El mundo del espionaje y de los agentes secretos resulta a priori especialmente atractivo. Las astucias femeninas de Mata-Hari o los artilugios innovadores de 007 y su corte de súper mujeres esperando la frasecita de rigor : “Mi nombre es Bond… James Bond" han tenido, tienen y tendrán sus seguidores, entre los que me cuento. Pero ello no significa que los Bond, M o Moneypenny tengan cualquier parecido con la realidad, que por no haber no hay ni coincidencias.
Películas como El serpiente o, la mucho mejor, El espía que surgió del frío, ofrecen una visión mucho más cercana a una realidad donde nada es lo que parece, la verdad y la mentira se solapan hasta hacerse indistinguibles y como resultante el espectador tiene todas las cartas para perderse en la trama, debiendo estar con los cinco sentidos agudizados y hasta con el sexto a punto por lo que pudiera pasar. Quizás por ello El serpiente sea un film que, debido a sus dobles agentes y a sus vericuetos algo retorcidos, despierta pocas simpatías. Tampoco ayuda mucho una realización algo irregular de Henri Verneuil, uno de los directores galos (de origen armenio) más americanizados en cuanto a su tipo de cine.
Sin embargo, si conseguimos salir del “laberinto” relativamente indemnes, concluiremos que El serpiente, sin ser un peliculón, tiene elementos más que suficientes para obtener un aprobado alto. Algo de suspense y acción (por ejemplo la escena del lago o la del puente), una fotografía excelente de Claude Renoir, o una maravillosa partitura de Morricone son puntos positivos de un film interesante donde la huida de un coronel soviético (Yul Brynner) a Occidente da inicio a una especie de juego de la verdad y a un magistral duelo interpretativo donde Henry Fonda, mister CIA, es el oponente.
La Cia, la OTAN, el Foreign Office, son elementos de un tablero donde huele a podrido y donde se desarrollaban aquellas batallas de la guerra fría hoy un tanto olvidadas. Batallas donde los topos y los camaleones eran sus protagonistas principales y donde los satélites, radares y aviones de reconocimiento eran algunas de sus principales armas. Verneuil consigue situarnos en aquel tiempo donde el muro de Berlín separaba algo más que dos territorios. Eran dos sociedades con dos formas de entender la vida que vivían en perpetua sospecha. Sin embargo al director francés se le escapa algo el film de las manos lo cual en una película de este género resulta peligroso. Los documentales históricos “trucados” o esa visita turística por el interior del edificio de la CIA resultan folklóricos y prescindibles.
Buena actuación de Phillipe Noiret y Dirk Bogarde, Farley Granger en su línea hierática y Virna Lisi en la suya de mucha mujer y con un par de frases “lapidarias” completan un reparto de excepción algo desaprovechado.
Eso si la banda sonora, de lujo.
Puntuación: 6,60
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