miércoles, 30 de marzo de 2011

EL CAPITAN NEWMAN (DAVID MILLER - 1963)

El capitán Newman hubiese sido la película perfecta junto con la recordada MASH,  de un programa como el recordadísimo “La clave” de Balbín, para ilustrar un debate sobre cine de guerra y psiquiatría. Probablemente tal debate hubiese abordado la cuestión de la vulgarización de un tema altamente profesional y especializado así como si el cine comercial es el medio adecuado para acercar a la sociedad la intimidad de las personas con trastornos psicológicos y el complicado entorno en el que se desenvuelven. Por mi parte opino que todo aquello que signifique concienciación de la sociedad debe ser bienvenido y en este sentido el potencial del cine era y sigue siendo inmenso.


Quede dicho. Sin embargo, reitero, el cine comercial es un medio que fundamentalmente busca la evasión y el entretenimiento, incluso frente a la gravedad de problemas como el que nos ocupa. No se trata de documentales formativos súper especializados sino de cine para ver en salas de proyección o en nuestros propios hogares con la bolsa de palomitas o la pizza cuatro estaciones al lado. Traigo esto a colación porque desde ambientes profesionales se desprestigia un film como “Captain Newman, M.D.” por su tono distendido con visos de comedia y su falta de rigor científico. Así, se ha dicho que el desgastado mamotreto que maneja el enfermero Cabo Jackson Leibowitz (Tony Curtis) con el nombre de "Psycho-Pathology of Everyday Life" y autoría de Sigmund Freud tiene en la realidad tan solo 36 hojas y que los tratamientos dados por el Capitán Newman a sus pacientes más complicados carecen de rigor científico. OK. Plenamente de acuerdo. Pero es que quien realiza estas afirmaciones sabe de psiquiatría pero no de cine.


El cine tiene, entre otras, connotaciones propagandistas, culturales y de concienciación y no busca tanto la verdad absoluta como el camino para sensibilizar al espectador. En el caso de El capitán Newman la película se sitúa en una cuerda floja entre la crueldad (“nuestro deber es curar a estos muchachos para que regresen y los maten”) y la realización personal (“un hombre necesita saber que su paso por el mundo habrá servido de algo”), refiriéndose a la muerte en la guerra. Este no decantarse ni por la opción antibelicista ni por la belicista, penaliza el film, aunque consigue claramente impactar en nuestras adormecidas conciencias con escenas como la del Teniente Jim Thompkins (Bobby Darin) sometido a tratamiento para liberar esos “fantasmas” que lo traumatizan. Ciertamente sobrecogedora la escena le valió al actor-cantante, la nominación para el Oscar al mejor actor de reparto.


Bien Tony Curtis. Excepcionales Angie Dickinson y Gregory Peck. Se agradece contar con Robert Duvall y Eddie Albert. Y en conjunto una película más que aceptable que, a pesar de su tono ligero y en ocasiones cómico, contiene momentos de extrema dureza, hasta el punto que, hace unos años, tuvo sus dificultades de exhibición en las cadenas televisivas norteamericanas. Les aseguro que, habiendo llovido, la escena de marras aún pone los pelos de punta.



sábado, 26 de marzo de 2011

THE LINEUP (DON SIEGEL - 1958)




La incorporación de la televisión al escenario de las historias cinematográficas marcó, sin duda, un antes y un después. "The Lineup" reconduce hacia la pantalla grande una serie radiofónica y televisiva de los 50, y la reconduce de la mano de Don Siegel, director del episodio piloto "The Paisley Gang", contando además con la participación de los policías principales de la serie, Warner Anderson y Marshall Reed. Sin embargo el verdadero protagonista de la serie es el gran Eli Wallach en uno de esos papeles de psicópata a los que estuvo abonado durante mucho tiempo.

La pregunta es ¿Acudían los espectadores a las salas de cine para ver aquellas historias que tenían a su disposición en sus televisores? En estos últimos años la televisión no ha sido obstáculo para el cine, pero entonces... No estoy tan seguro. Lo cierto es que la película no ha quedado entre lo mejor de Don Siegel a pesar de sus innegables valores y de haber sido rodada en las calles de San Francisco (entiéndase la referencia cruzada a otra serie televisiva algo posterior).

 "The Lineup", que podríamos traducir por "La rueda de identificación" es un ejemplo del cine de Siegel, absolutamente urbano y con personajes de trazo grueso. Si recordamos su personaje por excelencia: Harry (Clint Eastwood) vemos que este Dancer (Eli Wallach) como psicópata estilo Tommy Udo -la conexión con El beso de la muerte de Henry Hathaway es evidente- estando en el otro lado del espectro de la ley, es igual de visceral y contundente que aquel Harry llamado el Sucio. Dancer es el matón encargado de recuperar los alijos de heroina pasados de contrabando por pardillos máximos utilizados al efecto. Sus expeditivos métodos tal vez no hubiesen encajado en los seriales domésticos, de ahí que el cine parezca el lugar natural para una actuación magistral que se extralimita hasta el vértice justo de la locura. De hecho, aunque la película tiene un inicio mas que interesante y que pone en alerta al espectador, luego decae entre rutinas policiales más o menos predecibles, hasta que aparece Eli Wallach con su libro de gramática en la mano. Las "ventajas" del "si yo fuere tu" frente al "si yo fuese tu" nos ponen en guardia del talante rarillo del individuo así como de su mentor y compañero Julian (Robert Keith). Avisados quedamos.

El resto del film se desarrolla en tono thriller con visos de "noir" con sus buenas dosis de acción y suspense. San Francisco como referencia, sus calles pendientes, sus autopistas y el Golden Gate modelan un paisaje donde Siegel se mueve como pez en el agua. Y el resultado es un film bastante interesante que podría completarse con alguna de las de Harry e incluso con Bullitt (también en San Francisco) en una sesión más que aceptable.

miércoles, 23 de marzo de 2011

LAS AVENTURAS DE HUCKLEBERRY FINN (MICHAEL CURTIZ - 1960)




Si se dan una vuelta por muchos de los blogs que se enlazan desde esta página podrán leer posts donde se cuentan mil y un detalles de las películas, aspectos de la producción, anécdotas, chascarrillos y otros chismes que ocurren entre bambalinas. Por ese motivo las enlazo, porque me gusta estar bien informado y al loro de lo que se cocía y aún se cuece en este mundo de las candilejas cinematográficas.

En mis comentarios trato de expresar y de hacer salir de alguna manera ese poso que la película ha dejado en mi. No me muevo tanto en el terreno de los hechos como en el de los sentimientos y de las vibraciones positivas o negativas que se expanden en mi interior tras los rótulos finales, y eso es lo que trato de transmitirles a todos los que dedican parte de su valioso tiempo a leerme. Intento ser ese amigo que les recomienda, o no, una película sin desmenuzarles el argumento.

Es por ello que desconozco lo qué hacía Michael Curtiz al frente de un proyecto centrado en una de las obras insignes de la literatura norteamericana "Las aventuras de Huckleberry Finn" de Mark Twain y quienes y porqué destrozaron la novela hasta dejarla reducida a su mínima expresión. Todo ello se lo dejo a mis expertos compañeros de viajes blogueros.

Estamos ante, dicen, un film familiar. Sin embargo me cuesta imaginarme a una familia europea e incluso americana, en el siglo XXI, año del señor 2011, unida frente al televisor viendo este caramelo cinematográfico. La juventud baila. O sea que no está por esas cosas. Y a los sexagenarios americanos especialmente puede ser que la película le traiga buenos recuerdos pero no nos engañemos o las ven solos o acaban solos tras el éxodo filial.

¿Eso significa que la película sea mala? Pues no. Es verdad que no respeta la integridad de la obra de Twain pero deja un retrato correcto e incluso interesantemente cultural de una sociedad esclavista, donde las ideas abolicionistas tratan de abrirse paso entre el racismo histórico contra los negros. Y en ese contexto, donde "Arde Mississippi" de Alan Parker, acude necesariamente a nuestra mente, se gesta una hermosa amistad entre un hombre de color, Jim, y uno de los niños aventureros por excelencia, Huck.

Destacar la presencia, absolutamente secundaria, de un grande como Buster Keaton. Ante él, sentimos a la vez un respeto imponente y un dolor intenso al ver y sentir como la vida y la necesidad de la supervivencia derriban nuestros ídolos.

El padre durmiendo, la tele encendida y los niños en el botellón. Pongamos que hablo de cine familiar.


domingo, 20 de marzo de 2011

DOCE DEL PATÍBULO (ROBERT ALDRICH - 1967)


Doce del patíbulo es una película entretenida. El cine es cine por lo que si no encontramos demasiadas semejanzas con la realidad tampoco pasa nada. Si los alemanes salen "alegremente" uno tras otro para ser ametrallados sin remisión es el peaje que hay que pagar al entretenimiento y al que ganen los buenos, no faltaría más. Si los bidones de gasolina aparecen en el sitio adecuado y en el momento justo como si la providencia se hubiese envuelto entre barras y estrellas pues lo mismo, que no se trata de alargar la película desmesuradamente.

Sin embargo el entretenimiento de la primera vez que vi esta película y el de este nuevo visionado ha sido distinto. La primera vez valía todo. Los buenos eran muy buenos. Es verdad que estaban condenados al patíbulo o a prisión casi de por vida pero eran unos tipos nobles a los que muy mal debieron ponérseles las cosas para hacer lo que hicieron. La guerra y una misión prácticamente suicida van a poner las cosas en el lugar donde siempre debieron estar y redimirlos de sus anteriores malos pasos. Por el contrario los nazis, y así lo certificaban los comics de la época tipo Hazañas Bélicas, eran seres innombrables solo merecedores de morir entre aplausos del respetable. Pero el segundo visionado fue distinto, entretenido, eso sí...

 Encerrar a oficiales, resto de tropa, amiguitas y personal de oficios y servicios en los calabozos del castillo, hacerlos estallar sin el menor escrúpulo y encima ser condecorados por ello, limpiando así su historial delictivo me parece lo más ajeno a las convenciones de Ginebra y de lo más inmoral que se haya visto en cine. Porque ser de "los buenos" no consiste en matar enemigos nazis a diestro y siniestro sino en tener principios. Y los años me han hecho ver que, en esta historia, de principios no andan sobrados .

Con un buen reparto (Lee Marvin, Telly Savalas, Trini López, Ernest Borgnine, Charles Bronson, Robert Ryan, etc.) y con dosis de humor algo elevadas para un tema bélico como éste, la película se deja ver. Aldrich consigue que pasemos dos horas francamente entretenidas, con las puntualizaciones antedichas.

A bote pronto y puestos a elegir prefiero Los cañones de Navarone, por ejemplo...

jueves, 17 de marzo de 2011

LOS CONTRABANDISTAS DE MOONFLEET (FRITZ LANG - 1955)

En estos tiempos que corren estar en activo es un lujo (y lo mismo digo de los que han conseguido llegar incólumes a la jubilación) pero cuando los días tienen 24 horas que suele ser casi siempre, el trabajar añadido a las obligaciones familiares y al reparador descanso, hace que las aficiones literarias, cinéfilas y blogueras vayan como a trasmano y sujetas a altas dosis de stress. Y como no se trata de acelerarse demasiado que no está el cuore para demasiados trotes, pues de ahí este impasse donde he seguido, condición y figura, con el cine en los talones.

Pero de nuevo  han  renacido ¡Oh, Aleluya!  esas  ganas  de compartir experiencias con todos ustedes. ¡Qué mejor que retornar con una de Fritz Lang!
 

De  Los  contrabandistas  de  Moonfleet se ha dicho que es una obra menor de Lang.  La pregunta subsiguiente  es ¿Tienen los genios  obras menores? Seguramente  si comparamos el conjunto de su filmografía,  Lang tiene obras de  diferentes tallas y estilos, pero en todas ellas encontraremos esa nota diferencial que  el  cineasta  vienés imprimía  a  su cine. Es cierto que Moonfleet  es sustancialmente distinta  a la generalidad de sus trabajos y aunque después abordaría un cine de aventuras más purista con La tumba india o El tigre de Esnapur, de valores innegables, carecía del lirismo y la delicadeza de que aquí hizo gala.

  Se  trataba  de  un  trabajo  encargado  por  la  MGM del que Lang no acabó demasiado satisfecho y según parece ni siquiera participó en las tareas de montaje,  pero  al  que las arrugas del tiempo le han sentado especialmente bien. La historia de un muchacho y un contrabandista viene a poner frente a frente  la  inocencia y el sentido de la amistad propios de la juventud con un mundo real donde el demonio y la carne van de la mano de la bellaquería y la delincuencia. No  va a ser un enfrentamiento inocuo sino plenamente moralizador,  como  es natural  en  un cine donde el componente juvenil es importante  y precisamente esto es lo que no parece encajar demasiado en el cine de  Lang.  No es el suyo un cine que sobresalga especialmente por sus moralinas  pero  aquí  son  imprescindibles y absolutamente necesarias, al tiempo que  confiere  mayor  dimensión humana al denominado cine de capa y espada.


  La  música  de Miklós Rózsa es una auténtica maravilla para disfrutar tanto en sus  títulos iniciales  como durante el conjunto de la proyección. Los encuadres fotográficos rozan asimismo  la  perfección  y el cinemascope  le sienta de perlas.  Y  ese  toque  de cine gótico con las estatuas  de ángeles en el  cementerio o de caballeros fantasmales en la iglesia  es un gran aporte languiano. Incluso el mar con su eterna lírica y evocador  siempre de tierras lejanas  y fortunas  próximas  se  hace compañero  inusual  de  Lang, que nunca  lo  había  filmado en su cine, y representa un papel absolutamente principal en la historia.


  Con  recuerdos,  evidentemente  no  casuales,  de  La  Isla del Tesoro, Los contrabandistas  de Moonfleet es una obra excelsa, absolutamente diferente, y la  que  me  niego  a calificar de obra menor. Además les daré un consejo,  si me lo permiten, traten de verla dos veces, la primera será ese sorbo  corto  y aromático de los buenos vinos, la segunda les regalará la plenitud de su sabor y de su solera.