Internet y el cine se han unido para que podamos conocer una interesante historia, la del teniente alemán Frank von Verra, único prisionero de guerra en Gran Bretaña que logró escapar y volver a su país. Debo ser justo y citar el valor de la obra literaria “The one that got away” de los escritores ingleses Kendal Burt y James Leasor que, según parece se ajusta bastante fielmente a los hechos ocurridos, y de la que bebe con igual fidelidad la película de Roy Baker.
Protagonizada
por un actor de esos cuyo rostro se reconoce fácilmente pero al que
no acabamos de ponerle nombre: Hardy Kruger, la película narra en
clave de biopic tanto su espectacular y esforzada fuga definitiva en
tierras canadienses como sus dos primeros intentos en Inglaterra. Y
les digo, que aunque el éxito definitivo esté anunciado en el
propio título de la película y del libro, el film no está exento
de tensión y suspense, y lo que resulta aún más sorprendente es
que determinados detalles que se suponen peliculeros se ajustan
(según cuentan) a la verdad.
Así,
el segundo intento de fuga termina con una pistola en la sien al
tiempo que el oficial alemán se disponía a poner en marcha un avión
de combate británico con el que pretendía volar a Francia. Pero
aunque la vida empate con la ficción no podemos hablar de “combate
nulo”. Los espectadores, y debo suponer que también los lectores,
nos adherimos a la gesta del alemán, obligado como buen prisionero a
evadirse. Y aunque nos rechinen los dientes, los oídos o las
neuronas, porque conocemos que detrás de un espíritu indomable está
la svástica y millones de seres inocentes exterminados, más que al
alemán vemos al hombre. Es cierto que nuestra mirada no se centra,
como en El pianista de Polanski, en valores de sensibilidad sino en
una envidiable fuerza de voluntad capaz de mover montañas, casi en
sentido estricto. Quizás, para acallar nuestra conciencia, el The
end de la película se acompaña con datos reales sobre el final
humano del héroe con el que nos hemos solidarizado durante casi dos
horas. En este sentido también quiero remitirles a un film que
reseñé hace muy poco tiempo: El silencio de la mar, de Jean Pierre
Melville.
En definitiva, un film que desconocía y que me ha sorprendido muy favorablemente, que obliga a pensar, en la política, en los seres humanos, incluso en aquella maravilla de Remarqué/Milestone (Sin novedad en el frente), donde un hombre disfrazado con un uniforme que ni siquiera ha elegido pide perdón a otro, con uniforme distinto, al que acaba de matar. Son historias claramente diferentes, aunque unidas porque en el centro está el hombre y no las banderas.
De entre las miserias de la guerra, una gesta hija de la voluntad y del tesón. Una gesta que recuerda aquella de La gran evasión de Sturges, con Steve McQueen al frente, y de la que solo se diferencia en que esta es pura realidad.
En definitiva, un film que desconocía y que me ha sorprendido muy favorablemente, que obliga a pensar, en la política, en los seres humanos, incluso en aquella maravilla de Remarqué/Milestone (Sin novedad en el frente), donde un hombre disfrazado con un uniforme que ni siquiera ha elegido pide perdón a otro, con uniforme distinto, al que acaba de matar. Son historias claramente diferentes, aunque unidas porque en el centro está el hombre y no las banderas.
De entre las miserias de la guerra, una gesta hija de la voluntad y del tesón. Una gesta que recuerda aquella de La gran evasión de Sturges, con Steve McQueen al frente, y de la que solo se diferencia en que esta es pura realidad.
Puntuación:
7,75
2 comentarios:
Pues yo también la desconocía, Father, y me han entrado ganas de ver las fugas de este Kruger tan rubito... me la apunto.
Un abrazo.
No es mala opción lo de fugarse en Agosto.
Un saludo afectuoso
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