Su
título original nos aproxima más al contenido del film: El hombre que
veía pasar los trenes. Es evidente que tal denominación nos adentra en
el contenido, sugiriéndonos una cierta
actitud contemplativa y ensoñadora. Los trenes en movimiento son el
símbolo por excelencia de ese cambio que se espera y que nunca acaba de
llegar. Parecen dejar atrás todos esos obstáculos que nos impiden ser
felices y ofrecernos un futuro esperanzador. Luego, la realidad será
probablemente muy distinta de la soñada y desde la estación de destino
partirán otros trenes también cargados de esperanzas y así sucesivamente
Mr.
Popinga es un contable holandés de vida rutinaria que sueña con viajar y
entre los distintos destinos que se le ofrecen desde su Groningen de
residencia está París. Siempre París. Su sueño podría haber acabado en
el bulevar de los sueños rotos de no ser por un desfalco que se produce
en la fábrica para la que trabaja y en donde tiene invertidos todos sus
ahorros.
Tras una serie de incidentes que no les quiero revelar para no estropearles la parte más válida de la película nuestro
hombre acaba tomando el expreso de París tratando de poner un poco de
pimienta a la monotonía de su vida. El encuentro con una hermosa mujer y
un conjunto de personajes poco recomendables pondrán en riesgo su
integridad física y moral.
La
verdad es que el film, disponible en Youtube con subtítulos, aparte de
ofrecernos una actuación magnífica de Claude Rains y un buen trabajo de
Herbert Lom acaba defraudando un tanto. Eso sí, el inicio
es prometedor pero a medida que la película avanza el interés va
decayendo y ni siquiera la belleza de Marisa Tomei, limitadísima como
actriz, consigue despabilar al personal. Y es que Popinga
es de esa especie habitual de pardillus maximus que tan bien retrató
Fritz Lang en Scarlet Street. donde hasta Edward G. Robinson pierde el
oremus por una seductora Joan Bennett .
Un
planteamiento interesante, un nudo aceptable y un desenlace previsible y
desencantador configuran un film calificado como “noir”, probablemente
por basarse en una novela del escritor francés Georges Simenon, al que
yo incluiría en el subgénero sicológico por ser en el campo de las
frustraciones y las disfunciones en la salud mental donde encuentra su
verdadero sentido.
Puntuación: 6,45
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