La principal característica de los films llamados de serie B es,
indiscutiblemente, la cortedad de su presupuesto. Esta circunstancia
supone, en bastantes ocasiones, un interesante estímulo a la imaginación
y a las dotes artísticas de los realizadores, quienes intentan,
mediante imágenes, diálogos y, especialmente, un guión lo más absorbente
posible, captar, podríamos decir secuestrar, la atención y el interés
del espectador. Hellgate, de Charles Marquis Warren, además de
ejemplificar esta afirmación cuenta con la participación de notables
actores como Sterling Hayden quien en 1950 había rodado a las órdenes de
John Huston, La jungla del asfalto, en uno de los principales papeles,
James Arness, muy buen secundario (El gran Jim McLaine, Gunsmoke - serie
de TV), y uno de mis actores de cabecera, habitual con John Ford
(sublime encabezando el baile en Ford Apache junto a Henry Fonda) como
es Ward Bond. Desconozco el presupuesto total y su distribución, pero
para ser un "low-budget affair" está ciertamente muy aprovechado.
Encuadrable a la vez en el western y en el cine carcelario, Hellgate
(originalmente "Hellgate Prision") es una muy interesante muestra de
cine psicológico donde, disfrazada de error judicial, se analizan las
cicatrices que la Guerra Civil norteamericana dejó en las profundidades
del alma tanto en los Estados del Norte como en los del Sur. Gilman
Hanley (Sterling Hayden) un veterinario sudista incorporado, recién
acabada la contienda, a la nueva normalidad impuesta por el norte, es
acusado de colaborar y favorecer a las bandas de insurgentes sudistas
que recorren Kansas. La curación de un rebelde herido y la casual
pérdida de unas alforjas de dinero robado son argumentos para su juicio y
posterior condena así como para su ingreso en una inhóspita (más de lo
acostumbrado) prisión en medio de un desierto supuestamente próximo a la
frontera mejicana, en condiciones de vida inhumanas, donde el sol
abrasa las fosas de castigo, donde el agua (escasísima) debe
transportarse en barriles desde las localidades más cercanas, donde el
trabajo penitenciario es duro, cruel y sin rédito alguno para nadie.
Donde los guardias vigilan y se ensañan, y donde los indios pimas acaban
con los que llegan a la osadía de intentar fugarse de los pétreos
calabozos excavados en la roca. Todo ello dirigido por el sádico
teniente Tod Voorhees (Ward Bond) al que la palabra rebelde le revuelve
las tripas evocándole las impías muertes de mujeres y niños a manos de
las fuerzas del sur.
Este es el ambiente para un hombre cuyo único delito fue socorrer a otro
hombre maltrecho. Mientras su mujer (Joan Leslie) gestiona en
Washington la revisión de su condena, él comparte celda con otros presos
que sedientos y perpetuamente castigados parecen agonizar en un
infierno pétreo subterráneo al que se accede por una puerta de
puntiagudas estacas excavada entre los pedregales del desierto. Y en ese
ambiente no sólo se dirime la lucha entre la vida y la muerte sino
entre la resistencia y el hundimiento, entre la integridad que dan los
valores personales y el vencimiento ante la fatalidad. Más allá de unos
acontecimientos previsibles desde el principio, es en esta psicológica
lucha interna de un hombre que trata de mantenerse íntegro en las
circunstancias más contrarias, donde, a mi juicio, encuentra este film
de Marquis Warren su verdadero sentido. La reparación (siempre parcial)
del agravio cometido es un hecho conocido desde el minuto uno por los
espectadores, ahora bien, el cómo y de qué manera, se va desgranando
minuto a minuto entre heroicidades de unos y remordimientos de otros.
Excelente el entorno elegido para ubicar el presidio natural, en las
proximidades de Los Ángeles, en un curioso enclave conocido como Browson
Canyon, un paraje donde a principios del siglo XX se extraía piedra
para la construcción. Cerrada la explotación en los años 20 se ha venido
utilizando en producciones cinematográficas (p.e. Duelo en la Alta
Sierra) y televisivas (Batman, Bonanza). Excelente como siempre Ward
Bond e incluso Sterling Hayden cuyo rostro siempre me pareció un tanto
hierático y demasiado imperturbable, cumple bien lo que le exige el
papel.
Resumiendo, un film con los alicientes suficientes para visionarlo y
que, en ningún caso defrauda. Los recortes presupuestarios no afectaron a
su calidad y hoy, setenta años después, sigue siendo una oferta
cinematográfica de interés.
Puntuación: 7,15
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