domingo, 15 de septiembre de 2013

MISION EN LA JUNGLA (GORDON DOUGLAS - 1961)


Los pecados de Rachel Cade debieron ser perdonados en la traducción española. Así Misión en la Jungla tiene el mismo aroma a penitencia y sacrificio que dos padrenuestros y cinco avemarías. Y es que en los albores de los 60, lo verde aún empezaba en Los Pirineos y las españolas eran, oficialmente, castas Susanitas con ratón chiquitín. Pero tampoco hay que ser demasiado duro con aquellos censores guardianes infranqueables de nuestra moral y que nos preservaban de tantos pensamientos impuros. En realidad los pecados de Rachel se reducían a uno: al pecado de ser mujer con un cuerpo normal y deseos normales. Y si hasta a Simón del Desierto, feo como picio, en el film de Buñuel, se le aparecía la tentadora serpiente con cuerpo de Silvia Pinal, que menos que a Angie Dickinson se le aparezca una criatura beatífica, un Santo en todo su juvenil esplendor. Un Roger Moore pre Simon Templar y también pre Bond, en plan guaperas y deseoso de vivir bien y acomodadamente. 


Sin embargo ese accidente aéreo que da con sus huesos en pleno Congo Belga unido a las costumbres “relajadas” de la población indígena son algo así como la leña, las brasas, las ascuas y lo que ustedes quieran sobre los que sopla ese diablillo pícaro como Cojuelo y así el piloto (Moore) presunto único superviviente (no se detienen a comprobar si hay más heridos), acaba desarmándola (a Rachel) de todas aquellas corazas protectoras de una vida dedicada a Cristo y a la Biblia. Y el desarme y la seducción tienen un fruto llamado Poly, un bebé  blanco en una comunidad de color, incapaz de preguntar todavía ¿Qué haces en la guerra, Papi? Pues papá Moore debe retornar al frente ignorante del incremento familiar. Probablemente allí hubiese seguido en plan si te he visto no me acuerdo, de no ser porque el coronel Derode (Peter Finch) responsable militar del lugar, le escribe una misiva poniéndole en antecedentes.


Podría romper mi costumbre y convertir mi crítica en un spoiler descarado, pero no, uno es como es y tiene sus principios. Así que lo dejaré aquí, no sin antes advertirles que la mediocridad del film no es tanto consecuencia de la historia de partida, ni siquiera del trabajo de Angie Dickinson o Peter Finch. El film es mediocre porque se han desaprovechado muchas cosas, porque no resultan creíbles comunidades de nativos tan permeables a nuevos dioses y religiones, porque los brujos de la tribu son light y consensuan sus acertijos con el poder civil, porque los jefes no son más que prolíficos sementales con numerosas esposas, porque el trabajo de Roger Moore decepciona, porque los pecados ya no venden como antes y porque por mucho que busquemos comparaciones, ni es Narciso Negro ni Historia de una monja. Y segundas partes, reales o presuntas, por lo general no son buenas. Y esta, ni siquiera es una segunda parte…

Puntuación: 6,00   
 

domingo, 1 de septiembre de 2013

SEÑAL DE PARADA (LEONIDE MOGUY - 1946)



Aquellos que visitan este blog con mas o menos asiduidad saben que no me exclusivizo en el comentario de obras maestras. Hay en mi una reconocida afición a la arqueología cinematográfica y destripando terrones aquí y allá me encuentro con directores que no me son demasiado familiares y con trabajos desconocidos para mi que en ocasiones son merecedores de un cierto momento de gloria en este blog que es el suyo.

Esta breve introducción viene a cuento a raiz de Léonide Moguy un director nacido en San Petersburgo quien, tras trabajar en la Rusia posterior a la revolución y en la Francia previa a la invasión nazi, acabo rodando en Hollywood algunas películas de presupuesto reducido. Entre ellas tenemos esta Whistle Stop (Señal de Parada) que ni pasó a la historia del cine ni tiene pinta alguna de que así vaya a suceder, pero que nos deja cosas interesantes.

Primero y principal: Ava Gardner. Una Ava entre Forajidos y Venus era mujer, dos de sus films míticos. Un goce para los sentidos. El cine es sobre todo imagen. Y la imagen de Ava Gardner es una de las más bellas del mundo del celuloide y del otro. El tiempo dedicado a ver una película donde ella participe nunca podremos decir que fue perdido. ¿La habría visto Manolo García cuando compuso su exito «Nunca el tiempo es perdido»

Un galán no demasiado conocido como es Tom Conway. Para los que no tengan mayores referencias de él, les referiré su parentesco como hermano de George Sanders. Nada que ver cualitativamente con nuestro admiradísimo «truhán, señor» Sanders, Tom Comway alcanzó cierta celebridad con una serie de películas en las que encarnaba a un detective conocido como El Halcón.

La presencia de dos actores de primera como George Raft y Victor McLaglen hacen que el film desprenda un ligero aroma a «noir» que estimula su visionado. Es cierto que el conflicto amoroso se encuentra en el centro mismo del argumento pero ello no resta valores de cine negro. El juego, la bebida, los garitos, el dinero y un proyecto de crimen completan una historia interesante a la que quizás Moguy no acabó de tomarle el pulso.

Dos hombres disputándose el amor de Ava, uno con 45 (Raft) y otro con 41 (Conway), dos maduritos, mas bien pasados, para una Ava en sazón (23 años) Mucho arroz para un pollo no demasiado abundante. ¡Ah! y curiosamente Tom Comway paisanísimo de Moguy y natural también de San Petersburgo.

Puntuación: 6,25 (con generosidad por la presencia de Miss Gardner)