miércoles, 30 de enero de 2013

LA CONDESA ALEXANDRA (JACQUES FEYDER - 1937)


Probablemente estemos ante una de las películas pioneras en cuanto al tratamiento de lo sucedido en la Revolución rusa. Basada en una obra de James Hilton, La condesa Alexandra significó un proyecto demasiado costoso para la época, tanto que a la mismísima Marlene Dietrich no pudieron abonarle sus emolumentos al completo. La enfermedad de Robert Donat que obligó a retrasar el proyecto, los numerosos extras y el costoso vestuario, pueden considerarse como la principal causa del fracaso del film en lo económico.

En términos de calidad cinematográfica, las cosas no pintan mucho mejor. Así. Tanto Donat como Marlene Dietrich están correctos, pero ambos son capaces de interpretaciones mucho más lucidas e impactantes para el espectador (esto es especialmente cierto en el caso de la Dietrich). Esta cierta atonía, unida a un tema complicado que se trata de sintetizar en cuatro líneas y sobre el que se pretende no tomar partido, hacen que la película se convierta en una sucesión al galope de escenas donde se simultanean juicios y ejecuciones de rusos blancos por los rojos y viceversa, de gentes que invaden y gentes que escapan, de los mismo trenes que llevan a Siberia una carga distinta antes y después de la revolución bolchevique y la eterna repetición de los mismos vicios con los que se pretendía terminar.

Una película digamos abigarrada, como incapaz de contener tanto acontecimiento. Ciudades que pasan en instantes cinematográficos de unas manos a otras. Aparatosos vestidos que se tornan sencillos trajes de campesina en un pispás . Amores frustrados que acabando de nacer provocan la muerte y el suicidio. Todo vuela, todo sucede demasiado rápido. Y en esa premura no somos capaces de detenernos, poner en orden todo ese enjambre visual y sacar nuestras propias conclusiones sobre la película, la revolución, el comunismo o lo que sea.

Quien mucho abarca poco aprieta, quizás esa sea una de las conclusiones de un film formal e interpretativamente correcto sin más, que moja tal vez demasiado pero cala poco y en el que para no ser injustos, destacamos la buena fotografía de Jack Cardiff, la música de Rozsa y la majestuosidad de una Marlene Dietrich envuelta en gaseosos vestidos o suntuosos trajes de noche, o simplemente asomando sus bellezas entre las espumas de la bañera.

No he comentado mucho acerca de la sinopsis del film pues como comprenderán una película sobre una aristocrática condesa en tiempos de la revolución rusa se cuenta prácticamente sola. Es como el chiste que antes de empezar provoca estruendosas carcajadas, solo que aquí no hay chiste ni mucho menos carcajadas.



Puntuación: 6,40

lunes, 21 de enero de 2013

ÉL (LUIS BUÑUEL - 1953)


Películas como "Él" suelen dormir un cierto sueño de los justos en nuestras estanterías o en el disco duro de los PC esperando el momento propicio de renacer sobre nuestras particulares pantallas de salón. Los programadores, es decir nosotros, acostumbramos a relegarlas a lugares secundarios, como si de platos de segunda o tercera mesa se tratase y de allí solo pueden ser rescatadas por una insaciable voracidad cinéfila. Y es que si París bien vale una misa, Buñuel se merece los poco más de 90 minutos que dura esta película.

Reconozco que el calandés era un tipo difícil. La simbiosis entre sus contantes vitales y su cine era tan profunda que resulta imposible delimitar donde termina su propia realidad y donde empieza la pura ficción, si es que acaso existe. Sin ser un experto en el cine de Buñuel, que no lo soy, es conocido su reconocido ateísmo y su influencia en sus trabajos, así como su vertiente surrealista. Ambas características están fuertemente presentes en "Él". Pero, en esta ocasión, la simbiosis va aún más lejos, en la medida que tanto el protagonista en la ficción como el director en su vida real eran personas extremadamente celosas, aunque del español no se tenga noticias de trastorno mental alguno.

Creo que la película tuvo su momento y su lugar. El México de los 50 era el territorio ideal para la creatividad de Buñuel. Incluso se ha considerado esta película entre las mejores de la filmografía del país centroamericano. El presente es otra cosa. Hoy, los empedernidos cinéfilos, hacemos un salto espiritual en el tiempo, un flashback de más de 50 años, para recobrar sus originalidades, sus provocaciones, su sexualidad, su fetichismo y esa brisa distinta, que bien pudiera decirse revolucionaria, que acompañaba a su cine.  Solo con ese salto y tiñendo nuestras sensibilidades del sepia de los tiempos encontraremos en "Él" a un Buñuel tan auténtico que alguien dijo que la película podría haberse titulado "Yo". Ello no le confiere carácter de obra maestra pero si de obra necesaria, incluso imprescindible, en el conjunto de su filmografía.

Aunque cualquier sinopsis de su argumento se queda corta dada la profusión de elementos buñuelianos que encontramos, digamos que "Él" es, en lo básico, la historia de un adinerado hombre de buena familia y posición social que, en la ceremonia religiosa del Jueves Santo, se enamora de una mujer más joven a la que prácticamente asedia hasta conseguir casarse con ella. A partir del mismo momento de la boda, los celos enfermizos hacen su aparición y su relación se va tensando en un in crescendo de desquiciamiento mental que llega a poner en peligro la vida de su esposa. Si algún audaz amigo se anima a ver el film, puedo prometer y prometo, que encontrará muchas mas cosas aunque es una aventura que hay que trabajársela. Los espectadores mejicanos de su tiempo no supieron valorar el film y su estreno, a pesar del tirón que tenía en taquilla Arturo de Córdova, fue un fracaso. Las críticas a Buñuel fueron duras, tal es el caso del mismísimo Cocteau quien calificó "Él" como suicidio de Buñuel, afirmación que, años mas tarde, debió rectificar.

Se puede hablar del interés de Buñuel por las enfermedades mentales, de su cameo como monje, de su influencia en Vértigo de Hitchcock, etc. De tantas cosas. Mejor la ven…

Puntuación: 7,40


miércoles, 16 de enero de 2013

EL MERODEADOR (JOSEPH LOSEY - 1951)



La verdad es que 61 años (los que van desde 1951, fecha en que se estrenó El merodeador, hasta nuestros días) son demasiados. El hecho de que esta película fuese uno de los detonantes para que Joseph Losey acabase buscándose la vida lejos de los EEUU nos parece hoy algo impensable. Pero así estaban las cosas en aquellos tiempos donde se cazaban brujas que en lugar de escoba llevaban cámaras de rodaje u otras herramientas cinematográficas.

Porque, veamos, cualquier película USA de hoy en día deja de chupa de dómine a unas históricamente sacrosantas instituciones norteamericanas que se salvaguardaban mediante tribunales inquisidores, donde el senador MacCarthy interpretaba el rol de Torquemada, y que no se si, tales tribunales, eran gallegos o creían en bruixas pero las encontraban por todos lados.

The Prowler se soporta sobre dos pilares básicos: Por un lado sobre la fragilidad de un sueño americano que parece otorgar oportunidades para todos, craso error, y por otro, sobre una inestabilidad síquica de su protagonista principal. No puede decirse que estemos ante un psicópata absoluto pero es innegable que el ascenso social por la vía de los revólveres denota cierta condición enfermiza.

Debo dar las gracias a muchos amigos blogueros que me recomendaron este film, máxime después de mi rotundo fiasco con Modesty Blaise. Y es que Losey tiene buenos trabajos, pero el orégano se entreteje más de lo recomendable con las malas hierbas. Este film es orégano puro, y la presencia de otro “brujo excomulgado” como el excelente guionista Dalton Trumbo aporta mucha consistencia a una historia de seres solitarios y frustrados, hartos de sueños destrozados, que hacen del amor un medio y no un fin. En este sentido son muy significativas las palabras dichas por Losey y que quedan perfectamente recogidas en el excelente blog amigo Las cosas que hemos visto:

Para mí, The prowler siempre fue una película sobre los valores falsos, sobre los medios que justifican el fin y el fin que justifica los medios: “cien mil dólares, un Cadillac y una rubia” era el no va más de la vida americana de la época y poco importaba cómo se obtuvieran, quitándole la chica a otro hombre, robando o cobrando el precio de la corrupción. (Joseph Losey a Michel Ciment en Le livre de Losey, 1979)

Hay una frase en el film absolutamente ilustrativa, máxime dicha por un representante de la ley y el orden, presunto guardián de los valores establecidos: 

No soy bueno,pero no soy peor que los demás. Trabajas en una tienda, robas, Si eres el jefe, no declaras impuestos, millonario, compras votos, abogado, aceptas sobornos… Yo era policía: Utilicé la pistola.

Una breve sinopsis acabará poniéndoles en situación: Webb Garwood (Van Heflin) es un agente  que aspira a vivir por encima de sus medios y que se muestra envidioso de quienes parecen haber sido favorecidos por la cara amable de la fortuna. Por un aviso dado a la policía acerca de un presunto merodeador, tiene ocasión de conocer a Susan (Evelyn Keyes) esposa de un conocido locutor que conduce cada noche un programa radiofónico. Las carencias y frustraciones amorosas de ella, evidentes desde el principio del film, son ascuas encendidas para que sople el huracán Weff. El estallido es inevitable y las consecuencias imprevisibles.

Buen trabajo de Heflin, un actor más usual en papeles de seres más o menos atormentados pero con principios. Quizás también el mejor trabajo de una Evelyn Keyes quien, por si no se dieron cuenta, inspiró las facciones - Disney de Campanita

Una muy buena opción para quien no conozca el film.

Puntuación: 8,25



domingo, 6 de enero de 2013

LA LOBA (WILLIAM WYLER - 1941)


EN UN DÍA ESPECIAL: UN REGALO 
(DE REYES)  MUY ESPECIAL.

Encabezando el grupo de películas que hay que ver (antes o después de morir) y si es posible, repetir, está “La loba”, film dirigido por un director magnífico como William Wyler (Vacaciones en Roma, La heredera o La calumnia, entre otras) y fotografiada por un genial Gregg Toland en cuyo acreditado curriculum basta citar Ciudadano Kane de Orson Welles.

La loba es muchas cosas: Un actor de la talla de Herbert G.Marshall, un vestuario esplendoroso, decorados y escaleras para los que se acaban los adjetivos, un guión perfecto, pero por encima de todo La loba es Bette Davis. Y Bette Davis fue la actriz en la que inmediatamente pensó William Wyler trás ver la versión Broadway de la obra de Lillian Hellman "The Little Foxes" con Tallulah Bankhead en el papel de Regina. No lo tuvo fácil para hacerse con sus servicios. Como siempre las productoras no eran generosas en la cesión de sus stars, si bien en esta ocasión la Warner accedió a un trueque con Gary Cooper quien rodaría para ellos El sargento York. Cuentan que, unas astrónomicas deudas de juego de Jack Warner con Samuel Goldwyn, que acabaron  saldadas, contribuyeron al buen fin de la operación.

Bette Davis está simplemente perfecta. Es, junto con Eva al desnudo y ¿Qué fue de Baby Jane?, su mejor trabajo. Su Regina es uno de los personajes más odiosos que haya dado el séptimo arte. Imposible para muchas actrices, difícil para otras, pero únicamente personalidades como la de Bette pueden meterse en su piel y sobrevivir. Y en su caso, con nota cum laude… ¿Qué ayuda el maquillaje? Si. ¿Qué el plano profundo de Toland capta mejor los matices y los sentimientos, favoreciendo esa sensación de malignidad que sobrevuela el film? De acuerdo. Pero el gesto, el ademán, la mirada, los ojos, el rictus, la sonrisa que mata en lugar de acariciar… Todo ello lo pone una actriz irrepetible: Bette Davis.

Un lucrativo negocio de algodón se convierte en el detonante de un conflicto familiar donde tres hermanos se están ya repartiendo los beneficios futuros al tiempo que un cuñado frena el trato basándose en los bajos salarios y la injusta explotación de la clase trabajadora. Un corazón débil, un frasco de medicina derramada y una Regina transmutada en inmovil estatua de sal conseguirán variar el curso de una historia donde no se admite ni siquiera el parpadeo y que nos deja abducidos ante el televisor. Un escaparate donde la codicia pasea sus galas y la ambición se beneficia de las flaquezas y ruindades humanas.

La película optó a nueve Oscars no consiguiendo ninguno. Sin entrar en valoraciones acerca de la justicia o no de los premios otorgados, es innegable que siquiera sea por el número de nominaciones estamos ante una película magistral y única. Una verdadera obra maestra. Y ya que las alforjas iban vacías al volver a pisar, en su salida, la alfombra roja, quede aquí mi puntuación y mi recomendación para todos ustedes.

Puntuación: 10,00


Para saber más:  




miércoles, 2 de enero de 2013

LOS MISERABLES (RICHARD BOLESLAWSKI - 1935)






Richard Boleslawski, otro de esos directores de los que siempre dudamos si hemos escrito correctamente su apellido, no me resultaba un desconocido. El Jardín de Alá y El velo pintado le precedían en mis retinas cinéfilas. La primera, a pesar de la interesante presencia de la diva Dietrich no pasaba de ser un melodrama poco creíble a la par que lacrimógeno. La segunda, con la divina Garbo en todo su esplendor fotografiada por un William Daniels que la mima y la realza, es una obra imprescindible. Esta especie de balanza moviéndose trémula entre los gozos y las sombras se ha acabado decantando hacia su lado más excelso con esta versión de la magnífica e inmensa obra de Victor Hugo, Les miserables. 


Se ha dicho que es la mejor versión cinematográfica de la novela del francés. Nunca acabo de saber cuando algo es lo mejor o no, pero les digo que es una película excelente que sabe recoger el espíritu de la ilustre obra literaria en un prudente metraje que no alcanza las dos horas (la versión de 1934 de Raymond Bernard tenía una duración original de 5 horas y 15 minutos) y donde se estructuran los hechos de la  vida de Jean Valjean (Fredric March) en tres capítulos conectados entre si por la permanente huida del protagonista de su implacable perseguidor el Inspector Jauvert (Charles Laughton), circunstancia que a algunos les traerá recuerdos de la obsesiva captura del fugitivo por el Teniente Gerard. Por descontado, no comparo lo incomparable, sino que me limito a poner algún punto de referencia siquiera lejano para ayuda de quienes desconozcan el argumento de la historia.


No tengo la menor duda de que, en la consideración de posible mejor versión, están las dos grandísimas interpretaciones de March y Laughton, dos actores que pueden considerarse entre los mejores de la historia del cine. A Laughton ya lo califiqué como “posible mejor actor del mundo”. A March no le he echado tantas flores, debo reconocerlo, pero películas como Dr. Jeckyll and Mr. Hyde, de Rouben Mamoulian o Una mujer para dos, de Ernst Lubitsch y esta misma, cimentan una carrera enconmiable y bastante olvidada en la actualidad. En Les miserables ambos están sublimes encarnando roles radicalmente distintos. Su enfrentamiento es algo así como la lucha entre el bien y el mal, entre el verdadero y cristiano sentido de la justicia y la literalidad de unas leyes opresoras e injustas. Sin embargo sus personajes no son lineales sino que muy al contrario se retuercen interiormente en contradicciones personales profundas que los dos actores saben transmitir a base de gestos y expresiones, miradas y silencios, que demuestran tanto su categoría artística como la excelencia en la dirección de Boleslawski y la habilidad fotográfica del gran Gregg Toland. 


Les miserables es la historia de una gran injusticia. Un hombre roba una hogaza de pan para alimentar al bebé de su hermana y es condenado a 10 años de trabajos forzados en galeras. Valjean se encuentra allí con Jaubert, un hecho que marcará su vida. Tras cumplir su condena, su condición de ex convicto le cierra todas las puertas, haciendo imposible su reinserción. Únicamente el obispo Myriel (un excelente Cedric Hardwicke) le da alimento y cobijo, y a pesar de haberle robado su vajilla de plata le trata como un verdadero hermano e incluso le regala dos candelabros de plata que conservará toda su vida y que tienen un significativo lugar en la historia. Estos hechos cambiarán radicalmente la vida de Jean Valjean.


Y volviendo a lo de mejor película, si o no, les dejo el enlace con un blog donde la consideran mejor película del año 1935: http://goodfellamovies.blogspot.com/2009/06/1935-les-miserables-richard-boleslawski.html


Sinceramente, no me hacía falta, se la hubiese recomendado igualmente…



Puntuación: 9,20







FELIZ AÑO 2013 PARA TODOS