lunes, 31 de marzo de 2014

EL EXPRESO DE PARIS (HAROLD FRENCH - 1952)



Su título original nos aproxima más al contenido del film: El hombre que veía pasar los trenes. Es evidente que tal denominación nos adentra en el contenido,  sugiriéndonos  una cierta actitud contemplativa y ensoñadora. Los trenes en movimiento son el símbolo por excelencia de ese cambio que se espera y que nunca acaba de llegar. Parecen dejar atrás todos esos obstáculos que nos impiden ser felices y ofrecernos un futuro esperanzador. Luego, la realidad será probablemente muy distinta de la soñada y desde la estación de destino partirán otros trenes también cargados de esperanzas y así sucesivamente

Mr. Popinga es un contable holandés de vida rutinaria que sueña con viajar y entre los distintos destinos que se le ofrecen desde su Groningen de residencia está París. Siempre París. Su sueño podría haber acabado en el bulevar de los sueños rotos de no ser por un desfalco que se produce en la fábrica para la que trabaja y en donde tiene invertidos todos sus ahorros.

Tras una serie de incidentes que no les quiero revelar para no estropearles la parte más válida de la película  nuestro hombre acaba tomando el expreso de París tratando de poner un poco de pimienta a la monotonía de su vida. El encuentro con una hermosa mujer y un conjunto de personajes poco recomendables pondrán en riesgo su integridad física y moral.

La verdad es que el film, disponible en Youtube con subtítulos, aparte de ofrecernos una actuación magnífica de Claude Rains y un buen trabajo de Herbert Lom  acaba defraudando un tanto. Eso sí, el inicio es prometedor pero a medida que la película avanza el interés va decayendo y ni siquiera la belleza de Marisa Tomei, limitadísima como actriz,  consigue despabilar al personal. Y es que Popinga es de esa especie habitual de pardillus maximus que tan bien retrató Fritz Lang en Scarlet Street. donde hasta Edward G. Robinson pierde el oremus por una seductora Joan Bennett .

Un planteamiento interesante, un nudo aceptable y un desenlace previsible y desencantador configuran un film calificado como “noir”, probablemente por basarse en una novela del escritor francés Georges Simenon, al que yo incluiría en el subgénero sicológico por ser en el campo de las frustraciones y las disfunciones en la salud mental donde encuentra su verdadero sentido.
Puntuación: 6,45 

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