Stanley Kubrick es uno de los grandes. Sin ninguna duda. Su paso por este mundo del cine nos ha dejado una buena colección de películas con claros signos diferenciales y perfectamente identificativas de su autor. Es un cine de propuestas rompedoras y atrevidas. ¿A quién no desconcertó 2001 una odisea del espacio? ¿quién quedó insensible ante La naranja mecánica? ¿quién no vió la guerra de otra manera con La chaqueta metálica? ¿quién no fue James Mason seducido por Lolita? ¿quién no recuerda a Kirk Douglas en las trincheras de Senderos de gloria?. No negarán que les he citado unas cuantas películas distintas, diferentes, controvertidas, de esas de las que cada uno es cada cual y tiene su visión particular.
Pero hoy no quiero hablarles de ninguna de ellas, tampoco de Espartaco, El Resplandor, Barry Lindon ó Eyes wide shut con sus escenas tórridas Cruise/Kidman. No. Quiero hablar de...
Efectivamente quiero comentar algo respecto a ¿Telefono rojo? Volamos hacia Moscú ó con su nombrecito original... ¡Vamos allá!: Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb.
En algunas críticas que leí se la califica como comedia negra. Y en Wikipedia hallé esta definición: Comedia negra es una forma de comedia que trata temas trágicos y mórbidos. Pues no. No creo que la cosa vaya de esto. Por eso ó lo dejamos en comedia, a secas, ó como mucho la calificamos como comedia seria que vendría a ser algo así como una comedia con fondo trascendente. Porque lo de las bombas atómicas y los megatones no es para tomarlo a risa ni ahora ni en los 60 en plena guerra fría.
Por lo que he leído, Kubrick quiso ser fiel a su estilo (verán que en su filmografía no abundan las comedias) pero en 1963 lo de los rusos era un tema de primer orden y la situación internacional no estaba como para tirar cohetes, nunca mejor dicho. Por ello, para contribuir a la distensión, fue “retocando” su película aligerándola de gravedades extremas. Para que se hagan una idea de cómo estaban las cosas hay que decir que no llegó a estrenarse hasta el 1964 porque en medio se produjo el asesinato en Dallas de JFK. La cosa no estaba para muchas bromas como puede verse.
El conjunto resulta una película interesante que si bien no nos hace reir a carcajada batiente pues nos mantiene con una sonrisa mas o menos amplia durante toda la proyección, reconociendo y resaltando por una parte la labor interpretativa y por otra la fotografía y la música. Sin olvidar los diálogos absolutamente dignos de mención.
El conjunto resulta una película interesante que si bien no nos hace reir a carcajada batiente pues nos mantiene con una sonrisa mas o menos amplia durante toda la proyección, reconociendo y resaltando por una parte la labor interpretativa y por otra la fotografía y la música. Sin olvidar los diálogos absolutamente dignos de mención.
Por encima de todo destacaré el trabajazo de Peter Sellers, bueno, los tres trabajazos, porque da vida a tres personajes: El presidente de los EEUU, un capitán de las fuerzas inglesas en un programa de intercambio con las estadounidenses, y el profesor Strangelove, alemán residente en USA y que evoca la figura de Von Braun. Y pudieron ser 4 porque el papel del piloto tejano del avión también estaba preparado para él aunque no lo realizó por problemas en una pierna. Sellers está maravilloso en todos sus papeles, pero especialmente en el del científico “nazi”. Genial su frase final: “Main Fuhrer, ¡puedo andar!
Pero no podemos olvidar, sería injusto, la interpretación de Sterling Hayden, militar anticomunista causante de todo el lío, y la de George C. Scott (el de Patton) que, aunque sus gestos faciales no convenzan a mas de uno, a mi me parecieron apropiados dentro del tono humorístico del film.
Y para acabar, vean como hacen las cosas algunos genios de este arte escénico como Kubrick: Slim Pickens, piloto del bombardero, no conoció durante el rodaje que el film estaba hecho en clave de humor. Kubrick se lo ocultó, para así conseguir un efecto dramático mas hilarante si cabe. Si pueden, véanla.
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