lunes, 30 de noviembre de 2009

EL SABOR DE LAS CEREZAS (ABBAS KIAROSTAMI - 1997)



Es complicado hacer una crítica medianamente seria de esta película sin dar lugar a interpretaciones equivocadas. Intentaré explicarme:

Imagino que para un espectador oriental, el cine de Occidente “rasgará” cuando menos detergidos conceptos culturales. Lo mismo sucede a la inversa. Y esto es enriquecedor. Mi apoyo a cualquier iniciativa que divulgue filmografías sociológicamente diversas. Si algún día se consiguiese esa utópica convivencia en paz entre los seres humanos no cabe ninguna duda que sería a través del recíproco conocimiento. Y aquí es donde entran todas las manifestaciones artísticas, entre ellas el cine.

En la medida que tal conocimiento, hoy por hoy, es muy superficial y muy lejano de ese objetivo del que les hablaba, calificar negativamente esta película lo único que demuestra es que quizás no hayamos entendido nada y que nuestra occidentalidad nos ha puesto una venda en los ojos y en nuestra sensibilidad, de tal manera que estamos totalmente incapacitados para comprender y valorar.

En este orden de cosas, la película me ha dejado una sensación dulce como el propio sabor de las cerezas. Las reflexiones de un suicida frustrado por un árbol de picotas son un canto a la vida, en Irán, en Mozambique o en Brooklin. La parábola a lo Jorge Bucay me parece excelente. Incluso ese temor entre atávico y religioso a no ser enterrado me parece una oferta de reflexión.

Pero el resto me aburrió. El sabor de las cerezas se me volvió áspero en la boca de tanta arena. Las interminables vueltas y revueltas como copiloto del todo terreno me produjeron oleadas de sopor difícilmente resistible. La propuesta de reflexión cinematográfica no precisaba casi dos horas de monotemática machaconería.

Estoy dispuesto a aceptar que el problema soy yo. ¿Qué le voy a hacer? Si he nacido en un mundo de bloques, religiones y fronteras, que intento comprender, pero donde todavía hay cosas que se me resisten… Lo seguiremos intentando.



jueves, 26 de noviembre de 2009

LIGERAMENTE ESCARLATA (ALLAN DWAN - 1956)



Aunque suene raro el cine negro no es incompatible con el color. Chinatown de Roman Polanski es uno de los ejemplos coloristas más notables. Sin embargo los claroscuros y la mezcla en sabias proporciones de luces y sombras le sienta al "noir" como anillo al dedo, máxime cuando, como sucede en Ligeramente escarlata de Allan Dwan, la película resulta irregular, juntando momentos interesantes con otros en lo que se resquebraja casi por completo. Es entonces cuando el trabajo fotográfico puede echarle un capote a los guiones con agujeros. No sucede así en el caso que nos ocupa donde el color impregna la cinta de tonos kitsch y barrocos.

No obstante hay una razón de peso para estos colores años 60 y a lo Corman. Las dos pelirrojas. Estoy plenamente convencido de quienes sitúan al film un par o tres escaños por encima de su ubicación natural lo hacen plenamente impresionados de estas dos féminas de vestidos ajustados, cruzados mágicos y red hair, Rhonda Fleming y sus pantaloncitos así como Arlene Dahl con sus necesidades vitales pidiendo "raining men, aleluya" después de un período de reclusión, desvían la atención de una trama que, interesante al principio, va decayendo a medida que el film avanza.

Y el caso es que la cosa empieza bien, con un tal Marlowe (no Philip) luchando desde los medios de comunicación contra la mafia local y auspiciando a un candidato a la alcaldía capaz de acabar con la corrupción. Aquí debo decir que Dwan no nos propone un juego de ilusos. No. Se impone la realidad. Y a mafia muerta, mafia puesta. Y en el interín el tal Norman Marlowe pasando, a través de la ventana a mejor vida. Hasta ahí todo correcto, interesante y con ciertas dosis de originalidad. Sin embargo la segunda parte del film es un estudio de las consecuencias para la vida diaria de la corrupción municipal. Y ese es el punto donde se plantea el siguiente dilema moral: Si usted quisiese liberar a un familiar querido del peso de la justicia y pudiese acudir a estas vías de solución. ¿Lo haría o mantendría su integridad? Esta moralina es la que no me acaba convenciendo aunque reconozco que Allan Dwan la incardina aceptablemente en el contexto de la trama.

Eso sí, las dos pelirrojas en la "bagarre" que dirían los franceses, se dejan ver.



jueves, 19 de noviembre de 2009

CHARADA (STANLEY DONEN - 1963)





Stanley Donen (Un americano en Paris, Cantando bajo la lluvia, Siete Novias para siete hermanos, Una cara con ángel) cambia el musical por el suspense a lo Hitchcock y nos ofrece la película más auténtica de Hitchcock que Hitchcock nunca filmó. Lo cual no es poco. Sin embargo este es una línea de pensamiento que necesariamente acaba estrellándose contra la realidad pura de que Don Alfredo no hay más que uno y a Donen lo encontramos en el musical.

Dicho así parece que Charada sea un producto poco interesante. Nada más lejos de la realidad. Que Donen no sea Hitchcock o que el Cary Grant de Charada diste una inmensidad del Mr. Kaplan de Con la muerte en los talones, solo quiere decir eso, que de las odiosas comparaciones Donen resulta en desventaja. Pero Charada es una buena película, sin llegar a obra maestra, y muy entretenida, tanto que las dos horas se pasan prácticamente sin darnos cuenta. Y no les quepa duda que el entretenimiento, en estos tiempos que corren, es un activo a considerar.

La música de Mancini, un lujo, el niño y la pistolita, un grano en salva la parte, los diálogos, ágiles y certeros a la diana, Audrey, un amor, Cary un señor mayor con 59 tacos (se resistió a aceptar el papel por la gran diferencia de edad), los bandidos malos a lo Dalton y un tanto estereotipados, la gendarmerie en la luna, parisiense eso sí, y la CIA pues cambiando tanto de nombre como Mortadelo en la TIA cambia de disfraz. Y no me olvido de un Walter Mathau algo inusual pero dejando firma.

Hay que verla. Previamente se lavan los ojos y ponen en cuarentena las células grises de la memoria para desvincularse lo más posible del cine de un orondo director inglés, y empiecen a pasarlo bien. Especialmente recomendable en caso de empacho de Fassbinder, Rohmer o similares.

Todo ello dicho, claro está “con un respeto imponente”…

lunes, 16 de noviembre de 2009

LA SEÑORA MINIVER (WILLIAM WYLER - 1942)




Leo algunos comentarios acerca de este film de William Wyler y tal parece que el director deba pedir perdón por rodar en 1942 una película sobre acontecimientos que estaban sucediendo, para desgracia de la humanidad, por los mismos años. En los años 40 y 41 Inglaterra estaba siendo bombardeada por la Luftwaffe alemana con un saldo de 43.000 muertes y un millón de viviendas destruidas. Por ello, discrepo de quienes piensan que es una película para que la vean las madres. Es una película para todos. Para que nadie olvide la lección y debamos repetir curso.

Dicho esto, estoy de acuerdo en que hay muchas maneras de contar la historia. Puede hacerse desde la cruda y sangrienta realidad o desde la sencillez de lo cotidiano. Y William Wyler escoge este camino. El camino de la manipulación del espectador. Porque soy plenamente consciente de que Wyler me está manipulando. Pero lo malo no es eso. No. Lo malo es que me gusta que me manipule, que me lleve y me traiga, que me haga reír y me haga crispar. Porque lo de "Bombardeo, milady" dicho por un envarado mayordomo supone una sonrisa y se queda en pura anécdota, pero contar el cuento de Alicia en el país de las Maravillas a tus hijos en un refugio antiaéreo en pleno bombardeo es de un impactante de cojones.

Debo precisar y lo hago, que ser manipulado no significa que uno sea un crédulo de narices y piense que no existían conflictos sociales en la Inglaterra de los 40, que todo eran "rose garden,s" y que "tó el mundo es güeno y tó el mundo es mejor". Sé bien que el jefe de estación lleva las de ganar. Que milady es una buenaza en el fondo. Y que todo ello solo es así en las películas. Que la vida real es otra cosa. Pero me gusta que William Wyler me haga ver la dureza de los acontecimientos desde un prisma de humanidad, aunque luego los "clubs de la buena gente" escaseen. Lo hizo en "Los mejores años de nuestra vida" y me gustó, ¿Porqué no iba a gustarme ahora? Aunque no salgan chorros de sangre de la pantalla y no se esparzan los sesos por la moqueta, sé que esta guerra fue la más cruenta de la historia del hombre y aunque Wyler me la cuente a su modo les juro que me llega.

Seguro que en los 50 no le hubieran dado 6 Oscars pero en el 42 fueron todos merecidos. Y desde luego el de Greer Garson como mejor actriz también. ¿O es que también es criticable que le tocase interpretar un personaje con tanta fuerza?


sábado, 14 de noviembre de 2009

EL HOMBRE DE NEVADA (GORDON DOUGLAS - 1950 )




Suscribo la idea de reivindicación del western. Los géneros cinematográficos en ocasiones se gastan de tanto usarlos y algo así ha sucedido con el western, hasta el punto que las contadísimas reposiciones televisivas de películas del Oeste suelen producir en muchos espectadores, especialmente los de las generaciones más actuales, cierta actitud de rechazo.

Lo cierto es que la cosa tiene su explicación desde la óptica de los tiempos y las modernidades, pero no desde el punto de vista de la calidad. El western tradicional nos ha dejado muchas obras maestras, bastantes excelentes trabajos y algún que otro fiasco, que de todo debe haber en la viña del señor. Incluso, las contadas ocasiones en que el cine más actual se ha aproximado al wild west y a sus leyendas, se han saldado con aceptable éxito.

Hablar de western seguro que es hablar de John Ford, de Anthony Mann, de Delmer Daves, de John Wayne, Gary Cooper o James Stewart, pero también de Gordon Douglas en la butaca directiva y Randolph Scott al caballo. Y el mismo Douglas que me sorprendió positivamente en Río Conchos, en esta película "The nevadan" demuestra profesionalidad a raudales y buenísimos conceptos cinematográficos.

Partiendo, como eje central, de un planteamiento no demasiado original: La huída de un bandido para recuperar el oro escondido fruto de un antiguo golpe, Douglas vertebra diferentes historias que dotan de contenido e interés al film. La desmedida codicia del cacique del pueblo, la típica e imprescindible historia sentimental, la peligrosa amistad del jerarca y su socio y los ocultos intereses de los improvisados compañeros de caminos, dan consistencia a un film que podemos incluir entre esos excelentes trabajos de los que les hablaba antes.

Y es que el cine de vaqueros, de indios, de diligencias, de mineros atacados por la fiebre del oro, es un cine seguro. Seguro de entretenimiento.



miércoles, 11 de noviembre de 2009

LA BELLA MAGGIE (ALEXANDER MACKENDRICK - 1954)



Parece que estos tiempos de acelerados adelantos tecnológicos están haciendo cambiar al mundo. Sin embargo si dejamos de mirarnos el propio ombligo nos daremos cuenta de que el mundo nunca ha dejado de cambiar. Es probable que últimamente los cambios se produzcan a mayor velocidad, pero en todo tiempo y en todo lugar ha existido lo viejo y lo nuevo como prueba evidente de un mundo en transformación.

Alexander Mackendrick en “The Maggie” es testigo y narrador del cambio (año 1954) en lo que al comercio naval se refiere, exponiendo ante los espectadores tanto los transportes artesanales tradicionales en viejas barcazas dirigidas por independientes marineros-lobos de mar, un tanto a lo Popeye, como la modernización del sector a través de navieras que dirigen las operaciones comerciales y que cuentan con su propia flota. El propio capitán MacTaggart, en la cantina, ante las burlas de sus colegas, defiende su independencia ante la subordinación de los demás. Sin embargo, nos damos cuenta de que MacTaggart y su tripulación así como “The Maggie” nadan a contracorriente de los tiempos y que pronto serán engullidos por un futuro que no tiene piedad de quienes no toman su tren.

“The Maggie” es un cuento. Con cosas de esas que solo pasan en los cuentos. Un cuento que se viste con la falda escocesa y a cuadros de los mares de Glasgow y de otros lugares donde los marineros cazan faisanes, cumplen cien años y se casan por amor. Un cuento con ribetes de comedia social, esa comedia que tan bien se les da a los ingleses, probablemente porque saben investirla con su propio y característico humor. De cualquier modo, aquí el humor es un tanto más amargo de lo acostumbrado. Como en Whisky Galore o en El quinteto de la muerte, sigue siendo inteligente, pero aquí a la sonrisa se le añade un rictus de tragedia, debido al destino inflexible de mundo que se desmorona empujado por otro que se levanta.

Los viejos marinos, a diferencia de los roqueros, sí mueren. Y esta es la crónica.

Y mientras tanto el grumete se pregunta ¿Por qué?



miércoles, 4 de noviembre de 2009

EL CUERVO (FRANK TUTTLE - 1942)


7 películas coprotagonizadas hicieron de la pareja Ladd-Lake una de las más afamadas de Hollywood. Sinceramente creo que vale la pena revisarlas especialmente si, como en este caso, el guión de Albert Maltz (uno de los diez escritores en la lista negra maccartiana) se basa en una cuento de Graham Greene, muy bien trabajado por Maltz y con una fotografía excelente "cine negro en estado puro" de John F. Seitz, habitual de Billy Wilder con quien trabajó y fue nominado en Perdición, Días sin huella y en la excelente Sunset Boulevard.

El cuervo es cine negro en subgénero psicológico. Desde la escena inicial se atisba la complejidad de los personajes, especialmente Raven (Alan Ladd) quien demuestra un loable interés por los gatos al tiempo que destila inmutabilidad y sangre fría ante un asesinato, intuyéndose además un conflicto interno muy relacionado con el sexo femenino. No terminan ahí los tintes psicológico-psiquiátricos. Willard Gates (Laird Cregar) no tarda en derrumbar toda su enormidad física ante el miedo a la venganza de Raven, Y algo similar cabe decir del sadismo y falta de escrúpulos de su chofer, asistente y guardaespaldas, Tommy (Marc Lawrence).

La psicología resulta ser una virtud en una película como esta, pero, como suele suceder, las virtudes suelen ir acompañadas de algún que otro pecado, venial eso sí, y así sucede que no todos los actores resultan creíbles en los terrenos freudianos. Perkins en Psicosis nos dio una lección positiva en este aspecto, pero Cregar exagera las notas y Ladd está muchísimo más a gusto en su papel hierático que en los momentos de íntimas confesiones. Claro que, bien mirado, la locura representada de forma coherente sería una birria de locura. Pero, y creo me entienden, hay algunas secuencias donde todo parece ficticio y falto de credibilidad.

Estos pecadillos y encima veniales no enturbian un film de visión obligada que se presta a debates de muchas índoles, incluso a comparaciones con la saga Bond (véase el bolígrafo pistola del industrial químico) y donde Verónica Lake consigue cautivarnos como hermosísima artista de variedades, cantante, ilusionista y mujer fatal pero de las buenas, muy buenas, en el fondo y en las formas. Por su parte Ladd perfecto y en su línea de idénticas seriedades similar a la que nos mostró en La llave de cristal también con Miss Lake.

Se dice que una de las razones para trabajar juntos era su igualdad de pequeñas tallas. Curiosity.


 

domingo, 1 de noviembre de 2009

RIO CONCHOS (GORDON DOUGLAS - 1964 )



A "Río Conchos" llegué algo así como por casualidad. Es caprichoso el azar que diría mi paisano. Sinceramente fue una atractiva foto de Wende Wagner con su trajecito indio, en una pausa del rodaje y sonriendo (lo cual no hace en toda la película) para atraer un primerizo interés por este film y por su director, de quien no guardaba demasiados buenos recuerdos después de aquella "La mujer de cemento" en la que todo era pétreo salvo Raquel Welch. Posteriormente he seguido la filmografía de Gordon Douglas, y pienso seguir, encontrando hasta ahora, trabajos aceptables (Kiss Tomorrow Goodbye) junto a otros francamente buenos (Them! y Río Conchos).

Y eso que, a priori, Rio Conchos es de esas películas que tenemos tendencia a pasar página. Stuart Whitman, Jim Brown y Toni Franciosa, no parecen garantizar nada excepcional más allá de uno de esos adocenados westerns serie B o C o vaya usted a saber que letra. Pues no. Quizás el vestido sea ese pero el hábito no hace al monje y Rio Conchos, siendo serie B, tiene esas notas diferenciadoras de los buenos films y en ello es arte y parte un gran actor, de los que dejan su sello en las películas en que participan. Lo hizo en la supervalorada, a mi juicio, La carta del Kremlin, siendo de lo poco salvable de la película y lo ha vuelto a hacer en esta Río Conchos dando vida a un ex oficial del ejército sureño, frío y vengador asesino de los apaches que masacraron y torturaron a su familia. Estoy hablando de Richard Boone quien junto a Edmond O,Brien en un papel megalómano en la más pura línea Coronel Kurtz de Apocalypse Now, conforman los valores seguros de un film francamente interesante.

Jerry Goldsmith pone la música y eso siempre atrae. El technicolor tiene su gancho. Pero sobre todo, lo importante es una historia vertebrada alrededor de odios y venganzas, todo bien aderezado con la locura de quienes no se resignan a reconocer que Lee se rindió ante Grant en Appomattox. Gordon Douglas dirige todo ello con mano profesional, llevando a los espectadores desde la inicial convencionalidad de muchos westerns hasta un desenlace pleno de acción y donde da solución a los interrogantes que ha ido dejando a lo largo del film.

Al final la presencia de Wende Wagner, esa que captó mi primera mirada, se queda en mera anécdota desbancada por la presencia "apocalíptica" del General Pardee (O, Brien).

Cosas veredes...