Los pecados de Rachel Cade
debieron ser perdonados en la traducción española. Así Misión en la Jungla
tiene el mismo aroma a penitencia y sacrificio que dos padrenuestros y cinco
avemarías. Y es que en los albores de los 60, lo verde aún empezaba en Los
Pirineos y las españolas eran, oficialmente, castas Susanitas con ratón chiquitín. Pero tampoco hay que ser demasiado duro con aquellos censores
guardianes infranqueables de nuestra moral y que nos preservaban de tantos
pensamientos impuros. En realidad los pecados de Rachel se reducían a uno: al
pecado de ser mujer con un cuerpo normal y deseos normales. Y si hasta a Simón
del Desierto, feo como picio, en el film de Buñuel, se le aparecía la tentadora
serpiente con cuerpo de Silvia Pinal, que menos que a Angie Dickinson se le
aparezca una criatura beatífica, un Santo en todo su juvenil esplendor. Un
Roger Moore pre Simon Templar y también pre Bond, en plan guaperas y deseoso de
vivir bien y acomodadamente.
Sin embargo ese accidente aéreo
que da con sus huesos en pleno Congo Belga unido a las costumbres
“relajadas” de la población indígena son algo así como la leña, las
brasas, las ascuas y lo que ustedes quieran sobre los que sopla ese diablillo
pícaro como Cojuelo y así el piloto (Moore) presunto único superviviente (no se
detienen a comprobar si hay más heridos), acaba desarmándola (a Rachel) de
todas aquellas corazas protectoras de una vida dedicada a Cristo y a la Biblia.
Y el desarme y la seducción tienen un fruto llamado Poly, un bebé blanco en
una comunidad de color, incapaz de preguntar todavía ¿Qué haces en la guerra,
Papi? Pues papá Moore debe retornar al frente ignorante del incremento
familiar. Probablemente allí hubiese seguido en plan si te he visto no me
acuerdo, de no ser porque el coronel Derode (Peter Finch) responsable militar del lugar, le escribe una misiva poniéndole en antecedentes.
Podría romper mi costumbre y
convertir mi crítica en un spoiler descarado, pero no, uno es como es y tiene
sus principios. Así que lo dejaré aquí, no sin antes advertirles que la
mediocridad del film no es tanto consecuencia de la historia de partida, ni
siquiera del trabajo de Angie Dickinson o Peter Finch. El film es mediocre
porque se han desaprovechado muchas cosas, porque no resultan creíbles
comunidades de nativos tan permeables a nuevos dioses y religiones, porque los
brujos de la tribu son light y consensuan sus acertijos con el poder civil,
porque los jefes no son más que prolíficos sementales con numerosas esposas,
porque el trabajo de Roger Moore decepciona, porque los pecados ya no venden
como antes y porque por mucho que busquemos comparaciones, ni es Narciso Negro
ni Historia de una monja. Y segundas partes, reales o presuntas, por lo general
no son buenas. Y esta, ni siquiera es una segunda parte…
Puntuación: 6,00
2 comentarios:
Desconocía la existencia de esta peli. Angie Dickinson es un buen pretexto, no así todo lo demás que nos cuentas de un modo más bien decepcionado. Suena a una peli cartón piedra en casi todo. Un saludo, FATHER.
Vi esta película en aquella "Sesión de tarde" de los sábados televisivos. Es curioso pero al leer tu crónica he pensado en "Narciso negro", mucho mejor que ésta, sin duda.
Saludos. Borgo.
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