Mucha pena y poquísima gloria la de este film de Tony Scott que, gracias a la interpretación siempre profesional de Robert Redford y al tirón de Brad Pitt consigue un aprobado raspando que se dice ahora. Y es que entre esas películas de espías “bond-vivant” con martinis mezclados y Halle saliendo de las aguas y aquellas de espías surgidos del frío “made in Le Carré” caben muchísimas posibilidades pero Juego de Espías no tiene hueco ni hace demasiado honor a su denominación de origen (Spy Game).
En el fondo lo que se dirime en el film es un problema de identidades con componente generacional, en el marco de la CIA. No es casual que un veterano Nathan Muir (Robert Redford) esté viviendo sus últimas horas laborales en una Institución rejuvenecida en mandos y en ideas, dispuesta a demostrar que hasta su llegada al poder de los mandos intermedios no existía vida inteligente alguna. La vieja guardia frente a las juventudes Griffindor. El purismo, la legalidad y los acuerdos comerciales preferentes frente al aquí te pillo aquí te mato, tipo Chuck Norris y Rambo juntos. No hay secretos de estado ni fórmulas de cuya posesión dependa el futuro del mundo, ni Doctores No ni Moneypennys siempre dispuestas a echar un cable.
Estamos ante un juego de voluntades, del aquí mando yo y tú con las maletas a las Bermudas. ¡Ah! y no te despistes que te estoy grabando. Luz y taquígrafos. Todo lo contrario al oscurantismo tradicional que lo mismo ponía un comando en el mar de la China que en de la Tranquilidad sin que nadie se apercibiese hasta que las balas rebotaban a diestro y siniestro. Lo que sucede es que las vidas humanas se salvan antes entre tinieblas que a plena luz y en eso la veteranía es un grado.
Reconozco que el inicio es espectacular y que anima a frotarse las manos y repanchingarse en el sillón frente al televisor. Pero, al poco, nos damos cuenta que la cosa va de historias, loas y panegíricos de la amistad, lo cual no estaría mal si no estuviésemos frente a una presunta película de espías y si además no se desarrollase mediante flasbacks, cosa que elimina de sopetón cualquier asomo de intriga. No obstante, Scott (nada que ver con Ridley) consigue algunos momentos logrados donde, al amparo de las nuevas tecnologías y “amigos para siempre”, los buenos arreglan el asunto sin tanto mariconeo. Con el móvil en una mano y la “navy” en la otra. En lugar de Juego de espías quizás hubiese debido llamarse Desaparecido en Combate 25.
En el fondo lo que se dirime en el film es un problema de identidades con componente generacional, en el marco de la CIA. No es casual que un veterano Nathan Muir (Robert Redford) esté viviendo sus últimas horas laborales en una Institución rejuvenecida en mandos y en ideas, dispuesta a demostrar que hasta su llegada al poder de los mandos intermedios no existía vida inteligente alguna. La vieja guardia frente a las juventudes Griffindor. El purismo, la legalidad y los acuerdos comerciales preferentes frente al aquí te pillo aquí te mato, tipo Chuck Norris y Rambo juntos. No hay secretos de estado ni fórmulas de cuya posesión dependa el futuro del mundo, ni Doctores No ni Moneypennys siempre dispuestas a echar un cable.
Estamos ante un juego de voluntades, del aquí mando yo y tú con las maletas a las Bermudas. ¡Ah! y no te despistes que te estoy grabando. Luz y taquígrafos. Todo lo contrario al oscurantismo tradicional que lo mismo ponía un comando en el mar de la China que en de la Tranquilidad sin que nadie se apercibiese hasta que las balas rebotaban a diestro y siniestro. Lo que sucede es que las vidas humanas se salvan antes entre tinieblas que a plena luz y en eso la veteranía es un grado.
Reconozco que el inicio es espectacular y que anima a frotarse las manos y repanchingarse en el sillón frente al televisor. Pero, al poco, nos damos cuenta que la cosa va de historias, loas y panegíricos de la amistad, lo cual no estaría mal si no estuviésemos frente a una presunta película de espías y si además no se desarrollase mediante flasbacks, cosa que elimina de sopetón cualquier asomo de intriga. No obstante, Scott (nada que ver con Ridley) consigue algunos momentos logrados donde, al amparo de las nuevas tecnologías y “amigos para siempre”, los buenos arreglan el asunto sin tanto mariconeo. Con el móvil en una mano y la “navy” en la otra. En lugar de Juego de espías quizás hubiese debido llamarse Desaparecido en Combate 25.
2 comentarios:
Si te digo la verdad, Father, las pelis del hermano (mayor o menor?) de Ridley me interesan más bien poco que mucho.
La unión de los dos hermanos en series televisivas tampoco han dado nada potable. Todo son fuegos de artificio y mucho movimiento de cámara.
Si nos decidimos por ver una buena peli de espias echemos mano de un clásico "Spione" de Fritz Lang y a gozar.
Y como es un poquito tarde vamos a la camita.
Un abrazote.
No estoy de acuerdo con Anro, yo creo que Tony Scott es un director más que notable (aunque este "Juego de espías" es deplorable). Incluso hubo una época que me gustó más que su hermano Ridley (esa época ya pasó, sin duda).
De todos modos soy de la opinión que cualquier film con Redford merece la pena verse, aunque el resultado sean films tan mediocres como este.
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