sábado, 21 de julio de 2007

CHARLES LAUGHTON: QUIZÁS EL MEJOR ACTOR DEL MUNDO


Que un director del calibre de Billy Wilder considere a Charles Laughton como el mejor actor del mundo es algo digno de tener en cuenta.

La verdad, esta afirmación no me ha sorprendido en absoluto y aunque eso de situar algo ó alguien por encima del resto sea una atrevimiento además de una misión imposible, debo reconocer que Laughton tiene más boletos que nadie para alcanzar ese hipotético galardón.

No puedo hablar de todos sus trabajos porque algunos no los conozco y otros debería revisarlos para emitir un juicio lo más fundamentado posible. Únicamente voy a hacer referencia a cuatro trabajos suyos que ocupan las primerísimas localidades de mi retina cinéfila.

Quiero referirme a dos obras del director Alexander Korda, tales como Rembrandt y La vida privada de Enrique VIII donde Laughton da vida absolutamente a dos personajes históricos de forma totalmente creíble y ajustada a esa imagen de ellos que tenemos en nuestra mente, fomentada bien por pinturas y autorretratos ó, como en el caso de Enrique VIII por innumerables películas y trabajos sobre el soberano inglés. Charles Laughton sale airoso de la difícil empresa de caracterizar a personajes conocidos tanto por sus obras como por su figura. Borda su papel. Así de claro.

Pero, en las dos películas a las que a continuación me referiré, Laughton se sale materialmente. Es cierto que los papeles son de los que hacen feliz a cualquier actor pero también Charles Laughton es un actor que sabe sacarle todo su partido a cualquier papel y por ello Wilder decía lo que decía.

En Testigo de cargo está inconmensurable, pónganlo en mayusculas si lo prefieren, pónganle cenefas ó escríbanlo con redondilla, como gusten, pero ese Sir Wilfrid Roberts es de los que no se olvidan. Testigo de Cargo de Wilder es capaz de enamorar incluso a aquellos a los que el cine les dice bien poco. Y eso es, por un guión y una trama geniales, un director magnífico y sobre todo por Charles Laughton. Que me disculpen Tyrone Power y Marlene Dietrich que están muy pero que muy bien, pero Laughton está en otra galaxia.
Y por si esto fuese poco, recuerden y si no la han visto ¿A que esperan? ¿Se la van a perder? Ese Jorobado de Notre Dame, que en España se llamó Esmeralda la Zíngara. Tanto monta monta tanto. Película donde el cine demuestra que es un arte, dicen que el séptimo, aunque para algunos como yo sea el primero. Ese Quasimodo es irrepetible. Tan irrepetible que hasta en la factoría Disney copiaron sus rasgos para su famosa versión infantil. Pero no sólo de rasgos va la cosa, ni siquiera de un espléndido y difícil maquillaje. La cosa va de una interpretación soberbia de un actor soberbio. Bien dirigido (William Dieterle), bien secundado (Maureen O,hara, Harry Davenport y ese lujo de actor que es Thomas Mitchell) y bien arropado por una fotografía y una novela (de Victor Hugo) excelentes.

Igual que la Alhambra de Granada forma parte por derecho propio, sin necesidad de que nadie le ponga una medalla ó un rótulo, entre las siete maravillas del mundo, pues Charles Laughton tiene igual mérito sólo que en el terreno cinematográfico. ¿Qué más da ser el primero ó el segundo ó incluso el tercero cuando se está en ese Parnaso cinematográfico al que solo acceden los elegidos?.

miércoles, 18 de julio de 2007

EL HIJO DE LA FURIA (JOHN CROMWELL -1942)


El cine es algo así como el deporte. Después de los esfuerzos extremos se hacen necesarios tiempos de recuperación con bebidas isotónicas que nos permitan reponer las sales y elementos que el organismo pierde por causa del ejercicio.

Así, después de un film de Bergman como Fresas Salvajes no viene nada mal algo sedante y fresquito. Tan fresquito como las aguas transparentes de esas islas madrepóricas y coralinas del Pacífico donde se desarrolla una parte de la acción de Son of fury (El hijo de la furia), entretenida, sin más, película de aventuras de uno de esos actores aventureros por excelencia: Tyrone Power.

Tyrone Power juntamente con Errol Flynn marcaron época en este género cinematográfico de la aventura. Y si pensamos en galeones, tesoros, cofres del muerto y bucaneros pues es inevitable la referencia a estos dos actores. “Marchando, una de piratas” como diría Sabina. Así nos encontramos con El cisne negro de Henry King con Tyrone Power ó El halcón del mar de Michael Curtiz protagonizada por Errol Flynn.
El hijo de la furia es una producción de John Cromwell digamos digna. Eso significa que aunque tiene de todo pues no destaca en nada aunque consigue plenamente lo que pretende, entretenernos con las aventuras del hijo de un noble despojado de sus posesiones por su mismísimo tío (George Sanders).
Bueno, hay algo en lo que destaca, debo reconocerlo, la belleza de Gene Tierney, nuestra queridísima Laura de Otto Preminger, en un papel de nativa hawaiana sin apenas fuste interpretativo pero capaz de dejarnos prendidos en cada una de las flores de sus guirnaldas.
Curiosa también la presencia de Frances Farmer, actriz de gran belleza que se malogró por su afición a la bebida y que fue posteriormente popularizada por Jessica Lange en su film Frances.

Resumiendo, si a usted se le indigestaron las fresas, nada mejor que ostras del Caribe, con perlas como puños recogidas por una Gene Tierney con faldita tropical a juego y ritmo de hula hula.


viernes, 13 de julio de 2007

FRESAS SALVAJES (INGMAR BERGMAN - 1957)



A estas alturas del siglo XXI con más de cien años de cine a nuestras espaldas es difícil de creer que alguien se siente a ver una película de Ingmar Bergman sin saber lo que con toda seguridad se va a encontrar. Ni siquiera las últimas generaciones de cinéfilos pueden aducir desconocimiento porque curiosamente, aunque son las últimas en el tiempo son las primeras en estar informadas.

Los que amamos este arte y damos gracias a los Lumiére por ello, sabemos que hay directores que cuentan cosas y directores que dicen cosas. Y Bergman es de los que dicen. Y por ello hay que tener los ojos y también los oídos muy pero que muy abiertos. Su cine no es una invitación a la reflexión sino que reflexionar es una obligación. Y por ello, para algunos, entre los que me contaba, genera un cierto rechazo. Es realmente difícil de digerir pero cuando lo consigues es altamente gratificante.

Concretando, Fresas salvajes es, posiblemente, la película idónea para acercarse al cine de Bergman. Tiene de todo un poco, pero sin extralimitarse. Encontramos sueños surrealistas, una road-movie existencialista y por encima de todo, preguntas y más preguntas sobre el sentido de la vida ante la inexorabilidad de la muerte.

Y es inevitable quedarse sentado en el sillón, acabada la proyección, reflexionando. Intentando sacar el “jugo” a la película. Y eso no es fácil. Incluso puede que cunda el desánimo. Pero si se consigue superar esta fase con alguna conclusión, no con las de otro sino con las nuestras propias podremos enorgullecernos de lo logrado y exclamar: ¡Prueba superada!. “

Esta crítica acabo de publicarla en Filmaffinity . Bueno, la idea es animar a otros a ver esta película, pero no me parece correcto investirme de doctor honoris causa y tratar de sentar cátedra. El dogma de la infalibilidad no se inventó para ser aplicado a seres como yo, transeúntes perpetuos de caminos de imperfección.

Pero este es mi blog. Aquí las cosas son de otra manera. Esta es mi cueva, mi cabaña, mi igloo, mi refugio y si quiero empapelar las paredes con “insensateces” pues es mi problema. Así que, cojo aire, y al toro de las disquisiciones filosóficas sobre esta película de Bergman: Fresas salvajes.

Después de ver esta película, en ese rato posterior de meditación imprescindible, en nuestro interior resuenan cual campanadas de medianoche dos palabras: Vida y Muerte en un repique monótono e incesante.

Hasta el propio trayecto en coche del protagonista puede asemejarse al trayecto vital : El nacimiento, con la visita a la madre, la juventud, con los tres jóvenes que recogen en el camino y que comparten viaje, la madurez y los problemas de pareja representados por el matrimonio con el que se accidentan en carretera y por último la vejez y la decadencia hacia la muerte presencia constante en los propios sueños del doctor.

Y ciertamente, el viaje de Isak Borg hacia su jubileo académico, se convierte en una especie de viaje iniciático, en el que, una mezcla de pesadillas y realidades va configurando el acto de contrición de sus imperfecciones y amaneciendo un hombre nuevo. El doctor Borg que llega a Estocolmo es absoluta y sustancialmente distinto del que inició el viaje acompañado por su nuera Marianne.


Y si quieren el botón de la muestra, pues sólo tienen que observar el comportamiento tan distinto de Marianne en el inicio de la andadura y en el final del trayecto. Una Marianne que simboliza la vida en sus deseos de dar a luz en contraposición a su propio marido cuyo concepto de la existencia no difiere mucho de los conceptos religiosos de infierno y purgatorio, en sus versiones más tremendistas.

Y al final esperanza, como se suele decir. Un final con más luces que sombras y el recuerdo de los padres del doctor pescando placidamente parece querer decirnos que la vida gana, no se si por goleada, pero gana.

Eso es lo que yo he “visto” pero si ustedes ven otra cosa pues también puede ser. Por ello no vamos a discutir. En la propia película dos jóvenes discuten acaloradamente acerca de la existencia de Dios. Nosotros, por mucho menos, no vamos a discutir...



jueves, 5 de julio de 2007

ESPAÑA SE ESCRIBE CON B




No, no estoy descuidando las más elementales normas ortográficas. Me refiero, naturalmente, al universo hispánico cinematográfico.

Y no es precisamente porque nuestro cine sea de clase B, aunque muy boyantes financieramente no hemos andado nunca sino porque la letra B es una constante en nuestra filmografía.

Consideremos por una parte ese programa televisivo de la tarde de los sábados: Cine de Barrio que evoca aquellos años “felices” de películas más “felices” aún. Los años del landismo, de Pili y Mili, del irrepetible Paco Martínez Soria, de las folclóricas y de tantos otros que han ido llenando un baúl que más que el de los recuerdos es el de los olvidos por mucho que Parada y Carmen Sevilla se empecinen en rescatarlas.

Aquí me gustaría hacer una precisión y es la siguiente, la acidez de mis críticas va dirigida únicamente hacia los guiones y los temas, en continua batalla con eludir censuras y darle al mundo esa imagen de playas, sol, turismo y olé. En absoluto contra nuestros actores de los que en alguna ocasión ya he dicho que “de haber sido las cosas de otra manera en España, nuestro elenco artístico habría hecho temblar al mismísimo Hollywood”.

Eran años del Bueno, Bonito y Barato. Del Spain is diferent. Del Vente a ligar a Mallorca, lo cual ya era un cambio sustancial respecto a aquel Vente a Alemania Pepe. Años del seiscientos y de los bikinis pudorosísimos. Años de El último tango en Paris, léase Perpignan. De Escala en Hifi y Los chiripitifláuticos. Después llegaría “la era del destape” cuando en el resto de Europa se estaban volviendo a tapar porque habían cogido frío.

Dentro de este contexto fílmico hispano, hay que destacar a sus ilustrísimas B: Bardem, Berlanga, Borau, Buñuel. Cine serie A disfrazado de B, como pretendiendo pasar desapercibido ó incluso debiendo emigrar para poderle gritar al mundo “Aquí estoy. Puedo hablar”.

Acabo de ver Simon del desierto de un aragonés genial y universal como Luis Buñuel y sinceramente es fácil entender porqué se rodó en Méjico. Una cinta respetuosa con una fe cristiana que Buñuel no tenía pero al mismo tiempo ácida con quienes se llaman creyentes, laicos o seglares da lo mismo, y no son mas que advenedizos, farsantes y manipuladores de la verdadera esencia de la religión cristiana.

Es imprescindible conocer la vida (no milagros en los que no creía) de Buñuel para entender películas como ésta pero una vez la conocemos, aunque sea someramente, disfrutamos de su obra en cada matiz, en cada frase y en cada fotograma.

En otra ocasión me extenderé sobre las otras B. Gracias a ellos el cine español hoy tiene directores de renombre y se ha encaramado a lo más alto. Hay buenísimos profesionales, mucho trabajo y calidad a raudales pero...la sombra de las B es alargada.

miércoles, 4 de julio de 2007

¿TELEFONO ROJO? VOLAMOS HACIA MOSCU (STANLEY KUBRICK - 1963)



Stanley Kubrick es uno de los grandes. Sin ninguna duda. Su paso por este mundo del cine nos ha dejado una buena colección de películas con claros signos diferenciales y perfectamente identificativas de su autor. Es un cine de propuestas rompedoras y atrevidas. ¿A quién no desconcertó 2001 una odisea del espacio? ¿quién quedó insensible ante La naranja mecánica? ¿quién no vió la guerra de otra manera con La chaqueta metálica? ¿quién no fue James Mason seducido por Lolita? ¿quién no recuerda a Kirk Douglas en las trincheras de Senderos de gloria?. No negarán que les he citado unas cuantas películas distintas, diferentes, controvertidas, de esas de las que cada uno es cada cual y tiene su visión particular.


Pero hoy no quiero hablarles de ninguna de ellas, tampoco de Espartaco, El Resplandor, Barry Lindon ó Eyes wide shut con sus escenas tórridas Cruise/Kidman. No. Quiero hablar de...


Efectivamente quiero comentar algo respecto a ¿Telefono rojo? Volamos hacia Moscú ó con su nombrecito original... ¡Vamos allá!: Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb.


En algunas críticas que leí se la califica como comedia negra. Y en Wikipedia hallé esta definición: Comedia negra es una forma de comedia que trata temas trágicos y mórbidos. Pues no. No creo que la cosa vaya de esto. Por eso ó lo dejamos en comedia, a secas, ó como mucho la calificamos como comedia seria que vendría a ser algo así como una comedia con fondo trascendente. Porque lo de las bombas atómicas y los megatones no es para tomarlo a risa ni ahora ni en los 60 en plena guerra fría.


Por lo que he leído, Kubrick quiso ser fiel a su estilo (verán que en su filmografía no abundan las comedias) pero en 1963 lo de los rusos era un tema de primer orden y la situación internacional no estaba como para tirar cohetes, nunca mejor dicho. Por ello, para contribuir a la distensión, fue “retocando” su película aligerándola de gravedades extremas. Para que se hagan una idea de cómo estaban las cosas hay que decir que no llegó a estrenarse hasta el 1964 porque en medio se produjo el asesinato en Dallas de JFK. La cosa no estaba para muchas bromas como puede verse.

El conjunto resulta una película interesante que si bien no nos hace reir a carcajada batiente pues nos mantiene con una sonrisa mas o menos amplia durante toda la proyección, reconociendo y resaltando por una parte la labor interpretativa y por otra la fotografía y la música. Sin olvidar los diálogos absolutamente dignos de mención.


Por encima de todo destacaré el trabajazo de Peter Sellers, bueno, los tres trabajazos, porque da vida a tres personajes: El presidente de los EEUU, un capitán de las fuerzas inglesas en un programa de intercambio con las estadounidenses, y el profesor Strangelove, alemán residente en USA y que evoca la figura de Von Braun. Y pudieron ser 4 porque el papel del piloto tejano del avión también estaba preparado para él aunque no lo realizó por problemas en una pierna. Sellers está maravilloso en todos sus papeles, pero especialmente en el del científico “nazi”. Genial su frase final: “Main Fuhrer, ¡puedo andar!


Pero no podemos olvidar, sería injusto, la interpretación de Sterling Hayden, militar anticomunista causante de todo el lío, y la de George C. Scott (el de Patton) que, aunque sus gestos faciales no convenzan a mas de uno, a mi me parecieron apropiados dentro del tono humorístico del film.

Y para acabar, vean como hacen las cosas algunos genios de este arte escénico como Kubrick: Slim Pickens, piloto del bombardero, no conoció durante el rodaje que el film estaba hecho en clave de humor. Kubrick se lo ocultó, para así conseguir un efecto dramático mas hilarante si cabe. Si pueden, véanla.