Me doy cuenta que en ciertos círculos cinéfilos, los comentarios negativos sobre aspectos concretos de su filmografía son inmediatamente contrarrestados con argumentos basados en la idiosincrasia personal del autor, en su forma de ver la realidad, en su pertinaz deseo de dejar su impronta en todos sus trabajos. En definitiva, que por encima de guiones, historias y otras zarandajas que casi no vienen a cuento, destaque con todas las luces de neón encendidas el nombre de Godard.
Esta reivindicación de la autoría la supieron hacer mejor que nadie los directores franceses. Sus películas no eran de Belmondo ni de Jeanne Moreau por citar solo dos actores de la época, eran películas de Godard ó de Truffaut. Y bueno, hay que reconocer que estaban en su derecho. Y a eso se le ha llamado cine de autor.
Pero a este que aquí escribe, le gusta encontrar guiones consistentes y con interés. Las filosofías existencialistas suelen aburrir y producen somnolencia. Los cuerpos maravillosos también acaban cansando si no se les dota de alguna que otra frase coherente. Y si al elenco de personajes unimos, como actor, a un director consagradísimo de la talla de Fritz Lang pues los seguidores de este cineasta alemán nos sentimos bastante desconcertados oyéndole hablar de dioses, héroes y otras historias homéricas incomprensibles para la mayoría de los mortales.
Pero eso sí, la película es Godard, los colores, el rojo, el blanco destacando sobre azules, los carteles, las referencias cinéfilas. ¡Ah, ¿Es de Godard, verdad?! “La crème de la crème” Pues miren, aunque se molesten algunos. No me gustó. Y lo siento. Hasta los dioses hacen obras mediocres.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario