Las
habilidades artesanales de un buen director como John Farrow cuyas películas,
como he significado siempre en este blog “se ven con interés”, unidas a una
excelente fotografía en color de William H. Clothier, habitual de John Ford y
nominado al Oscar en dos ocasiones por El Álamo y El gran combate, y a unos
actores que representan sus papeles con profesionalidad hacen de “El zorro de
los océanos” una opción de cine clásico más que apetecible.
Soy
consciente de que la ideología del Duke y los excesos en su vida privada de
Lana Turner, son condicionantes que no favorecen precisamente una crítica
objetiva de sus trabajos. Pero es bien cierto que ambos, en especial Wayne, han
dejado su huella no solo en el Paseo de la Fama sino en la propia historia del
cine. Y aunque “El zorro de los océanos” no se encuentre entre sus mejores
trabajos, el resultado es más que correcto.
Lana
Turner resultó un problema para Farrow. Sus tardanzas y su afición a la bebida la
tuvieron en el alambre del despido y solo una rectificación in extremis
permitió que llegase a concluir el film. Por su parte, John Wayne había
aprovechado la estancia en Hawai para bucear junto a su esposa, la peruana
Pilar Palette, con quien se había casado en Noviembre del 54. Aunque esto
sucedió antes de iniciarse el rodaje, el actor contrajo una infección en el oído
que le mantuvo enfermo e incluso con la oreja inflamada a consecuencia de la
medicación. Por ello las tomas fotográficas debieron acomodarse a la nueva
situación.
Ello,
sin referirnos a la enésima ocasión en que Wayne da vida a un participante en
la IIWW, conflicto en el que, en realidad, nunca intervino, por, supuestamente, un accidente en
época de estudiante que le impedía correr normalmente. Y curiosamente ese
participante era un antiguo oficial de la marina alemana contrario al nazismo. Quizás
sería pertinente debatir acerca de si le hubiese encajado, en sus ideas
radicales y racistas, el papel de simpatizante de la ideología hitleriana.
Pero
no es lugar para estudios sicológicos o de personalidad. Aquí hablamos de cine,
y la película, narrando el hecho real de un carguero alemán atracado en Sidney que
al inicio de la contienda debe huir hacia su nación perseguido por las fuerzas
británicas, es un trabajo correctísimo que nos atrapa durante sus casi dos
horas de proyección con un argumento bien estructurado y una fotografía donde
los azules marinos y los colores tropicales ponen su contrapunte a otras
escenas de singular crudeza. Y es que en todo momento somos conscientes de que no
estamos ni en el Princesa del Pacífico ni en Vacaciones en el Mar sino en una
huida hacia adelante tratando de devolver a unos hombres a su patria alemana. En
medio, como en una coctelera, el amor se mezcla con los principios y la ética,
y tampoco faltan unas gotas de ideología criminal nazi, encarnada en uno de los
oficiales al mando del buque, aunque no creo que estemos hablando de un trabajo
excesivamente propagandístico, lo cual era bastante frecuente en esta clase de films bélicos.
De
nuevo, un film de John Farrow francamente interesante.
Puntuación: 7,35
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