante respondiendo sí o no a preguntas relacionadas con oscuridades y sombras, detectives sin un penique, desajustes personales, gangsters, garitos y vamps, y tipos que, sin comerlo ni beberlo se meten o son metidos en problemas. Según el resultado del test y sumadas ciertas técnicas fotográficas heredadas del expresionismo alemán, podremos decir con alguna probabilidad de acertar si estamos ante un noir original o un sucedáneo.
The Crooked Way superó el test y me arriesgo a catalogarlo como noir del bueno. Ello a pesar de un John Payne que, no sé si por tener un nombre que sugiere una errata tipográfica o por una cierta cara de no enterarse de nada, no acabó de convencerme en los trabajos previos que había visionado de él, algunos dirigidos por Allan Dwan. Es cierto que a un excombatiente que ha perdido la memoria como consecuencia de una herida en el cerebro se le supone cierto desconcierto y Payne da la imagen. Dejando atrás ironías, su trabajo es excelente, cuando menos al nivel de sus compañeros de reparto, Ellen Drew, Rhys Williams o Percy Helton. La sobreactuación de Sonny Tufts en la escena final deja, no obstante, apuntes de gran calidad interpretativa.
La historia puede resumirse en la búsqueda de la identidad de un excombatiente de la II WW que a tal fin se desplaza a Los Ángeles, lugar desde donde se alistó en el ejército, y donde, en el mismo momento de su llegada, es detenido y llevado a dependencias policiales. A partir de ahí, una serie de coincidencias le llevarán a formarse una idea de sus presuntos antecedentes delictivos y deberá enfrentarse a quienes ven en su regreso una oportunidad para la venganza.
La película tuvo sus críticas y debió ser retocada por problemas de excesiva violencia. Hoy nos parece bastante nimio pero la escena en que Eddie Rice es golpeado y posteriormente empujado hacia abajo por la escalera de incendio debió ser eliminada para pasar la censura. De cualquier modo sería interesante un debate sobre la violencia explícita perseguida y la implícita consentida. En este mismo film, el interrogatorio al delator Kelly y su tan previsible como oculto final son ejemplos de violencia en alto grado sin que apenas exista daño en la retina de los espectadores ni en el pacatismo de algunos sectores de la sociedad americana.
Destacar también la fotografía de John Alton. En un film noir, los blancos y los negros así como los enfoques precisos contribuyen a crear su ambiente característico, urbano y opresor. En este caso el desconcierto por la amnesia tampoco era fácil de filmar. Alton lo supera todo y con una nota elevada.
En muchos artículos anteriores me he repetido hasta la saciedad afirmando que entre las películas de serie B hay mucha calidad. Este es uno de los casos.
Puntuación: 7,25



miércoles, 24 de agosto de 2011

EL LOBO DE LA SILA (DUILIO COLETTI - 1949)


Para quienes, como yo, aún estamos en una primera fase de iniciación cinéfila y todavía nos movemos a base de estereotipos y verdades a medias, encontrarnos a Mario Monicelli, junto con Steno, en los orígenes de este Lupo della Sila resulta desconcertante. Monicelli es uno de los directores que más y mejor me ha hecho reir con su “Amici Mei” por lo que su implicación en un drama pasionalmente italiano como éste resulta desconcertante. Bien mirado, este desconcierto evidencia dos cosas, mis carencias y la genialidad del director italiano.

Y es que Il lupo della Sila es un dramón en toda regla. No un melodrama que eso implica un cierto civismo, ni un drama rural de la Hispania inmovilista. Es un dramón con aumentativo y todo. De los de honor y “vendetta”. Hijo legítimo de esa Italia de grandes historias, de Sofías y Magnanis, de Corleones y Sicilias.

Dirigida por Duilio Coletti, de quien apenas recordamos La Batalla de Anzio, la película narra la venganza de Rosaria (Silvana Mangano) por la muerte de su hermano Pietro (Vittorio Gassman) a disparos de la policía tras negarse a declarar el nombre de la muchacha con la que se encontraba al tiempo en que se cometía un asesinato del que es injustamente acusado. La tiranía y el despotismo de Rocco (Amedeo Nazzari) que antepone el honor de la familia a la vida de un hombre es el leiv motiv de una historia llena de fuerza de esas que solo pueden darse en la Italia más tradicional y profunda. En ese sentido el marco de Calabria es perfecto y la fotografía de Aldo Tonti – retengan en la retina la última imagen- un pasaporte visual a un pasado quizás no tan lejano. Por su parte la participación de Monicelli al guión dota al film de una consistencia magistral.

La actuación de Nazzari es magnífica. Silvana Mangano luce absolutamente bella y aunque la historia imprime seriedad y carácter, sus poderes de seducción son evidentes y aunque no en la línea Arroz Amargo, el espectador los agradece. Un papelazo el de Luisa Rossi como Orsola, hermana de Rocco, solterona tras la muerte de su “fianzato”.

Era una Italia que sobrevivía a las guerras de la Independencia y a un proceso de unificación auspiciado por Garibaldi, pero que al tiempo que miraba al futuro seguía con un medio rural tan oscuro como inútil en muchos aspectos y que se regía por los usos y costumbres de una sociedad latifundista y señorial con códigos pre revolucionarios. En este sentido el recuerdo de películas como El Gatopardo es más que notorio.

En resumen una película que encaja perfectamente en nuestra concepción del medio rural italiano - cito también aquí Padre Padrone – que no debe asustarnos por su condición de dramón de rompe y rasga y “por la Madonna”, máxime cuando nuestras entrañas cinéfilas beben de los mismos vientos. Los que soplan en Las Hurdes por Los Santos Inocentes, con sus Bernarda Alba de García Lorca o las cebollas que son escarcha de Miguel Hernández. 

Debe verse.

Puntuación: 7,50



domingo, 21 de agosto de 2011

LEON MORIN, SACERDOTE (JEAN PIERRE MELVILLE - 1961)


Reconozco que me acerqué a esta película atraído por el nombre de su director, Jean Pierre Melville, uno de los reyes del polar francés. A posteriori puedo decirles que de “noir” lo único que tiene es la sotana del párroco Leon Morin (Jean Paul Belmondo). Sin embargo, el hecho de que la película no fuese un ejemplar de cine negro galo no ha restado un ápice de interés a un profundo trabajo de Melville basado en la novela de Beatrice Beck (Premio Goncourt de 1952 ) que obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia de 1961.

Abstenerse quienes busquen cine fácilmente digerible. Una película de curas, aún con Belmondo, es sinónimo de “di profundis” cuando menos y en este caso las profundidades van por partida doble. Por una parte en el film se cuestiona la religión y la existencia de Dios y por otra nos muestra de forma tan sutil como evidente una inconsumada relación entre el joven párroco y la joven viuda, atea y comunista interpretada por Emmanuelle Riva, como fruto prohibido de la evangelización emprendida.

Dos grandes interpretaciones. Un Belmondo que venía de A bout de souffle y una Emmanuelle Riva famosa por Hiroshima mon amour de Resnais, componen una pareja con una química excepcional, y que, tanto monta monta tanto, llevan ambos al unísono el peso de la interpretación. Muy buena fotografía de Henry Decaë con imágenes de aplastante realidad donde todo parece haberse inmovilizado y solo el paso del protagonista simboliza la vida, el drama y el dolor. Dirección inteligente de un Melville que en muchos de sus trabajos ha ambientado la Francia de la ocupación y la resistencia.

Película conflictiva que en su exhibición en los EEUU fue recortada en veinte minutos y que como supondrán no llegó a estrenarse en España. Comunismo, ateísmo, lesbianismo, represión y una prohibida atracción, junto con el trasfondo bélico y fascista, eran demasiados atentados a la moral aquende los Pirineos, recientes las conspiraciones comunistas y judeo-masónicas.

Una prueba, otra más del buen hacer de Melville y de un Belmondo que demuestra su gran categoría en un papel difícil. 

Quiero recomendarles esta película, ahora, eso sí, deben saber que estarán obligados, desde el principio, a la reflexión. Nadie dice que esto vaya a ser fácil…

Puntuación: 8,00 




jueves, 18 de agosto de 2011

SO DARK THE NIGHT (JOSEPH H. LEWIS - 1946)




Joseph L. Lewis se hizo un nombre, cinematográficamente hablando, con My Name is Julia Ross, una película al más puro estilo Hitchcock con remembranzas de Rebeca, donde las limitaciones presupuestarias se suplían con la imaginación al poder de su director, de forma y manera que sin moverse de la soleada California conseguía trasladar al espectador a las brumas marineras de Cornualles. Repitió con éxito en So Dark the Night recreando un tranquilo pueblecito francés entre los estudios de Columbia y localizaciones americanas meticulosamente elegidas. El trabajo previo fue tan ingente que el propio Lewis afirmaba que sabía más de villas rurales francesas que un natural de ellas. A su Equipo de Localización de Exteriores no le exigía que buscasen paisajes sino que les mostraba el paisaje francés fotografiado que debían localizar. Esta es una de las circunstancias de la película y en general del cine de su autor que más reconocimiento ha tenido por parte de los críticos.


Otros aspectos igualmente bien valorados tienen que ver con un técnica fotográfica que Lewis fusiona de forma inteligente y perfecta con el argumento. Un grifo goteando o una tetera humeante tienen su voz propia en la historia y son el anticipo perfecto de lo que después retratará la cámara y suponen un guiño de complicidad a los espectadores. Y todo ello con rodajes breves como corresponde a presupuestos exiguos que suponían un reto, no exento de atractivo, para el director.


La historia nos habla de un renombrado y eficiente policía francés, bien definido desde las primeras escenas, que después de 11 años sin vacaciones precisa de un descanso más mental que físico. Un pueblo de la campiña francesa es el lugar idóneo y, a su llegada,  la posadera,  con la conformidad de su joven hija, trata de que esta y el cuarentón policía entablen relaciones formales. La oposición de León el novio de toda la vida complicará sobremanera las cosas. Omitiré el grueso del meollo así como el desenlace, aunque como habrán supuesto tratándose de un policía tiene que haber un caso y naturalmente lo hay.


Es aquí donde empiezo a discrepar de algunas de las valoraciones hechas del film. El resultado de las indagaciones nunca es incierto, ni presuntamente. Aunque los personajes parezcan poner cara de extrañeza, el espectador con alguna neurona medianamente resistente sabe que no hay más cera que la que arde y que desde aproximadamente la mitad de la película en adelante el pescado está totalmente vendido. Tan solo queda aguardar a que, como en los Oscars, se pronuncie el nombre del autor del desaguisado. No hay murmullos de sorpresa. Tan solo un ¡oh! Alargado por sus desquiciadas razones, algo similar al vestido de sugerente escote que produce más asombro que la titularidad del premio.


Aunque entre anónimos y pruebas más o menos consistentes se intenta jugar al despiste, el desenlace resulta previsible y eso resta en vez de sumar. No obstante se trata de un film interesante de un realizador muy capacitado y que suplía con inteligencia las limitaciones de la serie B.


Puntuación: 6,30






domingo, 14 de agosto de 2011

IT (CLARENCE G. BADGER - 1927)


Quizás IT no sea una de esas catalogadas películas que hay que ver antes de pasar a una supuesta mejor vida, pero es un film de obligado visionado para los cinéfilos no tanto por sus cualidades intrínsecas sino porque supuso el paso definitivo hacia el estrellato de Clara Bow, una humilde muchachita de Brooklyn a la que un día se le ocurrió mandar una foto a un concurso de belleza. Curiosamente y ganando el concurso, sus escenas en la primera película (Beyond the rainbow) donde aparecía fueron suprimidas y solo se incorporaron años después, una vez alcanzada la fama.

La película se basa en el libro de Elinor Glyn del mismo nombre. B.P. Shulberg antiguo presidente de la compañía de bajo presupuesto Preferred Pictures incorporado recientemente a la Paramount con los derechos de Clara Bow debajo del brazo se interesó por el libro y decidió que Clara Bow tenía “it”. En la película encontrarán definiciones más o menos claras de lo que significa el término, pero viene a ser algo así como “tener aquello” o lo que más tarde se denominaría “sex appeal”. Shulberg inició una campaña con la propia Elinor Glyn declarando públicamente a Clara Bow como la “chica it”. 50.000 dólares y un papel en la película recompensaron a la escritora.

La película es una entretenida comedia donde una sencilla dependienta de unos grandes almacenes se enamora a primera vista de su jefe y propietario de los mismos, utilizando para aproximarse a él a su mejor amigo quien, curiosamente después de leer el artículo de Elinor Glyn en la revista, está buscando entre las empleadas del establecimiento alguna chica con ese encanto del que hablaba el artículo. Picardías, algún malentendido que otro y escenas un tanto desenfadadas y “avanzadas” para la época pusieron a Clara Bow en un estrellato donde se mantuvo por no demasiado tiempo, siempre explotada por las productoras que se aprovechaban de su fama de mujer demasiado ligera.

Famoso fue el juicio que se entabló contra su secretaria, Daisy DeBoe, quien por cierto, había conseguido sanearla financieramente, cosa que los Estudios no le perdonaron, y donde salieron bastantes trapos sucios de su vida íntima. Se le achacaron romances con John Wayne, Gary Cooper, John Gilbert y hasta con todo un equipo de fútbol americano.

Acabó su vida con problemas mentales y en la lápida de su tumba puede leerse: Clara Bow,” the It girl ”

Suya es la cita:  "Cuanto más sé de los hombres, más quiero a mi perro"

Puntuación: 7,15



lunes, 8 de agosto de 2011

BORSALINO (JACQUES DERAY - 1969)

Borsalino es una película oportunista. Dos actores en el momento más dulce de su carrera profesional, Delon y Belmondo, al servicio de las taquillas. Un duelo interpretativo incruento entre dos stars que se pelearon, sin perder las formas -hay que reconocerlo- por el orden respectivo de prelación en los créditos del film donde Alain Delon tomó la delantera en su calidad de productor sin respetar el orden alfabético previamente acordado. El conflicto acabó en los tribunales y ganado por Belmondo. 


Se dice que en el pecado va la penitencia. Estamos ante un film para el lucimiento de dos actores que en verdad se lucen pero a costa de una película endeble cuyo argumento podría sintetizarse como si de un manual formativo se tratase: “Como hacerse los reyes del mambo marsellés. Teoría y práctica”, idea no muy alejada de la realidad dado que la película está basada en el libro de  Eugène Saccomano “Bandits a Marseille” que narra el ascenso, el triunfo y la caída de dos jóvenes gángsters: Spirito y Carbone.


El nucleo central del argumento se pega tanto a la piel de nuestros stars que el resto de las historias, en la medida que puedan restar cuotas de pantalla a los divos, se nos hurta descaradamente, y solo sirven para ejemplarizar de manera práctica el ascenso de dos simples pajarillos de cuenta a halcones mayores de la corrupción y el mangoneo. Desde lo crematístico la opción Belmondo versus Delon (en orden contratado) era rentable y así se demostró. Tupido velo para opciones puramente artísticas o cinematográficas. 


En la medida que lo “accesorio” al tema central apenas se esboza lo imprescindible para darle consistencia al film, este se nos hace largo en muchos momentos e incluso lo hubiéramos dado por finalizado con mucha anterioridad, tal parecía que ya no quedaba nadie sin agujerear. Pero no, los candidatos a cadáveres surgen hasta de debajo de las piedras inclusive y cuando parece que el pescado está todo vendido surge una ráfaga de no se sabe donde que desmarca a Belmondo de la secuela Borsalino and Co. Al parecer el ex boxeador seguía teniendo la cabeza en su lugar y no estaba demasiado tocado y supo entender aquello que cantaban Los Módulos de que “Todo tiene su fin”


Algunas escenas resultan de un patético supino. Las peleas a puñetazos, especialmente la primera entre los dos protagonistas es absolutamente infumable. ¿Se trataba de hacer una película cómica? Mi impresión es que trataban de hacer algo medianamente serio y dignamente cómico pero les salió medianamente churro. Eso sí, la música resulta reconocible y emblemática y los decorados, atrezzo etc. captan muy bien los años 30 y la Marsella en que se desenvuelve la acción, pero cualquier película de Cagney, Robinson, Muni o Bogart le da cien vueltas en cuanto a verismo. Incluso la seriedad rozando el hieratismo de Alain Delon resulta poco creíble dando, en ocasiones, la impresión de contener la risa. 


He leído algún comentario referido a que el maestro del polar francés Jean Pierre Melville, bebió de la fuente Jacques Deray para sus películas (por ejemplo Circulo Rojo). No sé si bebió mucho o poco, pero tengo claro que a Borsalino le tuvo que añadir mucha sustancia personalísima porque sus trabajos están a años luz  de lo visto hoy. Los silencios helados del cine de Melville tienen denominación de origen propia y cualquier comparación con el mutismo reprimido Deray es odiosa. No tendré problemas en rectificar si encuentro otros trabajos de mayor relieve, pero hoy por hoy y visto lo visto, rien de rien. Borsalino fue, además del sombrero típico gangsteril con proyección de futuro hasta nuestros días, un gancho cinematográfico para un público que sorbía los vientos por esta pareja mítica. Hoy que los vientos ya no se sabe ni de donde vienen la película se queda en mera curiosidad con muchísimas penas y alguna que otra gloria.


Puntuación: 5 (salvada por la campana de los complementos)




martes, 2 de agosto de 2011

EL INVISIBLE HARVEY (HENRY KOSTER - 1950)


Hay películas que ponen a prueba nuestra condición de seres humanos. Son como una ITV de nuestras carrocerías para examinar su grado de desgaste. El invisible Harvey es una de ellas La historia de Elwood P. Dowd (James Stewart) cuyo mejor amigo es un conejo blanco de dos metros y por más señas, invisible, es un test que mide el grado de deterioro de nuestra capacidad de tener sueños y vivir maravillosas fantasías. Si al terminar el film nos queda la sensación de niñería o patochada probablemente estamos prontos al desguace mientras que si nos deja una sonrisa en los labios existe la esperanza de que tengamos reparación posible.

Como muchas de las grandes obras cinematográficas Harley tiene su origen en una exitosa comedia de Broadway interpretada por Frank Fay ex marido de Barbara Stanwyck quien consiguió revitalizar su carrera con aquel trabajo que estuvo cinco años en cartel y que fue reconocido con el Premio Pulitzer. Su papel en el cine, aunque también se pensó en Bing Crosby, acabó siendo para James Stewart, sustituto vacacional de Fay, y ello, en mi opinión, es el gran éxito de Harvey. Su trabajo se nominó al Oscar y tan solo la genial actuación de José Ferrer en Cirano de Bergerac se lo arrebató, compensándose en cierto modo con el Oscar a la mejor actriz de reparto otorgado a Josephine Hull quien ya había actuado en la comedia teatral y que debe reconocerse que luce una actuación magistral como hermana de Elwood.

Es este el papel preferido por Stewart, quien, cuando lo hemos visto de duro ha tenido el corazón blando como una esponja y cuando iba de blandengue siempre tenía la contundencia de las verdades absolutas. Aquí, bajo una capa de esas confiadas alegrías que da el alcohol, esconde las verdades del barquero más rotundas. “Si no eres listo, sé amable”, principio que aplica con precisión a su propia vida, haciendo y conservando amigos que dan sentido a su existencia y que no se cortan un pelo en invitar a copas al gigantesco y aparentemente invisible conejo.

Koster no se define sobre la realidad o no del conejo sino que pone al espectador ante sus propias estructuras y deja que seamos nosotros quien decidamos. Y nuestra decisión es, en el fondo una definición de lo que es, o dicen que es, la locura y quienes dicen que están locos y quienes realmente lo están. Meditaciones como ésta son las que establecen nuestra proximidad al desguace o no.

James Stewart es, sin ningún género de dudas, uno de los mejores actores de este mundo cinematográfico que nos apasiona. Sin él, y la gran interpretación de Josephine Hull la película hubiera sido muy distinta. Con una serie de momentos ingeniosos de excelente comicidad, como la confusión en el internado respecto a la identidad del enfermo, la escena del cuadro familiar y algunos otros, la película tiene todos los ingredientes para hacernos retroceder unos cuantos años hasta aquellos tiempos donde todo era posible y ¿porquoi non? Hasta los conejos invisibles podían existir. ¡Vamos! Una especie de aceite lubricante 3 en 1 o similar…

Puntuación: 8,80