La importancia innovadora de la nouvelle vague en el cine mundial ha minimizado muy injustamente otras manifestaciones del arte de los Lumière en el país galo. El realismo poético y directores como Marcel Carné sufren un cierto ostracismo a nivel internacional y películas como Hotel du Nord, ya comentada en este blog o esta Jenny son un exponente de que allá por los 30-40 en Francia se intentaba hacer buen cine, a pesar de las extremas dificultades, en su tiempo, derivadas de la ocupación alemana.
Quiero
romper una lanza, evidentemente virtual, a favor de Carné que no
gozaba de los “favores” de un Truffaut quien llegó a calificarlo
como “un alma confusa y un cineasta obstinado” pero que,
juntamente con el escritor Jacques Prèvert, supieron encontrar
puntos comunes entre la dura realidad cotidiana y una lírica poética
que parecía flotar sobre las basuras diarias como resistiéndose a
desaparecer y a dejar sin sueños a una sociedad demasiado
maltratada, Probablemente en su cine la poesía sea obra de Prevert,
pero Carné supo aprehender, con técnicas expresionistas y de cine
noir, una realidad complicada en tiempos de paz y extremadamente
difícil en tiempos de guerra y ocupación.
Jenny
es su primer largometraje y por ello no estamos ante su mejor
trabajo. La dualidad poesía-melodrama se decanta claramente a favor
de éste último, lo cual es consecuencia de una cierta y natural
bisoñez tanto del director como del tandem que formó con Prèvert y
que dejaría posteriormente trabajos muy notables. Aún así, estamos ante una obra
correcta donde se entremezcla el mundo del hampa, de la alta sociedad
de vicios caros y privados y de los clubs nocturnos que ofrecen
diversión y algo más a quienes puedan permitírselo, con una
historia de amor, forzada en exceso, entre el amante de la madre y la
propia hija. Todo ello en un marco propio de las comedias de enredo
donde Jeanne la madre oculta a su propia hija su verdadera ocupación
de directora del local más frecuentado de París “Jenny” donde
los millonetis de turno se mueven a sus anchas con el “taco” en
el bolsillo, comprando favores femeninos.
La
película cuenta con un momento especialmente logrado, aquel en que
Jeanne la madre descubre que es su propia hija Danielle quien le está
robando a su amante. La forma en que oculta su dolor y como rehuye
el encuentro frontal a tres bandas con su hija y su amante son
momentos de una hermosa dureza lírica ejemplarizante de este género o
subgénero que se conoció como realismo poético y que dejaría
otros grandes films que espero comentar aquí.