Se intenta hablar de cine y se acaba hablando del espíritu de la Navidad. Parece inevitable en películas como esta, presuntamente dirigidas a un público muy, pero que muy infantil, pero que, a poco que levantemos la guardia, se nos acaba llevando por delante. Y es que, muchas veces, identificamos la madurez con una capa espesa de positivismo anti-sueños sin darnos cuenta que en la capacidad de soñar está nuestro futuro como personas y como especie.
No miren el calendario. No, no es Navidad. Estamos en Marzo ventoso esperando que por fin Abril traiga las refraneras lluvias. Pero es cierto que acaban ustedes de leer un preámbulo donde intento perdonarme a mismo el hecho de que El Polar Express me haya gustado. Les aseguro que no soy un pardillo chiripitifláutico creyéndome en el mundo feliz de Huxley. Sé muy bien que el hombre es un lobo para el hombre, que la humanidad es nuestra asignatura pendiente, que la crisis y Papá Noel se llevan a mal traer y que el espíritu navideño fenece entre cuerpos que se desangran en Siria y cuerpos desnutridos en el cuerno africano. Todo eso lo sé. Pero aún así me gusta el film ¿Qué le hago?.
Me gusta formalmente. Una técnica innovadora llamada “performance capture” permite trasladar la acción a la pantalla gracias a trajes de neopreno y puntos reflectantes. Los paisajes son magníficos, con efectos 3d espectaculares aunque mi televisor no les haya sacado el partido debido. La presencia básica de Tom Hanks impregna positivamente la cinta. En definitiva, espectacularidad en estado puro.
En
sinopsis estamos ante la historia de un niño, en ese punto crucial
entre la inocencia infantil y la incredulidad adulta, con un pie en cada
uno de esos dos escalones, que asiste en Nochebuena a la llegada del Polar
Express con destino al Polo Norte, donde se ultiman los preparativos para
que Papá Noel cumpla con la tradicional visita de la noche mágica del
año.
Esa es la principal línea argumental, practicamente perfecta. La
cuestión estriba en el resto de apartados que dan vida al conjunto: El
guión, la música o incluso la moralina. Ellos completan un todo, para el que no puedo mantener el sobresaliente que técnica y
formalmente merece. A partir de un sencillo y breve libro navideño el
guión construye una historia para la taquilla exagerada y magalómana que
se olvida de la sencillez literaria dando paso a efectos visuales sin
trasfondo alguno. El baile de los camareros sirviendo chocolate, las
peripecias bailarinas de un billete de tren o de un pasador de la
locomotora, e incluso la trasformación del nevado techo del expreso como
deslizante Partenkirchen son escenas tan espectaculares como
innecesarias. Algunas moralinas se notan decididamente impuestas, como
la niña de color… Todo ello emborrona un poco mi calificación.
Quizás este desenfocando algo la cuestión. Aunque no estemos en Navidad me siento predispuesto a la generosidad y me digo:
Lo accesorio no puede sobreponerse a lo fundamental.
Como dice el propio revisor:
- No es importante dónde va el tren. Lo que verdaderamente importa es que deseemos subir a él.
Creo que esta frase resume un film claramente navideño pero que tampoco está mal que se vea fuera de tiempo. Especialmente, si somos coherentes con aquello que siempre decimos, de que el espíritu navideño debería dudar 365 días, o incluso en este 2012, uno más.
Puntuación: 8,00
2 comentarios:
En su momento vi esta película llevado por las buenas críticas que se le hacían y me desilusionó bastante.No me pareció una película infantil, ni por la dureza de las imágenes ni por el complejo guión que a un niño le resulta dificil de seguir. No olvidemos que los niños están más acostumbrados a otras historietas que ven en televisión.
Quizas por eso mismo me haya gustado. Tal vez no fuese un mensaje tan dirigido al público infantil como yo presuponía.
La verdad es que tu comentario abre diversos frentes: ¿Saben los adultos lo que les gusta a los niños? ¿Lo que es válido para los niños de antes es válido para los de ahora? Además está la influencia de la TV y especialmente de los videojuegos.
Tengo claro que la psicología infantil es una de las materias mas complejas de este mundo y que el paso de la infancia a la madurez es algo así como un viaje interplanetario desde un mundo maravillosamente feliz a otro demasiado real.
En cualquier caso sigo manteniendo mi puntuación. Por los aspectos tecnicos innovadores del 2004 y porque sin duda necesitamos pastillas para soñar (al contrario de las que pedía Sabina)
Saludos amigo y siempre es un placer contar contigo y contrastar opiniones.
Publicar un comentario