En estos tiempos que corren estar en activo es un lujo (y lo mismo digo de los que han conseguido llegar incólumes a la jubilación) pero cuando los días tienen 24 horas que suele ser casi siempre, el trabajar añadido a las obligaciones familiares y al reparador descanso, hace que las aficiones literarias, cinéfilas y blogueras vayan como a trasmano y sujetas a altas dosis de stress. Y como no se trata de acelerarse demasiado que no está el cuore para demasiados trotes, pues de ahí este impasse donde he seguido, condición y figura, con el cine en los talones.
Pero de nuevo han renacido ¡Oh, Aleluya! esas ganas de compartir experiencias con todos ustedes. ¡Qué mejor que retornar con una de Fritz Lang!
De Los contrabandistas de Moonfleet se ha dicho que es una obra menor de Lang. La pregunta subsiguiente es ¿Tienen los genios obras menores? Seguramente si comparamos el conjunto de su filmografía, Lang tiene obras de diferentes tallas y estilos, pero en todas ellas encontraremos esa nota diferencial que el cineasta vienés imprimía a su cine. Es cierto que Moonfleet es sustancialmente distinta a la generalidad de sus trabajos y aunque después abordaría un cine de aventuras más purista con La tumba india o El tigre de Esnapur, de valores innegables, carecía del lirismo y la delicadeza de que aquí hizo gala.
Se trataba de un trabajo encargado por la MGM del que Lang no acabó demasiado satisfecho y según parece ni siquiera participó en las tareas de montaje, pero al que las arrugas del tiempo le han sentado especialmente bien. La historia de un muchacho y un contrabandista viene a poner frente a frente la inocencia y el sentido de la amistad propios de la juventud con un mundo real donde el demonio y la carne van de la mano de la bellaquería y la delincuencia. No va a ser un enfrentamiento inocuo sino plenamente moralizador, como es natural en un cine donde el componente juvenil es importante y precisamente esto es lo que no parece encajar demasiado en el cine de Lang. No es el suyo un cine que sobresalga especialmente por sus moralinas pero aquí son imprescindibles y absolutamente necesarias, al tiempo que confiere mayor dimensión humana al denominado cine de capa y espada.
La música de Miklós Rózsa es una auténtica maravilla para disfrutar tanto en sus títulos iniciales como durante el conjunto de la proyección. Los encuadres fotográficos rozan asimismo la perfección y el cinemascope le sienta de perlas. Y ese toque de cine gótico con las estatuas de ángeles en el cementerio o de caballeros fantasmales en la iglesia es un gran aporte languiano. Incluso el mar con su eterna lírica y evocador siempre de tierras lejanas y fortunas próximas se hace compañero inusual de Lang, que nunca lo había filmado en su cine, y representa un papel absolutamente principal en la historia.
Con recuerdos, evidentemente no casuales, de La Isla del Tesoro, Los contrabandistas de Moonfleet es una obra excelsa, absolutamente diferente, y la que me niego a calificar de obra menor. Además les daré un consejo, si me lo permiten, traten de verla dos veces, la primera será ese sorbo corto y aromático de los buenos vinos, la segunda les regalará la plenitud de su sabor y de su solera.
Se trataba de un trabajo encargado por la MGM del que Lang no acabó demasiado satisfecho y según parece ni siquiera participó en las tareas de montaje, pero al que las arrugas del tiempo le han sentado especialmente bien. La historia de un muchacho y un contrabandista viene a poner frente a frente la inocencia y el sentido de la amistad propios de la juventud con un mundo real donde el demonio y la carne van de la mano de la bellaquería y la delincuencia. No va a ser un enfrentamiento inocuo sino plenamente moralizador, como es natural en un cine donde el componente juvenil es importante y precisamente esto es lo que no parece encajar demasiado en el cine de Lang. No es el suyo un cine que sobresalga especialmente por sus moralinas pero aquí son imprescindibles y absolutamente necesarias, al tiempo que confiere mayor dimensión humana al denominado cine de capa y espada.
La música de Miklós Rózsa es una auténtica maravilla para disfrutar tanto en sus títulos iniciales como durante el conjunto de la proyección. Los encuadres fotográficos rozan asimismo la perfección y el cinemascope le sienta de perlas. Y ese toque de cine gótico con las estatuas de ángeles en el cementerio o de caballeros fantasmales en la iglesia es un gran aporte languiano. Incluso el mar con su eterna lírica y evocador siempre de tierras lejanas y fortunas próximas se hace compañero inusual de Lang, que nunca lo había filmado en su cine, y representa un papel absolutamente principal en la historia.
Con recuerdos, evidentemente no casuales, de La Isla del Tesoro, Los contrabandistas de Moonfleet es una obra excelsa, absolutamente diferente, y la que me niego a calificar de obra menor. Además les daré un consejo, si me lo permiten, traten de verla dos veces, la primera será ese sorbo corto y aromático de los buenos vinos, la segunda les regalará la plenitud de su sabor y de su solera.
1 comentario:
¡Qué sorpresa más agradable, amigo Father!...¿Cuánto tiempo hacía que te habías marchado a meditar al Tibet?...Casualmente hace unas semanas David me comentaba la extrañeza de tu ausencia.
Bueno, yo he andando también apartado unas semanitas....ejen.
Respecto a esta peli que comentas, la tengo en mi disco duro, pero aún no he tenido la ocasión de verla...la colocaré por delante de otras pendientes.
Me alegro muchísimo de tu vuelta.
Un abrazote.
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