Que un director del calibre de Billy Wilder considere a Charles Laughton como el mejor actor del mundo es algo digno de tener en cuenta.
La verdad, esta afirmación no me ha sorprendido en absoluto y aunque eso de situar algo ó alguien por encima del resto sea una atrevimiento además de una misión imposible, debo reconocer que Laughton tiene más boletos que nadie para alcanzar ese hipotético galardón.
No puedo hablar de todos sus trabajos porque algunos no los conozco y otros debería revisarlos para emitir un juicio lo más fundamentado posible. Únicamente voy a hacer referencia a cuatro trabajos suyos que ocupan las primerísimas localidades de mi retina cinéfila.
Quiero referirme a dos obras del director Alexander Korda, tales como Rembrandt y La vida privada de Enrique VIII donde Laughton da vida absolutamente a dos personajes históricos de forma totalmente creíble y ajustada a esa imagen de ellos que tenemos en nuestra mente, fomentada bien por pinturas y autorretratos ó, como en el caso de Enrique VIII por innumerables películas y trabajos sobre el soberano inglés. Charles Laughton sale airoso de la difícil empresa de caracterizar a personajes conocidos tanto por sus obras como por su figura. Borda su papel. Así de claro.
Pero, en las dos películas a las que a continuación me referiré, Laughton se sale materialmente. Es cierto que los papeles son de los que hacen feliz a cualquier actor pero también Charles Laughton es un actor que sabe sacarle todo su partido a cualquier papel y por ello Wilder decía lo que decía.
En Testigo de cargo está inconmensurable, pónganlo en mayusculas si lo prefieren, pónganle cenefas ó escríbanlo con redondilla, como gusten, pero ese Sir Wilfrid Roberts es de los que no se olvidan. Testigo de Cargo de Wilder es capaz de enamorar incluso a aquellos a los que el cine les dice bien poco. Y eso es, por un guión y una trama geniales, un director magnífico y sobre todo por Charles Laughton. Que me disculpen Tyrone Power y Marlene Dietrich que están muy pero que muy bien, pero Laughton está en otra galaxia.
Y por si esto fuese poco, recuerden y si no la han visto ¿A que esperan? ¿Se la van a perder? Ese Jorobado de Notre Dame, que en España se llamó Esmeralda la Zíngara. Tanto monta monta tanto. Película donde el cine demuestra que es un arte, dicen que el séptimo, aunque para algunos como yo sea el primero. Ese Quasimodo es irrepetible. Tan irrepetible que hasta en la factoría Disney copiaron sus rasgos para su famosa versión infantil. Pero no sólo de rasgos va la cosa, ni siquiera de un espléndido y difícil maquillaje. La cosa va de una interpretación soberbia de un actor soberbio. Bien dirigido (William Dieterle), bien secundado (Maureen O,hara, Harry Davenport y ese lujo de actor que es Thomas Mitchell) y bien arropado por una fotografía y una novela (de Victor Hugo) excelentes.
Igual que la Alhambra de Granada forma parte por derecho propio, sin necesidad de que nadie le ponga una medalla ó un rótulo, entre las siete maravillas del mundo, pues Charles Laughton tiene igual mérito sólo que en el terreno cinematográfico. ¿Qué más da ser el primero ó el segundo ó incluso el tercero cuando se está en ese Parnaso cinematográfico al que solo acceden los elegidos?.