viernes, 27 de abril de 2012

MUSICA Y LAGRIMAS (ANTHONY MANN - 1954)







Películas como ésta me atrapan con su atmósfera sentimental y ese entramado donde la vida se teje entre lágrimas, sueños, miserias y pequeñas cosas, y donde la música, envolviéndolo todo, nos transporta a un tiempo pasado que, sinceramente, me parece mejor. La historia de Glenn Miller, traducida aquí como Música y lágrimas, es la autobiografía de un genio que revolucionó la música de las grandes orquestas y que marcó una época en la historia sonora del siglo XX americano y mundial.

No niego que la presencia de James Steward como Glenn Miller, perfectamente caracterizado y con un notable parecido, condiciona en buen grado mi valoración, pero así es el cine. La fidelidad a unos hechos históricos siendo deseable no es absolutamente imprescindible, pero la profesionalidad de actores y actrices, así como el hábil manejo de la batuta directora, junto al buen hacer del resto de comprometidos en la empresa, es condición sine qua non. Y en ese sentido, June Allyson, Henry Morgan y la realización de Anthony Mann, junto al propio Steward, construyen un trabajo excelente que, a base de melodías súper reconocibles y de ciertos momentos, bien aprovechados, de tono lacrimógeno, logren esa conjunción cuasi astral entre película y espectador (necesariamente sensible) y consiguen que por momentos nuestros pies se movilicen al ritmo de “En forma”, “ Collar de Perlas” o “Vieja jarrita marrón” y la “Serenata a la luz de la luna” zigzaguee levemente nuestra espina dorsal acompañando nuestros propios recuerdos. 

Tampoco es ajena a mi valoración del film la presencia de grandes y míticas figuras del jazz de siempre. La jazz-session con la presencia de Louis Armstrong o Gene Kruppa entre otros músicos reales, me pareció genial y como las grandes genialidades se me hizo corta. 

Y no quiero finalizar mi comentario sin mencionar la impactante escena en que la Glenn Miller´s Band mantiene el tipo y la música en plena incursión aérea alemana. Desconozco si tal circunstancia ocurrió en realidad o si por el contrario se trata de una forma premeditada y ventajista de colocar nuestras sensibilidades “au bout de souffle”. En cualquier caso, “chapeau”. Y del mismo modo, el final, verdadero como la vida misma aunque dirigido con maestría hacia nuestra lagrimita floja, es imposible que nos deje indiferentes.

Puntuación: 7,60

jueves, 19 de abril de 2012

DUELO EN LA ALTA SIERRA (SAM PECKINPAH - 1962)



El Western es, en mi opinión, el género cinematográfico que más ha impulsado ese invento maravilloso que ha sido el cine. Supongo que será cuestión de opiniones y no son desdeñables los méritos del cine cómico, de las scrawball, los musicales, los melodramas, el noir o la ciencia ficción por citar algunas de sus especialidades, pero en el western, al son de melodías inolvidables danzan historias y paisajes, acción y sentimientos, sonrisas y lágrimas, frases y silencios. Es cierto, hay westerns y westerns y también mucho infumable pero grandes directores como Ford, Mann, Daves, Leone, Eastwood y otros nos han dejado auténticas obras magistrales.

En esta su segunda película, Peckinpah delimita con claridad algunas de las constantes de lo que luego serán sus señas de identidad: Los personajes marginales, el fundamentalismo religioso, las crisis personales de sus protagonistas, las relaciones entre ellos, por lo general divergentes, y por supuesto la violencia. No estamos ante la fuerza visual desbocada de Grupo Salvaje pero la escena del duelo junto a un corral de gallinas nos recuerda que estamos frente a un Peckinpah genuino.

Sin embargo Duelo en la alta sierra va mucho más allá. Lo que se inicia como una operación de transporte de oro desde el campo minero al banco local acaba deviniendo en un enfrentamiento con unos mineros absolutamente asilvestrados y, en el camino, el “duelo” entre nuestros dos protagonistas, antiguos compañeros de correrías más o menos lícitas que ahora, en el ocaso de sus carreras tratan de encontrar su lugar en un lado u otro de la vida. A este respecto la presencia de Randolph Scott y Joel McCrea no podría resultar más oportuna: Dos auténticas leyendas del cine del Oeste que en pleno crepúsculo brillan todavía con la luz de los grandes actores que siempre fueron.

Los viejos vaqueros cinematográficos nunca mueren y siguen estando ahí para disfrute de los espectadores de cualquier tiempo y lugar, pero el film no se queda solamente en un sentido homenaje a dos viejas glorias sino que trasciende más allá, a una fotografía en color absolutamente apropiada y magnífica de Lucien Ballard, a unos diálogos que encierran sentidos reflexivos y profundos, a unos personajes que, bien dirigidos, se entrelazan perfectamente, miserias a cuestas, en el devenir de la historia.

La película finaliza con un “Te veré luego…”. ¡Qué sencillo, qué duro, qué gran verdad!

Puntuación: 8,15











martes, 10 de abril de 2012

PANICO EN LA ESCENA (ALFRED HITCHCOCK - 1950)



El propio Hitchcock fue el peor crítico de este film. Reconoció haberse dejado llevar por la valoración favorable de una novela («Man running» de Selwyn Jepson) cuyo argumento se calificó como típicamente hitchconiano. Recogió el guante pero acabó arrepentido. ¿Que falló?

Es cierto que estamos ante un film menor del mago inglés pero ello no es suficiente para una descalificación rotunda. La película no es una obra maestra pero superaría con creces a muchos otros trabajos del género policíaco. Sin embargo no tiene la denominación de origen de don Alfredo y eso, evidentemente, lastra y baja la cotización. Los «vinos» Hitchcock han madurado en barricas de suspense, lo que les confiere su sabor especial. Aquí el suspense ha sido sustituido por la sorpresa y digamos que no es lo mismo.

Pánico en la escena se basa en la aparente inocencia de Jonathan Cooper (Richard Todd) a quien todos los indicios apuntan como asesino del esposo de su amante Charlotte Inwood (Marlene Dietrich). Tan solo la confianza plena de su amiga Eve (Jane Wyman) mantiene la esperanza de su inocencia y en la lucha por demostrarla e implicar a la propia amante se centra el argumento de un film donde el suspense está desaparecido en combate, la tensión es la justa y la comedia romántica llena ese hueco anodino tan infrecuente en las películas del inglés.

De todos modos pretendo ser justo y por ello quiero destacar algunos aspectos de relevancia:

Marlene Dietrich, una actriz a la que los años endurecieron su belleza al mismo tiempo que le añadían un «glamour» absolutamente personal e inimitable.

Alastair Sim, actor inglés que pone el contrapunto de humor al film. Hay que decir que su participación en la película fue impuesta y no bien recibida por Hitchcock. Sinceramente creo que al mago le fallaron sus varitas proféticas.

La escena de la muñeca con el vestido manchado, probablemente el momento más inolvidable de esta cinta.

Su planteamiento argumental como falso flashback. Es la gran mentira del film y uno de los argumentos en su contra, aunque para mi se encuentre entre sus aspectos más positivos.

El reencuentro de Hithcock con el mundo del teatro, uno de los referentes de su obra que ya encontramos por ejemplo en «Murder» o en los «39 escalones»

Su final (que no desvelaré)

No cito a Jane Wyman, una estrella eclipsada por la Dietrich (en la realidad hubieron sus mas y sus menos entre las dos stars, rencillas aprovechadas en favor de la película por el propio don Alfredo), ni tampoco a los actores, los cuales se intuye están ahí, pero poco más (la sombra de Marlene es muy alargada)...

¿Que falló? preguntaba al inicio de este post. Falló el suspense. En ningún momento sentimos la inminencia de un peligro cierto sobre el personaje digamos cándido del film (Eve). En ningún momento nos sentimos agobiados por un semáforo que no cambia de color o por unos pasos que acaban alejándose en dirección contraria. Este no es nuestro Hitchcock que nos lo han «cambiao»,,,

Sin embargo la película puede y debe verse.

Puntuación: 7,00

miércoles, 4 de abril de 2012

PANICO (JULIEN DUVIVIER - 1947)


El pánico, según la Real Academia de la Lengua, es un miedo extremado y a menudo colectivo. En esta película, como lo hiciese Lang con su Furia, el rasgo predominante es el de una masa aparentemente humana que como una apisonadora alimentada de estupidez se lleva por delante cualquier atisbo de legalidad, justicia o, cuando menos, sensatez.

Decía Duvivier que después de cuatro años viendo finales felices en Hollywood le apetecía, trás su vuelta a la vieja Europa, algo más acorde con la realidad, sabiendo que era muchísimo más fácil y cómoda la postura de un cine de hermosos encuadres y “poéticos” finales. Duvivier, coherente consigo mismo, construye una historia negra (yo no me atrevería a calificarla propiamente de cine negro ni de polar francés) donde desde el inicio se respira un aire de fatalidad como si la individualidad y el aislamiento debiesen pagar necesariamente su peaje.

La historia de Monsieur Hire, personaje de una clase social a medio camino entre el pueblo llano y una aristocracia latifundista decadente, paseando su soledad por las calles de una pequeña comunidad, representa para el propio Duvivier el film más significativo de su carrera porque “tiene algo que decir”. La acusación injusta del asesinato de una camarera es en el fondo una crítica de la estupidez, de la cobardía de quienes se esconden entre la multitud, de los bajos instintos, de la falsedad y de la carencia de sentimientos.

La imagen de Alice (Viviane Romance) torturada por su traición mientras da vueltas en una atracción de feria pone el contrapunto doloroso a una realidad que aparenta seguir sus ritmos de forma impasible y frente a la cual, el director se ha guardado aún su última carta, la fotografía de una venganza tardía pero justa, la sentencia de culpabilidad para una sociedad ciega y desbocada, manipulable y manipulada. 

Recordar a Michel Simon, uno de los actores más interesantes que ha dado el cine francés de todos los tiempos cuyo compromiso interpretativo con sus personajes tiene el principio fundamental de la naturalidad. A su lado, el resto del elenco, declina inevitablemente. 

Puntuación: 7,4