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En la noche del 3 de Enero de 1985 un grupo de solteros de Plan (Huesca) estaban en el único bar del pueblo viendo una película del oeste llamada Caravana de Mujeres. De aquella visión surgió una iniciativa pionera en nuestro país, y así, mediante anuncios en prensa se solicitaron mujeres dispuestas a desplazarse a Plan con fines matrimoniales. La iniciativa fue todo un éxitoNo soy ninguno de aquellos pioneros pero más de veinticinco años después he visto esta película (por segunda vez), sin intenciones casorias, que gracias a Dios estoy atado y bien atado, y, como suele suceder, la he redescubierto, encontrando en ella detalles que la inexperiencia me impidió descubrir en su día.
El fundamento primigenio de esta historia se basa en la odisea, allá por los años 40, de un grupo real de mujeres sudamericanas que atravesaron el istmo de Panamá para unirse en matrimonio con los integrantes de una colonia de rancheros. Esta noticia, de la que se hizo eco la prensa, llegó a conocimiento de Frank Capra quien maduró el proyecto. Sin embargo sus pretensiones de dirigir un western chocaron con los intereses de su productora, Columbia, por lo que Capra comentó el tema con su amigo William A. Wellman quien, en palabras del propio Capra "he flipped" (obvio traducirlo). Wellman planteó la historia a Dore Schary, por entonces director de la MGM quien recogió la idea y financió el proyecto.
Caravana de mujeres es una película excelente. Una película con espíritu Capra, es decir, aparentemente sencilla pero de una fuerza y una rotundidad inusitadas. Películas escuela podríamos decir. Un grupo de más de cien mujeres que, no solo se equiparan en todo a los rudos hombres del wild wild west, sino que dejan a mas de uno a la altura del betún. No en vano Wellman tiende a fotografiarlas de abajo arriba, enmarcando sus rostros cansados y sudorosos con el desértico cielo.
El calvario de las mujeres de ficción no fue un jardín de rosas para sus intérpretes. Wellman se lo anticipó: "El rodaje en las Montañas de Utah y el desierto de California será largo, sucio y cansado. No esperen camerinos para prima donnas". Y dicho esto las puso a entrenar, con un programa que incluía gimnasia, saltos a la comba, manejo de mulas, disparos, etc.
Excepcional Robert Taylor en un papel agridulce de firme conductor de caravanas aparentemente despiadado pero dejando entrever una sensibilidad especial. Por su parte, John McIntire no defrauda (nunca lo hace) como organizador de la caravana. Y por último mención cum laude para Hope Anderson (recuérdenla en Sin remisión de John Cromwell) en un papel pleno de fuerza, entereza y todo lo que hay que poner.
Un film absolutamente imprescindible del director que nos regaló aquella obra maestra que se llama Incidente en Ox Bow. Esta no le anda a la zaga.

En un comentario escrito en francés sobre el film, leo: " la mise en scène capte à merveille les nuances des regards, seuls indices aux sentiments des nonnes " , lo cual viene a significar algo así como que la puesta en escena capta maravillosamente los matices de las miradas, única muestra de los sentimientos de las monjas". Perdonen la cita en francés, pero no me negarán que esto de " les nuances des regards" es toda una declaración de deseos.


Se hace necesario acuñar una definición para este género cinematográfico. Lo de neorrealismo italiano se le queda pequeño. El neorrealismo retrata realidades y en los años de postguerra estas realidades eran duras y en países como Italia o la misma España, la dureza llovía sobre un mojado histórico. Definir como neorrealista un film como Milagro en Milán es válido pero insuficiente. Hay que adjetivarlo. Me ha gustado lo de neorrealismo mágico por lo que supone de vuelta a la infancia y de recuperación de la capacidad de soñar.
