miércoles, 23 de noviembre de 2011

DOS SEMANAS EN OTRA CIUDAD (VINCENTE MINNELLI - 1962)


No sé si la doble incorporación del mundo cinematográfico a los argumentos de Minnelli (Cautivos del Mal y Dos semanas en otra ciudad) se queda simplemente en eso o es el reflejo del repulsivo aroma que se escapa de las marmitas donde bullen los intereses más interesados, de productores, actores, periodistas y star-systems varios. La fama, el dinero, las portadas de la prensa del corazón exigen su tributo. El glamour es pura fachada. ¿Qué hay debajo? Minnelli y un par de semanas en Roma nos lo aclaran.  

Jack Andrus (Kirk Douglas) reconocido actor, ganador de un Oscar, tras 3 años de internamiento en un sanatorio siquiátrico (vuelto literalmente loco por su ex mujer Carlotta) acepta una oferta de trabajo de Maurice Kruger (Edward G. Robinson) director de cine y amigo personal.  Esta su “vuelta al ruedo” cinematográfica” supondrá la reactivación de sus antiguos fantasmas y la aparición de alguno que otro nuevo.

Reconozco que esta sinopsis es en exceso simple, aunque suficiente para ponernos en posición. Se trata simplemente de una línea argumental alrededor de la cual se entrelazan con mayor o menor fuerza una serie de historias calificables de muchas maneras, pero con el rasgo común de inconfesables, y donde encontramos productores cuya religión es el beneficio por encima de todas las cosas, egocéntricos directores más preocupados por su estilo personal que por el propio film, actrices especialmente bien dispuestas a cambio de un buen papel, esposas heridas y esposas hirientes, actores niñatos y niñas que confunden la libertad con la inmadurez. Y en medio Andrus (Douglas) el ex loco o ¿debería decir? el más cuerdo de todos ellos.  

Un buen film al que el mismo mundillo que representa cercenó de forma impía. Así, una escena donde Carlotta (Cyd Charisse) dejaba claro el dominio sobre su entonces marido (Andrus) fue eliminada por el productor (Housemann), lo mismo que la escena de la orgía cuyas reminiscencias fellinianas y de La dolce vitta son evidentes se dejó en la mínima expresión por mor y desgracia de las autoridades de la MGM. Es por ello que los espectadores tenemos la sensación de que faltan cosas: Carlotta y Andrus, Kruger y Andrus,  Kruger y su esposa (magistral Claire Trevor, homenaje a Cayo Largo), son personajes esbozados y en busca de definición. 

Tal vez la obra de Irvin Shaw no los pintara con trazo gordo. Tal vez, y lo creo más posible, se difuminaran en despachos de producción. Tal parece que lo intentaron pero no consiguieron destruir un buen trabajo de Minnelli con actores excelentes y que resiste la comparación con Cautivos del Mal, film que, por cierto, se incorpora al guión, como ejemplo entre ficticio y real de la trayectoria profesional de uno de los grandes actores de todos los tiempos: Kirk Douglas.

Puntuación: 8,00





jueves, 17 de noviembre de 2011

LA COSTILLA DE ADÁN (GEORGE CUKOR - 1949)



Más allá del elemento básico para la  creación de Eva, La costilla de Adán es una comedia americana de finales de los 40 dirigida por el maestro Cukor e interpretada por una de las parejas más carismáticas de la historia cinematográfica, pongamos que hablo de Spencer Tracy y Katharine Hepburn. A diferencia de las llamadas “screwballs”, donde la comicidad se conseguía a base de situaciones zigzagueantes y disparatadas, nos encontramos frente a una mezcla de humor inteligente y cine con fundamentos, capaz de satisfacer a los paladares más exigentes.

La historia, gestada por Garson Kanin y Ruth Gordon, los guionistas más importantes en la carrera de George Cukor, refiere el enfrentamiento en los Juzgados, del matrimonio Bonner (Tracy y Hepburn), fiscal y abogado defensor respectivamente, con motivo del juicio por intento de asesinato de Doris Attinger (Judy Holliday) mujer engañada y agredida constantemente por su marido. La contienda jurídica se traslada inevitable al hogar familiar deviniendo en conflicto matrimonial, auspiciado también por los coqueteos de un vecino compositor y pianista, y por más señas “flor de otoño”, enamorado de Amanda para quien compone una pegadiza canción de éxito.

Con las formas del delito cometido por la esposa ultrajada, en el fondo el film supone un alegato feminista en contra de la discriminación de la mujer y su verdadera igualdad ante la Ley. Las canas al aire consentidas al miembro varonil de la pareja son impresentables por lo que hace al femenino, y esta circunstancia que formaba parte del sustrato cotidiano de una sociedad tan desarrollada como la norteamericana de la época es la que trata de cambiar Amanda Bonner y sobre la que estructura toda su defensa.

Película de momentos insignes, de carcajadas más que incipientes, de actuaciones geniales y, sobre todo, de un director como Cukor que a su conocimiento del alma femenina unía su dominio de las artes del cine y del rodaje. Claro que al lado de actores como Tracy y Hepburn todo era especialmente más fácil, pero no neguemos al Cesar lo que es del Cesar.

Un apunte final. No se pierdan la secuencia circense en el Tribunal protagonizada por Hope Emerson (Caravana de Mujeres). Un momento para recordar.

Puntuación: 8,90 





lunes, 14 de noviembre de 2011

ESTA TIERRA ES MÍA (HENRY KING - 1959)


De idéntico nombre a la excepcional película de Renoir,  este trabajo de Henry King es un melodrama bastante descafeinado y con trazas de habérsele metido tijera en demasía, que dejará contentos a los seguidores de Jean Simmons y Dorothy McGuire y quizás también a los de Rock Hudson, aunque éste las ha tenido mejores. De Claude Rains solo puedo decir una palabra: Profesional.

La historia de una familia de viticultores franceses en los viñedos californianos evoca con facilidad los avatares de aquella Falcon Crest televisiva, aunque estos Rambeau se mueven un tanto entre el quiero y no puedo, en un término medio que al género melodramático le sienta muy mal. Porque, coincidirán conmigo en que las intrigas unidas a las ansias de poder y de dinero son elementos imprescindibles en este tipo de cine. Aquí, haberlas hailas pero de baja intensidad, como si se pidieran perdón por alguna que otra salida de madre. Así, John Rambeau (Hudson) pasa de cabecilla de la revolución familiar a humilde granjero injertando cepas o la propia Jean Simmons (Elizabeth Rambeau) que parece haberse incorporado a la familia con alguna intención no demasiado confesable, acaba siendo su reserva espiritual. 

Como he dicho al principio la película, que sobrepasa las dos horas, acusa en demasía los tijeretazos. Es cierto que los espectadores somos seres inteligentes a los que se nos cuenta la mitad y componemos el retablo entero, pero tampoco hay que abusar, que más de uno puede quedarse en el camino. Desde el principio se ponen a prueba nuestros conocimientos de genealogía familiar y debemos rebobinar para saber quién es quién y quién se acostó con quién. No se preocupen si suspenden pues al final el aprobado es generalizado con la frase de Rock Hudson a su progenitor natural: “Padre” “Lo sé hace mucho” Y es que el niño prometía…

Película no excelente pero entretenida. Seguro que las habrán visto peores. Las tribulaciones de una familia dedicada al vino durante la Ley Seca merece cuando menos un homenaje, sobre todo si es honrada y tratan de subsistir únicamente vendiendo las uvas para que con ellas se elabore vino para misa, se conviertan en pasas o se coman supongo que con queso, que saben a beso. Y todo ello durante doce años, que no serán nada pero arruinan a cualquiera.

Los viñedos como fondo, la ambición en primer plano, el amor por todas partes y el “honore” italiano condicionando la historia, son los elementos de un film de King más bien light que, a mi parecer, merece un aprobado, siquiera sea por su excepcional reparto, su fotografía en cinemascope y porque en líneas generales se deja ver con interés.

Puntuación: 6,80