domingo, 31 de mayo de 2009

LA CICATRIZ (STEVE SEKELY - 1948)


Aunque los amigos que siguen mis disquisiciones cinematográficas, no demasiado convencionales y en la línea "my way" (a mi manera, La "voz" dixit) saben que no acostumbro a desvelar los argumentos de las películas que comento, esta va a ser una de las excepciones que confirman la regla. ¿Porqué? se preguntarán. Lo difícil no está en la pregunta sino en la respuesta. Ciertamente no lo sé. Tal vez porque me apetece (coyunturalmente) o porque quiero evitarles sufrimientos inútiles. O muy probablemente para que nadie pueda decir que yo recomendé esta película. Que todos somos mayorcitos y responsables de las decisiones que tomamos.

Una película de cine negro, fotografiada por John Alton (Un americano en París, Los hermanos Karamazov o la obra maestra El príncipe estudiante de Lubistch) es un trabajo a considerar, siquiera sea por sus encuadres, sus luces y sus oscuridades. Y en justicia hay que decir que este apartado es, con diferencia el mejor. Luego están los actores. Paul Henreid y Joan Bennett. ¡Um! la cosa sigue pintando bien. ¿El director? Steve Sekely, un húngaro trotamundos poco conocido. Pero, ¡atención Houston, tenemos un problema!.

El guión chirría por todas partes. Ya sabemos que el cine es el arte de crear sueños. Pero, por favor, hasta los sueños exigen cierta lógica. Y aquí viene eso que técnicamente se llama spoiler. Así que cierren los ojos o viajen con nosotros, pero les anticipo que aquí los atractivos monstruos no sonríen sino que se descosen por todas partes.

Primer descosido: Una persona puede parecerse a otra. Pero que en 1948 ya hubiesen clones tipo oveja Dolly casi entra en el terreno de lo paranormal. Y que además la secretaria del sosías te plante, así de entrada un beso en los labios pues parece un poco postizo ¿No creen?.

Segundo descosido: El delincuente huido de la justicia y lo que es peor, del hampa, ve el cielo camuflador abierto pero... Houston, otro problema, (esto parece la loca historia de las galaxias) el original tiene una cicatriz en la mejilla y la copia no. (si la tuviese no estaríamos hablando de una película sino de una churrería). Fácil arreglo: Fotografía, escalpelo y tirita. Pero, los listillos del revelado cambian de lado la cicatriz ¡Para qué luego digan de las fotomatón!. (nunca mejor dicho, foto y matón).

Tercer descosido: Con la cicatriz cambiada de lado y el original roto en la trituradora de papeles, el susodicho espabilado se presenta en sociedad. Y ¡manda web! nadie se da cuenta ni siquiera el circulo intimo de amistades que, dicho sea de paso, muy "íntimo" no parece, ni del cambio de ubicación de la cicatriz ni de otras intimidades accesorias. Rectifico: La mujer que friega la escalera tenía alguna duda sobre la ubicación de la cicatriz.

Cuarto descosido: Parece un tanto traído por los pelos que la totalidad del hampa omnipresente e incansable que anda a la caza y captura del nuevo "scarface" sea reducida a la nada por las fuerzas de la ley y por un problemilla de impuestos.

Quinto descosido: Escapar de Herodes para caer en Pilatos. El honorable doctor (el genuino y original) tampoco era trigo limpio, le gustaba el juego y tenía más agujeros financieros que un calcetín después del camino de Santiago. Los chicos del coro, es decir los "matones - 2" cansados de esperar el día de pago, deciden cobrarse la deuda en especie, ya saben en fiambres, y tampoco ¡qué cosas! se fijan en la ubicación cicatricera.

Cuando acabé de ver la película cogí mi revista de crucigramas y me puse a buscar las 10 diferencias. Pero se trataba de un paisaje rural y no había cicatrices.






viernes, 29 de mayo de 2009

CABALGATA (FRANK LLOYD - 1933)


Cabalgata de Frank LLoyd es precisamente eso, un desfile por los 33 primeros años del siglo XX. Un paralelismo interactivo entre los acontecimientos y la vida de las personas, simbolizadas por dos familias pertenecientes a clases sociales bien distintas, señores y personal de servicio, en el marco de una Inglaterra que arrancaba el nuevo siglo bajo el "cielo protector" de sus inmutables (aparentemente) tradiciones.

La guerra de los bóers, iniciada en los últimos compases del s.XIX (11 de octubre de 1899) y que a pesar de su previsible poca duración se extendió hasta el 31 de mayo de 1902, da el pistoletazo de salida a esta cabalgata no demasiado festiva. Los avatares de los Marryot y los Bridges, señores y criados, respectivamente, al más puro estilo "Arriba y abajo" (excelente serie de los 70), durante el primer tercio del siglo pasado son el leiv motiv de esta producción genuinamente británica que consiguió el Oscar a la mejor película y al mejor director en 1933.

La muerte de la Reina, el hundimiento del Titanic o la primera conflagración mundial son los principales hitos que jalonan una historia interesante y excelentemente conducida por Frank LLoyd donde el drama absoluto comparte mesa y mantel con las dos familias, especialmente con los Marryot (los de arriba) como ese viento otoñal que hace caer las hojas del árbol genealógico. La suerte de los Bridges (los de abajo) parece mejorar algo gracias, como no podía ser menos, al espíritu emprendedor del cabeza de familia que prueba fortuna en el mundo de la hostelería cervecera puramente británica, un pub para entendernos. Pero su afición al drinking mas que al respeto a sus compromisos comerciales supone un golpe duro para una familia trabajadora que aún así sigue sobreviviendo gracias al empuje de la madre (Una O,Connor, todo un lujo).

La película justifica sus premios y si se le hubiese concedido el Oscar a Diana Winyard por su interpretación como Jane Marryot no hubiese extrañado en absoluto. No obstante, y es un "pero" menor, peca de sobrecarga de tintes dramáticos y de casualidades casi imposibles. Los caminos de ambas familias vuelven a entroncarse, de forma absolutamente dramática, en el tramo final de la película, hecho poco creíble pero que LLoyd aprovecha para "poner a cada uno en su sitio". La secuencia de Jane Marryot expulsando de su casa a Ellen Bridges es absolutamente magistral y viene a ser como el último coletazo de una clase social que se resiste a que otra clase social se instale escaleras arriba.

De visión obligada y plenamente satisfactoria.







sábado, 23 de mayo de 2009

LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DIAS (MICHAEL ANDERSON - 1956)

Para muchos Julio Verne nos huele a lecturas infantiles, a novelas de la famosa colección Historias, a lamparitas de mesa de noche, a 80 días y a 5 semanas y a otras muchas cosas que el viento sin duda se llevó. Por ello, al ver esta película, uno se reencuentra con sueños que fueron arrastrados hacia las cunetas devoradoras de la vida y, tal vez, con alguna que otra realidad gratificante. Dicha esta primera y petulante reflexión, la película deja buenas vibraciones, no se si tantas como para recibir el máximo galardón académico, pero las suficientes para reconocer que es un meritorio trabajo de Michael Anderson como director, de Lionel Lindon. como responsable de una excelente fotografía que hermosea aún mas un mundo que, a pesar de nuestras iniquidades era y sigue siendo hermoso, y de la batuta directora de Victor Young dando ritmo y compás a una partitura mas que notable.

Probablemente, y en la medida que el mundo ha empequeñecido, a lo cual no es ajeno el auge de los transportes, el boom de Internet y la supremacía sobre los demás, del llamado cuarto poder (el de las comunicaciones) la vuelta al mundo puede darse, virtualmente, en 80 nanosegundos y hasta en menos, que uno no anda muy puesto en milimétricas temporales y además aquellas fotografías en sepia de Verne se han quedado desenfocadas a velocidades vertiginosas. Ello no implica que la película haya desmerecido sino simplemente que hay que cambiar nuestra mentalidad y verla, si es posible, con aquellos ojos a los que vencía el sueño fijos en una viñeta que mostraba a Philleas Fogg y a Picaporte surcando el cielo con un majestuoso globo sobre los castillos del Loire.

Quiero detenerme en el gran plantel de actores. David Niven tiene una apariencia tan británica que sería difícil encontrar otro actor tan ajustado al papel. Mario Moreno “Cantinflas”, pone la nota de un humor muy distinto al inglés. Mucho más meridional e hispano, o mexicano si lo prefieren, pero con el equilibrio justo entre el humor inteligente y la comedia bufa, sin astracanadas fueras de lugar ni secuencias fáciles de risa floja. El baile que se marca Cantinflas en la taberna española quiero calificarlo de genial, lo mismo que su actuación en el ruedo al lado de un diestro de la talla de Luis Miguel Dominguín. Al lado de ellos, una larga lista de auténticos divos/divas de las tablas. Shirley MacLane, Charles Boyer, Peter Lorre, John Carradine, George Raft, Fernandel, Frank Sinatra en cameo y, entre otros muchos, Marlene Dietrich, reconocible al instante por sus piernas enfundadas en medias de seda negra al más puro estilo Lola, Lola (El ángel azul).

Esto es un retorno al pasado, no el de Tourneur sino el nuestro. Ya sabemos que el cine hoy es de otra manera y que hay otras historias que rompen y rasgan mucho más que las de Verne. Al menos yo lo se pero ¿Qué le hago? si todavía me sorprendo al descubrir que viajando en la misma dirección que el sol se gana un día…


miércoles, 20 de mayo de 2009

HANGOVER SQUARE (JOHN BRAHM - 1945)


Problemas relacionados con el peso y la dieta hicieron que Laird Cregar, protagonista principal de esta película y tan desconocido como ella, muriese dos meses antes de su estreno. Corolario luctuoso y ciertamente macabro a una película francamente buena, Hangover Square, traducida curiosamente al castellano como Concierto macabro, de un director alemán revindicado por los seguidores de un género mezcla de terror y realidades envueltas en neblinas londinenses.

La coherencia de la historia contada es sin duda uno de los elementos que no pueden faltar en este tipo de films, so pena de quedar catalogado en otro género cinematográfico donde la fantasía, la irrealidad y en muchas ocasiones, una imaginación excesivamente desatada, se adueñan de los argumentos. No es el caso de Hangover Square que resulta perfectamente real y creíble aunque nuestros conocimientos y experiencias en materias freudianos no vayan más allá de los “test” de cultura general. La posibilidad de que determinadas frecuencias ruidosas sonoras desencadenen situaciones límites psicológicamente hablando, resulta creíble sin necesidad de doctorados en la materia. Y si no lo es, pues deberían inventar algo para que lo fuese. Queda dicha la base del argumento. Ahora, aquí, como en las pizzas, el secreto no solo está en la base sino también en la masa y en los ingredientes. Y los ingredientes son de primera calidad.

La pimienta, imprescindible en una pepperoni, la pone Linda Darnell, tan melosa como odiosa y de cuya interpretación he leído comparaciones con la de Ángel o Diablo de Preminger. Pues va a ser que no. Pero, lo hace bien y llegamos a odiarla por su descarnado engaño al inocentón de turno. La escena de presentación es todo un ejemplo de “frescos del barrio” mezclados y agitados con aquellas historias de la frivolidad que contaba Chicho Ibáñez Serrador. Linda es un poco o un mucho la Iran Eory de nuestras nocturnidades y es inherente, consecuente y subyacente, imaginar censores, tijera en mano a la caza y rotura de la película tan solo por su escena cabaretera, babas caídas de la audiencia. La imprescindible coherencia, algo así como la mozzarella o el orégano, la ponen Faye Marlowe como chica buena y enamorada de verdad y George Sanders, la cordura médico policial al servicio de la verdad y miembro de honor del club de la buena gente.

Y en la masa, la música excepcional de Bernard Herrmann, como no podía ser menos tratándose de una película que trata de músicas excepcionales y una fotografía de nota cum laude de Joseph LaShelle. Hay que verla y degustarla. Digerir incluso lo macabro. Sentir que el fuego, de alguna manera lo purifica todo. Y por último, darnos cuenta que un artista en su proceso creativo asciende hasta el umbral donde el juicio se va de copas con la locura.



lunes, 18 de mayo de 2009

ROPE OF SAND (WILLIAM DIETERLE - 1949)


Un mismo productor (Hal B. Wallis) y bastantes de los actores que contribuyeron al éxito de Casablanca (Paul Henreid, Peter Lorre, Claude Rains) no consiguen lo que logró la película de Curtiz. Bogart, el café de Rick, el “tócala otra vez, Sam”, Ingrid Bergman y aquel “siempre nos quedará París” son irrepetibles y ni siquiera Wallis, dinero en mano pudo conseguirlo.

Dicho esto, que era inevitable decir dado la identidad de perfumes entre ambos films, hay que darle al Cesar lo que del Cesar es, y reconocer que el trabajo de Dieterle es francamente interesante contando con actores de excepción a los que si añadimos un genial Burt Lancaster, un profesional Sam Joffe y una francesita, descubrimiento del productor, Corinne Calvet, estamos rozando el “rien ne va plus”. Plus que se consigue con la excelente fotografía de Charles Lang, uno de los grandes del oficio. Los sobornados, La conquista del Oeste, Los siete magníficos, Sabrina o Con faldas y a lo loco, son algunos de los títulos que le avalan.

Todo sería nada, sin una historia atrayente. Y se dispone de ella. Un coctel, mezclado no agitado, de codicia, bajos instintos, sensualidad, hipocresías, amistad y sadismo, servido en copa de diamantes y aderezado con un buen chorro de desierto, arena y sol, que interesa lo suficiente para atraparnos y, a pesar de algún que otro giro que se enrevesa y retuerce más de lo conveniente para la salud mental de un espectador medio, nos deja plenamente convencidos de las cualidades artísticas y profesionales tanto de Dieterle, al mando, como de Lancaster, Rains, Lorre y hasta de la “nena” que promete…

Una aviso para navegantes: Hay que currárselo en Internet para hacerse de una versión inteligible para quienes no dominamos el inglés salvo que sea muy muy pequeño y se deje, pero se consigue. También he visto una traducción del título Rope of sand como La Incitadora, lo cual no es mentira pero tampoco es del todo cierto. No se confundan, la cosa tiene sus provocaciones pero no tantas como para llenar los rótulos del neón.

Mi interés por la filmografía de William Dieterle creo que resulta evidente en este blog. Y no decae, más bien todo lo contrario.





viernes, 15 de mayo de 2009

LA MUJER DEL GRANJERO (ALFRED HITCHCOCK -1928)


Uno de los primeros films de Hitchcock con una temática bien distinta a la que le haría mundialmente famoso. Aquí, en un claro proceso de ubicación en el mundo cinematógrafico, Hitchcock explora el género de la comedia. Empeño arriesgado y difícil, pues ya se sabe la delgada línea que separa la comedia del esperpento. Hay que afilar mucho el lápiz para conseguir unos diálogos de humor inteligente o, en su sustitución, dado que estamos ante un trabajo de cine mudo, unos gags gestuales capaces de provocar la risa franca del espectador y no muecas condescendientes.


Hitchcock es un excelente hombre de cine, por cuyas venas corría eso, precisamente cine. Y lo hace bien. No tiene el título de Hitchcock magistral que el tiempo y el suspense le concederían. No. Pero consigue un humor inteligente. Un cierto "toque Hitchcock" por establecer un símil con uno de los reyes del género. Frases como la de la esposa en su lecho de muerte dirigiéndose a la asistenta: " No te olvides de airear sus calzones" o ver a una de las damas elegidas por el granjero presa de un ataque de histeria, son momentos que dan un valor irrepetible al tiempo dedicado a este film.

Película llena de sugerencias, que, como buen cine silente, deja que sea el espectador quien aprehenda las ideas que Hitchcock va dejando por ejemplo en una silla vacía frente a la chimenea y que a la postre se convertirá en un elemento revelador. Los diálogos precisos y los gestos necesarios para que sintamos la sorpresa o la frustración de su protagonista. Los trabajos de Jameson Thomas y Lillian Hall-Davis, plenamente satisfactorios, especialmente ella, a quien ya vimos en The ring.

No sé si se perdió un excelente director de comedias. Dirigía bien. Pero, en verdad el cine ganó un mago... el del suspense.








martes, 12 de mayo de 2009

EL LADRON DE BAGDAD (RAOUL WALSH - 1924)

 

En este siglo XXI donde el cine se ha beneficiado de una tecnología informática impensable unos cuantos años atrás, puede no parecer muy normal que nos sigan sorprendiendo los artesanales efectos especiales de una película rodada en 1924 por un cineasta de la talla de Raoul Walsh, pero les aseguro que así es. No hay comparación posible con los FX actuales pero tienen el encanto de lo primitivo, de lo arqueológico. ¿Que es mejor, un Velazquez o las pinturas rupestres de Altamira? Preguntas sin sentido en busca de respuestas con sentido.


El ladrón de Bagdad no puede verse con los mismos ojos que acaban de ver Matrix o similares. Con todos mis respetos para Matrix que me parece una excelente película. Hay que cambiar el chip. Disponernos a vivir el sabor de la aventura, de los cuentos de las mil y una noches en Arabia, en el Bagdad de los sueños y de las fantasías. Ver como vuelan las alfombras. Escuchar el canto de las sirenas. Hablar con el viejo del mar. Trepar por cuerdas imposibles. Ser Príncipe de los Mares y de las Islas por un día.


Es cierto que es una película de nuestras abuelas protagonizada por el Clooney de nuestras abuelas (Douglas Fairbanks), pero eso no descalifica la película "per se", sino que tan solo nos obliga a situarnos en una posición temporal distinta y a valorar en lo que se merece una película inmortal con unos decorados que son, ni más ni menos que aquellos cuentos con los que se arropaban nuestras noches infantiles. La sombra de Aladino e incluso la de Alí Baba se ciernen sobre nuestros ojos amigablemente.


Es cierto que Fairbanks anda algo pasado de teatralidad. Es cierto que la verdadera estrella femenina de la película es una Anna May Wong en su papel de esclava mongol. Es cierto que a la película le hubiese sentado de maravilla un color que estaba pero que no estaba. Todo ello es cierto. Como también lo es esa frase escrita en el cielo oriental de que la felicidad hay que ganársela. Les aseguro que viendo esta película, con los ojos libres, se gana antes.






sábado, 9 de mayo de 2009

EL EXTRAÑO DEL TERCER PISO (BORIS INGSTER - 1940)




Las compañías cinematográficas necesitaban producir cierto números de " lower-budget features" ( películas de bajo presupuesto) para mantener sus estudios y costearse trabajos de mayor envergadura. Actores noveles o semi-retirados, algún que otro "gancho" con atractivo y bajos presupuestos en exteriores y decorados, son algunas de las notas destacadas de lo que se conoce como cine serie B.

El extraño del tercer piso contiene todos estos elementos, pero suple sus inevitables carencias monetarias con algunas notas de calidad que, es de justicia, sean reconocidas. Les estoy hablando de la excelente fotografía de Nick Musuraca al que recordamos entre otros trabajos por La mujer pantera de Jacques Tourneur. La cámara de Musuraca es perfectamente reconocible especialmente en la secuencia onírica del protagonista donde éste sueña sufrir un situación similar a la del hombre condenado por su testimonio. Los juegos de contrastes entre luces y sombras nos transportan al cine de Tourneur pero también al de Lang con sus rejas carcelarias, sus oscuridades convenientes y su mezcla no agitada, de expresionismo y surrealismo.

Probablemente las sombras pretendieron ocultar las "vergüenzas" de un presupuesto extremadamente bajo, cuya parte del león probablemente fuese para un Peter Lorre que ofrece una de sus participaciones cinematográficas más breves y silentes que se le recuerda (tan solo unas breves frases en la secuencia final). Pero aún así, se trata de sombras de categoría.

Por lo que hace al resto del film entresacar la actuación de Elisha Cook Jr. quien siempre es centro de atención en todo cine negro que se precie. Y hablando de cine negro, reseñar cierta polémica respecto a si este film fue el primero del género o no. Probablemente los orígenes del cine negro haya que ir a buscarlos a Francia, de ahí su habitual denominación de "film-noir". En cualquier caso, quede constancia de esta circunstancia.

Les he expuesto los argumentos para ver esta película. También los hay para lo contrario. Demasiadas reflexiones, rayando el film psicológico, o un desenlace demasiado acelerado, como si se les estuviese pasando el arroz o les estuviesen esperando para cenar. Ustedes tienen la última palabra.





viernes, 8 de mayo de 2009

NACIDO PARA MATAR (ROBERT WISE - 1947)


Por partes. Despacito y buena letra, que se dice.

De Lawrence Tierney se destaca su parecido con George W. Bust y sin embargo a mí me recuerda también a Ben Affleck cuyas cualidades expresivas son las de una estatua de la isla de Pascua. Por ello está " perfecto" en su papel de psicópata asesino al que le da lo mismo ocho que ochenta. Seguramente no debió esforzarse mucho. Su rostro tenía la hierática suficiente para el papel.

Punto y aparte para el resto:

Excelente Claire Trevor de quien aún conservo el impacto que me produjo su actuación en Cayo Largo de Houston, en su papel de esposa de mafioso, alcohólica hasta las cejas, vendiendo la vergüenza por un trago. Merecidísimo Oscar. Aquí lo hace bien, muy bien, en un papel difícil, de los del "oremus" perdido entre el dinero, la maldad, las conveniencias sociales y los deseos inconfesables. Buena nota también para Elisha Cook Jr. ese secundario imprescindible en todo film noir que se precie y cuyo aspecto débil y aniñado esconde más retorcimientos que un sacacorchos. Y, superando la prueba, Walter Slezak como detective cuyo despacho son los bancos del parque y cuyas probabilidades de mejora profesional pasan por afianzarse alguna "bufanda" que abrigue lo suficiente.

Todo ello se quedaría simplemente en buenas intenciones sin un argumento consistente. Llegados a este punto hay que decir que la historia puede resultar creíble en la medida que seamos capaces de liberarnos de nuestra visión oxidada de una realidad donde las cosas suceden por motivos, confesables o no. Aquí la maldad es "per se". Visceral. Ya me entienden. Ajustadísimo el título: Born to kill. Algo así como incorporar al lobo en una sociedad de suculentos corderos dispuestos al degüello. Una propuesta cinematográfica dura, no tanto en las formas como en los fondos para la sociedad de su tiempo, y que se disfraza de dramático cine negro con los roles cambiados. La mujer fatal deviene hombre. La pulsera tobillera de la Stanwyck se hace apostura masculina.

Trabajo y más trabajo para Robert Wise, quien saca al tema un excelente partido. No lo hace creíble. Los milagros solo lo son en la medida de su escasez. Pero lo hace interesante y absorbente, ayudado por un magistral B/W y una banda sonora que acompaña a la perfección. Nosotros, los espectadores, seguimos siendo incrédulos pero absortos.



jueves, 7 de mayo de 2009

GENUINE: A TALE OF A VAMPIRE (ROBERT WIENE - 1920)


Hablar del expresionismo alemán en el cine es hacerlo de un género que apostó por la búsqueda de propuestas visuales innovadoras para su tiempo y donde la fotografía alcanzaba su perfección captando el elemento más claramente explícito del cine mudo: El gesto. Robert Wiene se maneja bien en este terreno y lo demuestra en Genuine, película alemana de 1920, sobre un guión de Carl Mayer, colaborador habitual de maestros como Murnau (El último) o del propio Wiene en El gabinete del Dr. Caligari y donde al gesto y la expresión deben sumarse los decorados tan irreales como artísticos y una partitura musical repetitiva pero perfectamente acoplada.


Debe decirse que Genuine dura en su versión comercializada 43 minutos. Ciertamente se nos hace breve sin tener la impresión de que se nos haya escamoteado algo, aunque es seguro que existe una versión completa en el Munich City Film Museum. Es probable que las osadías eróticas del film hubiesen aconsejado ciertos recortes. Aun así la carga sensual de su protagonista femenina, Fern Adra, es uno de los activos del film, por mucho que se criticase a la actriz por su actuación más sugerente que expresionista propiamente dicha. Puede ser. No obstante la película no se mueve por la teatralidad de, por ejemplo, Las Manos de Orlac sino por otros cauces, algo más suaves en el gesto aunque, formalmente, con las tintas bastante cargadas. Baste recordar los peinados surrealistas estilo Durán-Durán de algunos de sus personajes. También su innovador coloreado a base de filtros resulta un elemento que, podrá gustar más o menos,pero que,cuando menos, resulta un loable intento de explorar nuevos terrenos cinematográficos.


El título conocido de la película, Genuine. A tale of a vampire, conducía a pensar en dráculas sanguinolentos. La cosa no va por ahí. Siendo "generosos" podemos encontrar una relación entre las relaciones oscuras y macabras de la bruja sacerdotisa Genuine con la muerte. Su obsesión por ella, aunque preferentemente más con la ajena que con la propia. Salvo que la parte mutilada y preservada en el museo muniqués demostrase otra cosa. Hay otro subtitulo mas apropiado; La tragedia de una casa extraña,


Necesaria para el mejor conocimiento del cine expresionista alemán de aquellos maravillosos "chalados" que tantas horas de arte nos han dejado.


viernes, 1 de mayo de 2009

EL FILO DE LA NAVAJA (EDMUND GOULDING - 1946)



Año 1946. Darryl F. Zanuck, productor, espera que Tyrone Power finalice sus prestaciones militares a la bandera estadounidense para iniciar el rodaje de esta obra de Somerset Maugham bajo la dirección de Edmund Goulding (Mister 880), fotografía de Arthur C. Miller (¡Que verde era mi valle!, La ruta del tabaco, etc.), y música del maestro Alfred Newman. Y a decir verdad, la elección de Power, a pesar de mis iniciales reticencias, la he acabado valorando en lo que se merece, que, después de más de dos horas de película, es ciertamente bastante. Y no es fácil dar la talla durante tanto tiempo, especialmente si se tiene enfrente una actriz de la talla de Gene Tierney, tan hermosa como malévola, recordando muy mucho su interpretación de Ellen en "Que el cielo la juzgue" de John M. Sthal y a otra del calibre de Anne Baxter.

Mención especial y merecidísimo Oscar para Anne Baxter quien nos volvería a maravillar en 1950 de la mano de Mankievicz en "Eva al desnudo", ese mano a mano interpretativo con Bette Davis de oponente y oscuro objeto del deseo. En "El filo de la navaja" da vida a Sophie, amiga de los años jóvenes a quien la vida no trata precisamente demasiado bien. A decir verdad, la vida no trata bien a nadie y menos allá por aquel año 1929 en que las fortunas vivieron peligrosamente y donde solo personajes un tanto snobs, pirandellianos y probablemente con información muy privilegiada, caso del tío Elliott, sobrevivieron a duras penas en un pseudo exilio parisino. Muy bueno también el trabajo de Clifton Webb, con sus amaneramientos más reales que interpretativos, nominación asimismo incluida.

El filo de la navaja fue una novela de éxito escrita en 1944 que, por sus propios méritos y, sin duda, también auspiciada por el tirón de la obra fílmica, se hizo un hueco importante en el mercado literario. La dualidad entre trascendentalidad (el viaje “iniciático” de Larry a la India y su aprendizaje de un gurú) y materialidad (la vida “cómoda” de Isabel a la que no renuncia ni por un amor real) son las líneas maestras de una película donde coexisten la búsqueda del bien y la verdad con una cruda y dura realidad que no duda en descender a los escalones más bajos de la dignidad con tal de satisfacer sus propósitos.

Película cargada de filosofías, de preguntas y dramatismos que, sin duda, es de visión muy recomendada.