Este blog de comentarios cinéfilos únicamente pretende ser lo que es, un cuaderno impresionista, donde apenas encontrarán anécdotas y detalles curiosos de las películas (aunque me guste navegar por la Web en su busca) y donde, sin necesidad de indagar demasiado, pueden encontrar ese rastro que el cine y los años vividos han ido dejando en mi, esas sensaciones, a veces inexplicables, que un film te deja y otro no, ese colorido impresionista que alegra ó entristece mis profundidades después de una proyección.
Y aunque es muy difícil sustraerse a los nombres (directores, actores, actrices, etc.), estos tampoco condicionan mis impresiones. Billie Wilder, por ejemplo, me parece un genio, pero tiene sus “ de arena” y lo mismo cabría decir de Lubitsch ó de Ford, y de todos. La impresión es como ese instante mágico que se produce ó no, que viene ó no, sin que nadie sepa como ha sido. Una imagen, una secuencia, una partitura musical, unos diálogos, el color del paisaje...”¿Chi lo sa?” consiguen que, al acabar de ver la obra en cuestión, tardemos un segundo más en removernos del sillón ó de la butaca. Y no es cuestión de presupuesto. No. Es más aquello de la imaginación al poder, antes del 68 ó después, da lo mismo, porque se trata de una máxima intemporal.
El “number one “ de la serie B muy probablemente sea Edgar G. Ulmer y “Detour” su obra más conocida. Pero quiero comentar aquí “El trotamundos” y sobre todo declarar públicamente que después de verla, uno se cuestiona acerca de la íntima naturaleza del cine serie B. ¿Es sólo cuestión de dinero? ¿Es una forma distinta pero voluntaria de hacer cine? ¿Puede una película serie B encabezar la lista de mejores películas que en el mundo han sido?. No se confundan. No estoy diciendo que El Trotamundos esté en ese ranking. No. No llego a tanto. Ulmer en esto de la magia no es Merlin el encantador. Pero les digo algo. Es un film distinto. Mucho mejor que la media.
Se le puede encuadrar dentro del género western pero “con calzador” porque el film no tiene ninguna carga de la brigada ligera, ni el general Custer, ni pieles rojas, ni Billie el Niño ni Los Dalton ni nada de eso. Lo que tiene es una carga sicológica y por encima de todo un componente de humanidad, de deseos humanos lícitos e ilícitos, de monotonías y aventuras soñadas, de bondad y maldad entremezcladas, como sosegándose mutuamente, de ira y arrepentimiento y de bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Mexico como entorno me resulta totalmente apropiado y Arthur Kennedy como trotamundos, totalmente creíble y sobre todo ofreciendo una actuación digna de reconocimiento.
Pero, por encima de todo, me impactaron esas diferencias con lo convencional. Aquí los “teóricos” bandidos no mueren y ya está. Aquí son humanos, tienen miedo, inseguridades y por encima de todo, fe y esperanza. Esa esperanza que es el bien más preciado cuando no se posee nada. Su delito fue tomar aquello que se les prometió y nunca se les entregó. Para ellos es el reino de los cielos... Para nosotros la impresión de haber visto una excelente película.
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