jueves, 23 de julio de 2009

CYRANO DE BERGERAC (MICHAEL GORDON - 1950)


No dejo de reconocer la teatralidad de esta versión de la obra de Rostand, pero si me dejan elegir entre el film de Michael Gordon y otras versiones más modernas (excluyo la de Depardieu) tipo Roxanne (Steve Martin - Daryl Hannah) pues me quedo con el Cyrano José Ferrer, donde el puertorriqueño ofrece un recital interpretativo, merecidísimo Oscar incluido.

Claro que así se las ponían a Fernando VII, porque de estos diálogos entran pocos en una docena, hirientes, puntiagudos, chistosos, narigudos en suma...










Agresivo: 'Si en mi cara
tuviese tal nariz, me la amputara'.
Amistoso: '¿Se baña en vuestro vaso
al beber, o un embudo usáis al caso?'
Descriptivo: '¿Es un cabo? ¿Una escollera?
Mas, ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!'.
Curioso: '¿De qué os sirve ese accesorio?
¿De alacena, de caja o de escritorio?'
Burlón: 'Tanto a los pájaros amáis,
que en el rostro una alcándara les dais?'


Diálogos excelentes de una obra teatral memorable. Eran las dos de la madrugada del 28 de diciembre de 1897. Escenario, el teatro de la Porte de Saint Martin de París. Los actores habían sido requeridos al escenario para agradecer los aplausos de una multitud enfervecida: ¡42 veces!.

¡Vive le teatralité! Sobre todo si viene acompañada de la música de Tiomkin gascones y normandos, de altas cunas y alguna baja cama. ¡Abajo las versiones tipo bomberos-cachas! Que no todo lo antiguo fue mejor, pero esto si... Steve Martin tiene su terreno pero la historia y el buen cine tienen el suyo.

Aunque es cierto que la película ha pasado a la historia de la cinematografía por la inconmensurable interpretación de José Ferrer ( y aprovecho para recordar su excelente Toulousse-Lautrec en Moulin Rouge) no pierdan ripio de los diálogos y sobre todo degusten un inolvidable final desbordante de sentimiento y orgullo.

Acabo con otros versos, los de Quevedo, probablemente escritos tras haber visto esta buena película:


Érase un hombre a una nariz pegado
Érase una nariz superlativa...



DESFILE DE PASCUA (CHARLES WALTERS - 1948)

Soy consciente de que cuando se afirma haber visto un film musical con Fred Astaire y, en este caso, Judy Garland, automáticamente se genera una oposición frontal. No quiero generalizar, evidentemente, que el mundo es amplio y cabemos todos, pero creo que algo de razón llevo en mis afirmaciones. Y si además se lo califica con buena nota, pues poco menos que cometemos un pecado mortal.

El musical, como género cinematográfico, tiene sus seguidores más fervientes y sus opositores frontales. No me gusta situarme sistemáticamente ni en un lado ni en el otro del espectro, pero me satisface decir la verdad de mis sentimientos. Y Easter Parade me ha gustado. Ya sé que suena a topicazo, pero Fred Astaire fue un bailarín absolutamente irrepetible. Seleccionen la escena de la tienda de juguetes y enmárquenla. Sientan el ritmo de las canciones del gran maestro Irving Berlin, sabia mezcla de innovación y tradicionalidad. Disfruten de una belleza como Ann Miller y de una Dorita que aún cambiando la búsqueda del mago de Oz por los escenarios Ziegfield sigue llenando por completo la pantalla.

He leído algo al respecto de un director "en decadencia" Charles Walters. Bien, pues este coreógrafo, cinco años después nos regaló Lilí, con Leslie Caron. Sí, aquella de los muñequitos y la canción ñoña. Entono todos los mea culpa que ustedes quieran, pero después de entonarlos con el mismo estribillo "Hi Lili, Hi Lili, Hi Lo... " sigo empecinado en que me gustó. Probablemente es que no tengo remedio.

Mis descarados coqueteos con el cine musical no presuponen mi desarraigo de otros géneros cinematográficos. Todo lo contrario. Sigo con apasionamiento el cine negro, el western, el thriller y hasta el cine silente. Probablemente lo que sucede es que me gusta el cine sin demasiados encasillamientos. Y Desfile de Pascua es cine y del bueno



miércoles, 22 de julio de 2009

SIROCCO ( CURTIS BERNHARDT - 1951)


Para muchos críticos la película sigue la línea Casablanca, si bien sale perdiendo de cualquier intento de comparación. El exotismo, la contienda y ese personaje que obtiene beneficios del conflicto, parecen avalar dicho punto de vista. Pero son más las diferencias que las similitudes, por lo que cualquier comparación es tan odiosa como inapropiada. Rick y Harry Smith tienen poco en común, El coronel Feroud no es Víctor Lazlo y por supuesto Marta Torén no es Ingrid Bergman ni Everett Sloane, Claude Rains. Pero, igual que siempre nos quedará París, siempre tendremos Sirocco como un film interesante de un director (Curtis Bernhardt-Retorno al abismo) que retrata con maestría la resistencia siria a las tropas francesas que administraban aquel Estado árabe por mandato de la Liga de Naciones.

Este es el contexto en que se desarrolla una historia de intereses personales, conflictos emocionales y la necesaria lucha por sobrevivir entre la sordidez de un Damasco que en cada fotograma se intuye misterioso y acechante, con sus laberintos subterráneos y esas callejuelas donde la muerte parece acechar desde cada sombra. Y en ese paisaje, Bogart, "sui generis", en un papel típico-tópico, pero menos. A diferencia de otros trabajos suyos, por ejemplo la mencionada Casablanca, Hump pierde autosuficiencia y gana endeblez. Desciende de esas esferas autoafirmativas donde parece estar como de vuelta de todo para, aterrizando en el mundo de los mortales, sentir la debilidad de lo humano.

Y es que Sirocco delinea claramente dos Harry Smith. Uno, egoísta, interesado y celoso cuidador de sus intereses. Un tanto mafioso, si me apuran. Otro, débil, descubierto, temeroso y a la fuga, pero a quien le queda un sentido del honor del que no puede desprenderse. Y es que sin él, Bogart no sería Bogart y aquellas películas donde este sentido se ha doblegado bajo las premisas de un guión, han quedado, salvo excepciones, como impurezas de su filmografía.

Respecto a Lee J. Cobb, de quien he leído algo acerca de su aspecto perpetuamente avinagrado, debo decir que es un actor a quien siempre he tenido en buena consideración. Reconozco que no es apropiado para esos tipos de personajes que solían interpretar Jerry Lewis, Dany Kaye o Bob Hope. Pero para dar forma y vida a personajes de pocos escrúpulos o, como en este caso, enrevesados y con conflictos interiores, pues se las pinta sólo. Como en la viña del Señor debe haber de todo, pues ahí le tenemos.

El objeto de seducción Bogart es aquí Marta Torén, actriz sueca con una filmografía desgraciadamente escasa y que murió a consecuencia de una enfermedad mental con tan solo 31 años de edad. Sin ser Ingrid Bergman, su belleza y su trabajo han de considerarse meritorios.

En definitiva, estamos ante un buen trabajo de Curtis Bernhardt que podría enmarcarse en una especie de cine negro, subgénero intrigas exótico-militares tipo Casablanca, pero debe quedar bien claro que esto no es Casablanca ni pretende serlo






MUJER SIN PASADO (RONALD NEAME - 1964)


Deborah Kerr en un papel un tanto habitual, de mujer mas madura en los comportamientos que en la propia edad. Me parece que como ejercicio de cinefília tendré que averiguar aquellas de sus interpretaciones donde, en una especie de “cambio radical”, nos regale algún papel tipo "cabecita loca" o similar. De entrada, lo mas parecido que recuerdo así, a bote pronto, es su trabajo en aquella extraña cosa que se llamó Casino Royale (versión 1967) donde las sonrisas se quedaban por el camino en simples y lastimosas muecas.

Aquí interpreta un personaje difícil, he de reconocerlo, del que sale airosa y con nota. El papel de institutriz de una jovencita (Hayley Mills) cuya cabecita anda un tanto mal equipada a consecuencia de conflictos abuelo-materno-filiales con trasfondos plurimatrimoniales. Piromanías, agresividades varias y aficiones detectivescas con escalo incluidas conforman el curriculum de este personajillo a domar por la señorita Madrigal.

Como es habitual en este género de niños/as impresentables, el espectador tiene la acostumbrada tentación de estrangular a la criaturita. Recuerden al respecto La calumnia, sin ir mas lejos. Claro que ni la ficción ni la educación adquirida en el manual de buenos modales leído en nuestros años mozos permiten que vayamos más allá por lo que todo se queda en un susto. Susto del que todos acaban recuperándose gracias a un final tipo “todo el mundo es bueno” que he de reconocer que es el único posible. Cualquier otra opción hubiese sido terriblemente injusta.

En una línea de mocosa rebelde y mal criada bastante creíble, aunque un pelín sobreactuada, Hayley Mills, quien debe apechugar con su historial Boston-California-Disney, lo cual no favorece precisamente su reconocimiento como actriz de carácter. Sin embargo no hay que ser demasiado injustos con ella. Tiene sus seguidores, especialmente "born in USA". Su contrapunto, al borde de la británica flema, John Mills. Al respecto de este gran actor quiero decir que si bien es padre en la realidad de Hayley no lo era en la ficción, por lo que algunos comentarios de este film en Internet cometen un error de cierto bulto. Claro que, nada parecido a otro error leído, donde se convierte a la institutriz en un hombre.

Supongo que muchos de estos comentarios son al dictado. Es decir, no se ha visto el film. Ellos se lo pierden. Se pierden también la excepcional actuación de una de las grandes damas del cine británico Edith Evans en un personaje mezcla de principios, intransigencias y buen corazón. Y las ya citadas de Deborah Kerr y John Mills, con su muy sutil romance a cuestas.

 






martes, 21 de julio de 2009

ASI ACABA NUESTRA NOCHE (JOHN CROMWELL - 1941)



El tema de la 2ª Guerra Mundial se ha enfocado desde muy distintas ópticas. Por supuesto la óptica de los vencedores ha sido la más común y por lo general sus argumentos se han centrado en hazañas bélicas tipo sargento Gorila donde los americanos a base de valor y heroísmo sin límites han hecho realidad objetivos imposibles dando ejemplo al mundo de valores de libertad y democracia. Es una óptica que, como todas las ópticas tiene su verdad. La óptica de los alemanes tipo El pianista de Polanski seguramente también la tiene. Como la de los alemanes buenos tipo Schlinder o la de los carniceros de La noche de los generales

Pero, dentro de mis limitados conocimientos en esta materia, creo que la óptica del éxodo de refugiados, ha sido una donde las aportaciones han sido escasas. Éxodo, de Preminger basado en el libro de León Uris plantea la diáspora de los judíos supervivientes al holocausto nazi y, en la segunda mitad del siglo XX, conflictos como el árabe-israelí, el balcánico o las contiendas africanas han propiciado un cierto cine especializado en la materia. Y agradeciendo de antemano a mis amigos cinéfilos que actualicen mis superficiales conocimientos, estoy por asegurar que este planteamiento de la II WW desde la visión de los “sin papeles” de aquel entonces es bastante sui generis. Hamlet estaba equivocado. La cuestión no es Ser o no Ser. La verdadera cuestión es Tener o no Tener…papeles.

En el fondo el film es una crítica de la profunda hipocresía de los países (similar a la de las personas) donde las criminalidades de los nazis terminan en el mismo punto donde empiezan sus intereses egoístas, y donde las leyes se manejan en el terreno de absurdos juegos que sitúan a los refugiados en la frontera de otro país que, como pared de frontón, hará exactamente lo mismo. Pero los refugiados no son pelotas de tenis sino seres que se preguntan que ha sucedido entre ayer o anteayer y hoy para recuperar la dignidad perdida. La respuesta: Un trozo de papel, un sello, una firma…un pasaporte.

Gran película con un Fredric March excepcional, en una de las mejores interpretaciones que recuerdo de él. Meritorio el trabajo de un jovencísimo Ford así como de Margaret Sullavan. Una escena para enmarcar: La conversación-despedida de Josef Steiner y su esposa Marie (Fredric March y Frances Dee) en un mercado bajo vigilancia militar nazi. Y en general estamos ante un film imprescindible que carcome sin piedad nuestras fibras más sensibles ante unas injusticias que no se nos figuran ficticias como en otras películas sino reales, tan reales como las que pueden sufrir otros miles de refugiados de guerras absurdas de países absurdos. Ajustada y creíble la presencia de Erich von Stroheim en un papel de oficial alemán que, ni pintado para las condiciones del actor/director.





viernes, 17 de julio de 2009

LA HEREDERA (WILLIAM WYLER - 1949)


"El amor ... Disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites". San Pablo a los Corintios. Y los Corintios "pasapalabra" a Catherine Sloper (Olivia de Havilland) y " de oca a oca" la lectura fue pasando hasta llegar a este que les escribe. Me pongo serio: Maravillosa epístola llenísima de verdad que debería presidir los hogares y la propia vida de quienes se han unido, cualquiera que sea la forma y la religión, por propia voluntad y bajo el signo del amor.

Por ello, estamos del lado de Catherine, indignadísimos ante la falsedad, la hipocresía, el egoísmo, la premeditación y la alevosía de Morris Townsend (Montgomery Cliff) e incluso justificamos a un padre (Ralph Richardson) injustificable y que ha transmitido sus propios tormentos a su única hija heredera de su fortuna. Y repasamos por enésima vez aquella lección que la vida enseña, no en escuelas ni universidades, sino en la especies y la cotidianeidad de la ciega locura de amor.

¡Ay Catheryne! ¡Que presa tan fácil! ¡Ay William Wyler! ¡Que maestro!. De estas, mil y una en la vida, pero en el cine, pocas y tan geniales...no recuerdo. El Oscar a Olivia de Havilland una obligación para la Academia. Si no es fácil darle vida, cuerpo, facciones, ojos y lágrimas a la Catheryne ingenua y engañada, mucho menos lo es encarnar también a la Catheryne con el alma endurecida. Si es que hasta les salió barato a la Academia, un Oscar en lugar de los dos merecidísimos. Los dos para ella, aclaro.

Luego podemos hablar de un Montgomery Cliff de quien, viendo actuaciones como ésta, podemos lamentarnos con propiedad de su corta carrera, de Ralph Richardson al que conocíamos poco y prometemos redescubrir o incluso de Miriam Hopkins, habitual de Wyler, y un tanto acomodada en papeles de tía residente. Pero sobre todo hablaremos de ella, de la ingenua y de la cruel. De esa Catheryne a la que William Wyler hace pasar en poco menos de dos horas por las experiencias de la vida más hermosas y también por las más crueles.

Con una música justamente premiada, un vestuario de época maravilloso, unas interpretaciones sublimes y un tema difícil que pone a prueba tanto al director como a los actores, en mi modesta opinión, la película no hubiese sido ninguna sorpresa si le hubiese arrebatado el Oscar a El político de Robert Rossen, y lo digo habiendo visto y valorado tanto el film como el trabajo genial de Broderick Crawford.


Imprescindible.








miércoles, 15 de julio de 2009

FITZCARRALDO (WERNER HERZOG - 1982)


Lo más impactante de Fitzcarraldo es que la historia sucedió de verdad. Ahora bien, su protagonista real, también irlandés, tuvo la razonable idea de desmontar la embarcación. Pero no. Faraónico Herzog la transporta a base de cabrestantes, poleas, cuerdas, y humana fuerza bruta por encima de la colina. ¿Pensaría en él Paul McCartney cuando compuso The fool on the hill?. Sin efectos especiales ni nada que se le parezca, a base de indígenas de la selva amazónica. La única concesión que hizo a la seguridad naval fue en el rodaje de la escena de los rápidos, porque no era cuestión de echar cataratas abajo cuatro años de rodaje.

Inicialmente pensada para Jason Robards acabó siendo protagonizada por otro "loco" insigne Klaus Kinski "cólera de Dios". Y aunque también se barajó la idea Jack Nicholson, hay que decir que Kinski está genial en un papel como anillo al dedo. El de un melómano megalómano, cuyo delirante sueño es construir un gran teatro de la Ópera en Iquitos para ser inaugurado por el gran Enrico Caruso, su ídolo. Junto a Kinski y sus locuras, la belleza madura de una Claudia Cardinale en un papel más breve de lo que hubiésemos deseado pero que se agradece. Y es que, entre tantas fealdades, la italiana luce mejor. Luce al nivel de unas localizaciones exuberantes y vitales, perfectamente fotografiadas.

Fitzcarraldo está como a medio camino entre el "elogio de la locura" y aquello de "la fe mueve montañas". Pero hay que reconocer que ese es su sitio natural. Ni está loco ni todo se consigue a base de fe, que también hacen falta recursos humanos, materiales y económicos. Es un hombre en pos de un sueño. Un sueño ¿Imposible? No. Probablemente difícil, trabajoso, descabellado, faraónico, titánico. Pero no imposible. Nadie escribió nada de los cobardes. Claro que, nadie sabía nada de los "anciennes dieux", de las insaciables criaturas divinas que gobiernan los rápidos del Amazonas. Solo ellos, los indígenas con sus miedos atávicos, su precaria existencia y sus cultos idólatras.

Una soga que se corta, un barco que se desliza tras una noche de borracheras y un sueño roto. Queda el faraón, un sillón de terciopelo rojo y Caruso sobre el agua...


martes, 14 de julio de 2009

EL SEPTIMO CIELO (FRANK BORZAGE - 1927)


A Frank Borzage se le calificó como el poeta de la ternura y de la intimidad amorosa en los films interpretados por Janet Gaynor y Charles Farell. Esta era la pareja de moda por aquellos años, interpretando juntos Lucky Star (Borzage, 1929), Street Angel (Borzage, 1928) o The man who came back (Raoul Walsh,1931) entre otras y especialmente El séptimo cielo.

Viendo El séptimo cielo podemos comprender fácilmente el porqué de tal calificativo. La película es un "in-crescendo" de ternura y al mismo tiempo que Chico (Farell) asciende de las pestilentes alcantarillas a una superficie no menos sórdida, asciende en sensibilidad y su aparente dureza se hace añicos frente a la fragilidad de una Janet Gaynor magistral.

Janet Gaynor es parada obligada. Cuando un día no muy lejano me descubrí ante Murnau para agradecerle aquel Amanecer maravilloso, pequé, no por pensamiento ni por palabra y mucho menos por obra, sino por omisión. Y omitir a una actriz que ganó el Oscar a la mejor actriz por 3 películas es pecado mortal. Y como esta película tiene sus moralinas religiosas en forma de deudas divinas completamente saldadas y medallas salvadoras, pues viene como anillo al dedo de mi arrepentimiento. Y en penitencia (agradabilísima) quedo obligado a visionar cuantos trabajos se pongan a tiro de esa cinematográfica diva de expresivos ojos tiernos.

El film, como buen film silente, tiene diversas lecturas. Una principal, la historia de un amor tierno, de esos que probablemente murieron con las viejas pantallas, los viejos cines y las viejas películas eternamente nuevas. Historias de amor donde olvidarse de crisis y desamores varios. Por ello no resulta nada extraña la popularidad de una amante pareja cinematográfica. Las otras lecturas dependen del espectador avispado, del que lee entre líneas, del que siente entre musicales silencios e imprescindibles textos. Ahí están la capacidad de superación de Diana por la fuerza del amor, la fidelidad sin límites, la esperanza hasta en los instantes más desesperanzadores...

El ascenso desde las alcantarillas hasta la superficie de las calles de un París algo más desfigurado que de costumbre (lo cual no convenció a los franceses) no es el único. Hay otro. Personal e íntimo. Fruto de la tranquilidad emocional y del amor. El ascenso al Séptimo cielo.




lunes, 13 de julio de 2009

MAS PODEROSO QUE LA VIDA (NICHOLAS RAY - 1956)



Films como éste se prestan con facilidad a muy distintas lecturas. Por una parte está la línea argumental principal: Los caminos de la experimentación médica como única alternativa de curación y sus imprevisibles consecuencias. Agarrarse a un nuevo fármaco como a un clavo ardiendo. Algo así como el riesgo o la vida. Pero hay otra línea subyacente: Esa desinhibición enfermiza de los prejuicios personales y sociales que deja asomar verdades tan íntimas como cuestionables.


Ambas líneas son correctas y Nicholas Ray las traza perfectamente con la ayuda de un gran actor James Mason quien además colaboró en el guión, especialmente en su primera media hora. Pero es cierto y verdad que aquellos que buscan en Ray rebeldías sin causa, se sienten más a gusto en esa revisión de las basuras sociales donde se entreven connotaciones nazis y totalitaristas, mientras quienes digerimos la propuesta de Ray desde la literalidad con que se formula, nos detenemos más en las consecuencias personales y familiares del mundo de las drogas y en la propia locura, antes que en el análisis de sociedades aparentemente hipócritas que esconden bajo maquillajes de pura democracia las arrugas seculares de la intolerancia.


Con sus dosis melodramáticas tipo Douglas Sirk y una buena fotografía la película es un magnífico exponente de ese cine que, mas allá de su planteamiento-nudo-desenlace, abre debates y posibilidades de exploración. Sin embargo hay que adentrarse en ellas con muchísima cautela. Las generalizaciones son siempre odiosas. Y absolutamente tenue la línea que separa unos principios éticos fuertes de la locura y el genocidio nazi.


domingo, 12 de julio de 2009

FATALIDAD (JOSEF VON STERNBERG - 1931)


Año 1931. Las grandes productoras Paramount y MGM compiten en el cine de espionaje 1ª guerra mundial. Marlene Dietrich vs. Greta Garbo, o lo que es lo mismo Von Sternberg vs. George Fitzmaurice. ¿El resultado? Victoria ajustada y a los puntos para Mata-Hari frente a Dishonored (Fatalidad). Y es que la tercera película de Marlene con Joseph von Sternberg no se mantuvo al nivel de las anteriores, especialmente de la maravillosa El ángel azul. Eso no significa que estemos ante una mala película. No. Pero hay un bajón significativo del que, afortunadamente se recuperaría con El expreso de Shangai.

No obstante, no debemos ser demasiado duros. El film supuso una especie de nuevo look por lo que hace a los personajes interpretados por Marlene. Se arrinconan de alguna manera aquellas seductoras cabareteras un tanto andróginas para reconstruir la imagen de la diva desde esa inicial compostura de sus medias hasta el postrero retoque del color de sus labios, pasando por la Marlene segura, la Marlene ingenua en su disfraz y la Marlene enamorada. Tres Marlene en una, femenina y mujer en plenitud. Plenitud que alcanzará con la Lilí costera, humana y en la misma medida, débil, de El expreso de Sanghai.

Es por ello que el resultado del film no debería achacarse enteramente a la actriz alemana. Hay otros elementos que, a mi parecer, tienen un porcentaje mayor de trascendencia en el resultado final. Tal es el caso de la elección de Victor McLaglen para el papel protagonista. No resulta creíble. Como tampoco resultan demasiado creíbles algunas de las circunstancias del film. Averiguar que alguien es un espía nunca fue tan fácil. Por su parte Von Sternberg parece mimar algo menos a la diva. O quizás lo que sucede es que como el conjunto no acompaña había que reforzar un tanto a la solista.

Me quedaré con esa imagen irrepetible de las piernas de Marlene, bajo el aguacero, enfundadas en unas semi caídas y sensuales medias negras, con el pintalabios final (sin desvelar nada) y con ese saludo marcial del Jefe del Servicio Secreto Austriaco. Todo un epílogo.

Sin embargo, sigo considerando a Marlene Dietrich como una de las grandes, muy grandes actrices del siglo XX.

¡Atención! El siguiente video es SPOILER:





viernes, 10 de julio de 2009

SENDEROS DE GLORIA (STANLEY KUBRICK - 1957)


Por lo leído existe una corriente de opinión más favorable a calificar esta película como antimilitarista y no como antibelicista. Me sumo a la mayoría en este caso. Y lo hago viendo simplemente las primeras secuencias. Ese general (Mireau) tan “firme” en sus opiniones hasta que se le habla de nuevas estrellas. La ambición por encima de todo y de todos. ¿Los soldados? Únicamente carne de cañón al servicio de intereses personales.

Pero, me digo a mi mismo, estoy viendo una película. Estas situaciones existen pero en ningún caso son generalizables. Sería absolutamente injusto extender estas crítica a los militares sean del país que sean o del tiempo que sean. Y esto, la propia película, lo señala sobremanera en la figura del Coronel Dax defendiendo hasta con su propia carrera militar a sus tropas.

Es difícil hacer comentarios a esta película sin contar retazos importantes del argumento. Por ello me limitaré a lo absolutamente imprescindible.

Quédense con el trabajo magistral de Kirk Douglas. Con su rostro en ese travelling excepcional por las trincheras. Quédense con el consejo de guerra y esa tensión que se va apoderando de nosotros. Quédense con las emociones y los miedos, absolutamente humanos, de los soldados. Y guarden en su filmoteca la canción final, el sentimiento y el llanto.

Y al lado del nombre de Stanley Kubrick pueden poner sin ningún género de dudas “ Magistral director de cine del siglo XX”.





CARTA A TRES ESPOSAS (JOSEPH L. MANKIEVICZ - 1949)

La soltura de Mankievicz en el terreno de la psicología tiene mucho de natural y algo de aprendido. Sus estudios en la materia, aunque inacabados, le facultan para añadir a su sillón de director y entre paréntesis "doctor en artes freudianas". En mayor o menor medida todas sus películas se benefician de esta habilidad de explorar con espíritu científico y profesional el oscuro terreno de las motivaciones. Los porqués, las frustraciones, los qué dirán, los pensamientos inconfesables o incomprendidos, ponen mesa y mantel en el cine de Mankievicz.La fauna freudiana campa a sus anchas por su cine. Recuerden La condesa descalza o Eva al desnudo, por citar solo dos de las más significativas.

Pero además este director americano de ascendencia polaca tiene la excepcional habilidad de manipularnos a nosotros los espectadores. Y estoy convencido que nos manipula conscientemente, que juega con nosotros, que nos lleva y nos trae, como sólo los grandes directores saben hacerlo. Y esta manipulación no es casual sino dirigida y orquestada. En este sentido, los flashback y la voz en off, a los que era aficionado, tienen una importancia capital. Mediante estas técnicas Mankievicz nos hace cómplices. Nos otorga información privilegiada. Nos acerca los mimbres para tejer el cesto. Pero no nos confundamos, el cesto lo teje él, como tiene que ser. Por eso es uno de los grandes. Por si tienen alguna duda de quien es el tejedor, les recuerdo la obra magna, cum laude y lo que quieran, La huella.

Y de igual manera que en esa película es un delito contar la trama a quien aún no la haya visto y un asesinato desvelar el final, en Carta a tres esposas es muy conveniente para el disfrute ajeno no desvelar ni el contenido de la carta ni mucho menos las consecuencias de la misiva. Pero ello no impide que les diga que tres mujeres alejándose de la orilla y dejando atrás el teléfono de la serenidad para pasar una feliz fiesta de la primavera es una absoluta jugarreta para ellas y un regalo a los espectadores.


Efectivamente, tienen mucha razón, los móviles, tan necesarios ellos, han quitado el encanto y el suspense a muchas historias...




jueves, 9 de julio de 2009

BOB EL JUGADOR (JEAN PIERRE MELVILLE - 1956)


Parece como si todo sucediese en esa indefinible franja temporal que separa la noche del día. En ese instante donde mueren los sueños y se despiertan las realidades cotidianas. Es algo así como la hora Melville, la misma en la que cobrarían existencia los personajes de Le doulos. Montmartre se eleva al cielo, Pigalle desciende a los infiernos, y en el tránsito Bob le Flambeur, recogiéndose pero siempre dispuesto al último cigarette y a la última partida, esa que pone la puntilla a una noche aciaga.

Vengo a recordar aquellas letras de Serrat, "camina sobre el bien y el mal, con la cadencia de su vals, mitad juicio y mitad mueca burlona". Aristocracia y tronío. Quizás la orden de la legión de honor que le dio la República francesa. Un buen tipo ese Bob, pero claro, hasta los buenos tipos tienen su precio y 800 millones de francos por muy inflacionados que estén, es una bonita cifra de las que hacen perder el oremus y hasta la vergüenza.

Y hablando de vergüenzas, uno se detiene a repasar el año de realización del film: 1956. Y se pregunta aquello de ¿Qué hiciste en la guerra papi? o lo que es lo mismo ¿en qué convento de las ursulinas andaba yo metido? Es evidente que todavía no eran los tiempos de arremangarse en Perpignan bailando ese tango, que aquello hubo que dejarlo para el 72 y siguientes, pero mientras Paris era una fiesta con Annes dando vueltas en moto, "coming baby" y runruneando, barriguita dentro y pechos afuera, bajo las sábanas, España era la exposición universal de fajos, refajos y otras fiestas de guardar. O sea que, lo de Paris, el oh la la, las francesitas y el amor libre, estaba más cerca de la realidad que del mito y que la cosa pintaba bien, por mucho que se empeñasen en lo contrario los Torquemadas de turno, celosos guardianes de nuestra salvación divina.

Me doy cuenta de que no estoy hablando de cine o lo que es lo mismo estoy hablando de Melville. El mismo Melville que retrató en el sepia más real la resistencia francesa y que aquí realiza un film negro alejado de los esquemas al uso y donde los principios de la ética encuentran acomodo en las nocturnidades del hampa parisiense. Ese Bob que ayuda a la propietaria del night club, que se hermana con un policía o detesta a los proxenetas es un personaje con la singularidad de lo real y con la limpieza de la sordidez.

Pero..."es caprichoso el azar" (Serrat, dixit) y sino que se lo pregunten a Bob le flambeur. No teman, no desvelaré nada. Melville no me lo perdonaría y cada vez estoy más convencido que Melville era mucho Melville.



martes, 7 de julio de 2009

LENNY (BOB FOSSE - 1974)


Lenny es una película de reflexión obligada. Plenamente inmersa en ese cine de culto capaz de suscitar amores y odios enconados, Lenny es una reflexión sobre la libertad de expresión que, para más inri, se localiza allí en la cuna de las libertades, en esos Estados Unidos of America que pasaron de interrumpir funciones por pronunciar vocablos obscenos a consentir diálogos cinematográficos como los de El sargento de hierro. Claro que, entre el nacimiento de aquel "club de la comedia" made in USA y la peli de Eastwood pasaron muchos años, tantos como para acabar devolviendo la dignidad perdida a aquel tocapelotas (observo si se abre bruscamente la puerta de este mi antro personal de pérfidas escrituras) que se atrevía a decir a la cara de quien quisiera escucharle, y en clave de humor, las verdades irrefutables del barquero.

Figura popular en los 50, muerto en el 66, tuvo que esperar 40 años para que el alcalde de San Francisco, accediese a indultarle a instancias de su ex mujer y su hija. Y es que la cosa no tiene desperdicio ¿Porque no lo hicieron de oficio?. Corramos un estúpido velo... Lo cierto es que, Bob Fosse, especialista por profesión en mundos del espectáculo, recluta su historia, la confiere un estilo visual y procedimental propio y la ofrece al gran público de la mano de un actor como Dustin Hoffman quien ya había dejado registros interpretativos del calado de Cowboy de Medianoche o Perros de Paja. Y aquí encontramos otro elemento de culto pues, no sé bien a que se debe y reconozco que inclusive me sucede a mi mismo, Hoffman suscita sentimientos extremos. Es un excelente actor pero..., es como si el reconocerlo no estuviese bien visto. Sin embargo, aunque se me tache de no ir en la onda de lo que se lleva, Dustin Hoffman da todo un recital interpretativo. Consigue eso que solo está al alcance de los grandes, dejar de ser Dustin y ser Lenny. Luego vendrán otras consideraciones sobre el estilo visual de Fosse o sus espectáculos de amargas lentejuelas, o incluso como esta mezcla de cine y documental que creo honestamente que le sienta mal a la película. De todo ello podemos discutir pero en cuanto a Hofmann, caso cerrado.

Como todas las películas panegírico el film ensalza en demasía la figura de un Lenny Bruce cuyo coqueteo ( y más) con el mundo de las drogas, por mucho que fuesen los 60, ya saben paz, amor y... canutos, no es demasiado ejemplarizante. Es cierto que las biografías, en su afán de credibilidad, han de destripar por igual, riquezas y miserias. Y esta lo hace, con cierta crudeza que, aunque no llega a herir nuestra sensibilidad, deja esa sensación de que todo va bien y es necesario y que la única salida posible son los estupefacientes.

Espléndida Valerie Perrine, como fémina y como interprete. Imprescindible su revisión. Y , en general, interesante film cuya moralina final es que lo verdaderamente preocupante no eran las obscenidades tipo "chupapollas" (la puerta sigue cerrada) sino las críticas políticas y expresar en voz alta y en un foro público, lo que todos pensaban.







lunes, 6 de julio de 2009

ESTA TIERRA ES MIA (JEAN RENOIR - 1943)


¿Película propagandística tipo "Nosotros somos los buenos y ellos los malos"? Es posible. Tan posible como que desde el otro bando se impartiesen consignas similares. Bien, pues en ese género de cine propagandístico, la película obtiene mención de honor, diploma cum laude y todo lo que ustedes quieran, y no solo por la interpretación de ese ACTOR que se hizo hombre para poder interpretar (Charles Laughton) sino por la propia película, aunque le pese a quienes la tildan de panfleto oportunista.

No he vivido la guerra. Ninguna guerra. Mis conocimientos de la II Guerra Mundial se limitan, por tanto, a lo leído en publicaciones históricas y a lo visto en documentales de canales temáticos. Y lo que se muestra en Esta tierra es mía, es plenamente coincidente con todo ello. Todo el mundo tiene derecho a expresar sus opiniones pero las verdades del barquero están ahí, inmortalizadas en celuloide para recuerdo de los olvidadizos y para que no seamos tan torpes como para cometer los mismos errores.

Dicho esto, anticipo que voy a valorar esta película con un 10. De ese 10, Laughton se lleva la parte del león. Las posibilidades interpretativas de este hombre superaban con creces todo lo imaginable. Lo recuerdo en Testigo de Cargo, en La Posada de Jamaica, en Esmeralda la Zíngara, en El sospechoso o en Rembrandt y me descubro. Pero aquí ya no quedan sombreros por alzar. Entre la escena del refugio junto a Una O´Connor con sus miedos patéticos y la "panfletaria" pero imprescindible escena final, Laughton nos ofrece una variedad de registros, todos y cada uno con ese magisterio solo al alcance de los más grandes. Enorme, Laughton.

Bastantes puntos para Maureen O´Hara, bella y, sobre todo, profesional, en un papel complicado al que da vida y personalidad propia. Maravillosa, en su estilo, Una O´Connor. En su línea "odiosa" George Sanders. Sobresaliente para los demás. Pero buena parte de la nota se la otorgo a Renoir con mención especial para el guión de Dudley Nichols. Y es que Renoir no está filmando una simple historia. Renoir traduce a imágenes un libro de ruta imprescindible para la humanidad. Y lo hace desde la cobardía. Pero también desde la dignidad y la madurez y desde la valentía de la verdad.

Gracias a esos valores recogidos en el Manifiesto de los derechos humanos, la sociedad ha ido evolucionando en positivo. Y una de las consecuencias de esa evolución amparada por un sistema de libertades, es que, al día de hoy, existan generaciones que encuentren trasnochada esta película. Ojalá, la sigan encontrando trasnochada por mucho tiempo.









domingo, 5 de julio de 2009

EL DESIERTO PINTADO (HOWARD HIGGIN - 1931)


The painted desert no es solo una película. Tiene una existencia real enclavada en el estado americano de Arizona y debe su nombre a sus curiosas y coloreadas estratificaciones. Claro que, estas curiosidades naturales son poco apreciables en una película B/W de aquellos años 30 en que las voces empezaban a romper los silencios cinematográficos. Y es una pena, porque la película anda bastante falta de elementos interesantes y la presencia de un novelísimo Clark Gable no aporta mucho, aunque por su voz y por su porte, el film vino a significar una especie de lanzadera en su carrera llegándose a convertir en la mayor estrella de la MGM.

Pero esto no es OT ni tampoco el National Geographic. Aquí hablamos de cine, con mayor o menor fortuna. Y en este caso la fortuna parece estar echando la siesta que en el desierto hace mucho calor y con el calor hasta las ideas se reblandecen. Así, esta versión western de Los amantes de Verona donde los Montesco y los Capuleto han sido reemplazados por los Cameron y los Holbrook, ofrece amistades peligrosas y enemistades ridículas, todo ello abocado a ese único desenlace posible que suelen tener las películas intranscendentes.

La explotación de una mina de tungsteno propicia el acercamiento de dos familias enemistadas, por un quítame allá esas pajas, desde mucho tiempo atrás. El "revival" de la historia de Romeo y Julieta, aderezada con su buen chorrito de licor de celos, acaba con un desmoronamiento de los muros que el tiempo y las sandeces ayudaron a levantar. Se suele decir que bien está lo que bien acaba. Y desde ese prisma se edificaron muchas historias cinematográficas en aquellos años en que el cine era, por encima de todo, entretenimiento. Bastantes problemas y cracks del 29 tenía la vida como para encima salir de las salas de cine cargados con mas problemas de los que se tenían al entrar. Por ello, quizás sea mejor no cargar demasiado las oscuras tintas de nuestras críticas.

Lo que sí se cargó y en exceso fueron los explosivos con los que se debía destruir la prospección minera. Tanto es así que el propio director Howard Higgin sufrió una rotura de tobillo y varios cortes. También se vieron afectados el propio Clark Gable y William Boyd. No así la actriz Helen Twelvetrees que, acabado el rodaje de las escenas con actores, había abandonado la zona de filmación. Al respecto de Helen Twelvetrees decir también que fue una de las actrices mas reconocidas con la llegada del cine sonoro.

Absolutamente prescindible (salvo seguidores incondicionales de Clark Gable).




sábado, 4 de julio de 2009

EL EXPRESO DE SHANGHAI (JOSEPH VON STERNBERG - 1932)




Marlene Dietrich es nuestra Lilí por excelencia. Lilí Marlene y Shanghai Lilí la acreditan. Y aunque es plenamente cierto que el título de Lilí mayor del reino cinematográfico exige más de una película, Marlene lo tiene más que merecido. Y para aquellos que aún recelen de tantas alabanzas, les recomiendo un juego gramatical, cambien las vocales y mantengan las consonantes. Con pocas dificultades obtendrán el nombre de un ángel azul, Lola, perdición de profesores carpetovetónicos con canas por airear. Y de ahí a la loa (otro jueguecito) no hay mas que un paso.



Para ganarse el apelativo de Shanghai Lilí necesitó también más de uno, no films, sino hombres como ella misma reconoce a su amor, amante, perdido y encontrado. “¿Has pensado mucho en mi Doc?”. “¿Cuánto tiempo ha pasado?” Genial. La vida compendiada en una respuesta. Todo lo demás, el resto de la proyección bascula sobre esta respuesta. ¡Ah! y también sobre un reloj. Ella, mujer, sabe. Él, hombre, cree saber, y solo nosotros, sabemos, que los vientos soplan inexorablemente en una misma dirección. Es la crónica de un final anunciado que, aunque podría haber sido distinto para alabanza de las originalidades de su director, se queda, virgencita, como está. Que está bien, muy bien, con una Marlene que, a diferencia de la mayoría de sus trabajos, muestra fortalezas pero se vislumbran perfectamente las debilidades. Y por ello la sentimos más humana y en la misma medida, más cercana.

Esta película es un mimo de von Sternberg a su diva. Un capricho para su lucimiento. La fotografía la acaricia y la humaniza. Las manos juntas en plegaria dicen mucho mas que las parrafadas del guión. “Tiemblo porque me has tocado”. ¡Que lejos queda Lola Lola! ¡Que lejos queda la Shanghai Lili costera!. ¡Que lejos quedan los hombres que necesitó para cambiar de apellido!...

Todo ello rodeado del exotismo natural de una China donde el tiempo carece de importancia, donde todo parece girar alrededor de un plato de arroz hasta que un día se descubre que el arroz gira alrededor de la revolución. Y con una comunidad internacional (los americanos con sus apuestas, el alemán con su invalidez, el francés con sus secretos, etc.) algo, pero no demasiado, tópica. Stemberg lo retrata con magisterio, con el ritmo adormecedor de un expreso donde las clases sociales se juntan sin revolverse. “Un billete de primera clase, por favor”, lejos de la chusma y de las mujeres de vida frívola con gramófono incorporado, aunque se llamen Marlene o Anna May Wong..

Una película imprescindible.De esas que recién terminada de ver se rebobinan para un vuelta a empezar imprescindible para el paladeo. Como los vinos. Bouquet. Buen paladar. Afrutado. Envejecido en barrica de celuloide del bueno. Denominación de origen Josef von Sternberg.






viernes, 3 de julio de 2009

LA ESPADA DE LANCELOT (CORNEL WILDE - 1963)



Cornel Wilde, de quien ya he comentado en este blog su vertiente directora, en la excelente The naked prey (1966), ya se había puesto al frente de un proyecto sobre los caballeros de la Tabla Redonda, el rey Arturo y lo que podemos denominar la edad de Camelot en el año 1963 y el resultado fue La espada de Lancelot (Lancelot and Guinevere). Hay que decir que Wilde era algo así como la novia en la boda y el niño en el bautizo, es decir, estaba en todas partes, director, actor, productor e incluso colaboró en el diseño de los títulos de crédito. Muy meritorio, pero claro, la falta de respaldo de alguna Major, se acaba notando, especialmente en películas de este calado, con muchos extras que dirigir, amplios escenarios y batallas a las que hay que tratar de infundir un mínimo de credibilidad. A lo que hay que sumar una historia entre mito y realidad, suficientemente conocida del gran público, al menos por lo que hace a sus líneas fundamentales, y que, por eso mismo, resulta ciertamente "intouché" y poco dada a frivolidades de la imaginación.


Wilde enfrenta la cuestión no desde la óptica mágica, como en otras versiones tipo Excalibur, ni desde las puras y duras contiendas medievales, ni siquiera desde la absoluta concordancia histórica, lo cual, bajo mi punto de vista, no resulta imprescindible. Lo hace desde la intimidad del engaño amoroso, desde los cuernos en los cascos vikingos, desde una especie de cuentos de Canterbury (versión británica del Decamerón), eso sí muchísimo más light y salpicado de esas indispensables batallitas medievales tan necesarias para mantener la integridad del territorio como para enfriar la fogosidad de los contendientes.

Sin embargo el problema no reside en el enfoque dado a la historia por Wilde, sino en otros aspectos tales como elección de actores con edades evidentemente distintas a las de los personajes qu
e tratan de dar vida (es el caso de Jean Wallace como la reina Ginebra). En este punto hay que decir que Jean Wallace era la esposa de Wilde en la vida real y que colaboró con él en muchos de los films realizados por éste. Tampoco la fotografía ayuda demasiado, desmereciendo paisajes y escenas que con otros enfoques y cromatismos hubiesen ayudado a la digestión del film. La sobreactuación de los personajes en algunas escenas, la previsibilidad de sus comportamientos y un cierto aire de función de fin de curso, por evidentes carencias presupuestarias, desfiguran bastante un trabajo de Cornel Wilde que inicialmente prometía. No en vano, las escenas de guerra se apartan de los tópicos de espadachines danzarines tipo Scaramouche, y muestran gañanes hechos y derechos partiéndose el hombro de un tajo de espada manejada con la técnica de la fuerza bruta. Pero claro, ver un soldado, aparentemente fuera de cámara, fumando un cigarrillo pues, como que dan ganas de decir, "marchando una de pinchitos..." eso sin contar los baños erótico-campestres tipo Palmolive.