Las cinematográficas mezclas de historia y sacralidad no suelen estar demasiado bien vistas especialmente en estos tiempos que corren. Lo de los milagros no se lleva bien últimamente y la historia tampoco se corresponde demasiado con el carbono 14. Estos son los handicaps de partida con los que cuenta Sodoma y Gomorra máxime en el 2008. No obstante me siento dispuesto a otorgar una buena puntuación a esta película. Aldrich es un buen director que convierte lo que podría haber sido un peplum de tres al cuarto en una excelente recreación histórica ó pseudohistórica, como prefieran.
Excelente el trabajo de cámara y montaje en la batalla con los edomitas, espectacular la destrucción de las pervertidas ciudades por la cólera de Dios, espléndida la filmación de jinetes y cabalgaduras en la carga sobre los hebreos y muy bueno en general el trabajo de dirección de masas, que haberlas háilas y abundantes. Como verán la seducción del film no está tanto en la representación de una vida regalada, lasciva, hedonística y sensual que es lo primero que se nos viene a la cabeza al pensar en Sodoma y en Gomorra sino en otros aspectos de realce: fotografía, color, interpretación de los actores, música y por encima de todos ellos, esa habilidad de su regidor para mantener bien el "tempo" de la obra y con ello su interés para el espectador.
Es cierto que esa gama cromática con que se inicia la película parece un presagio de aquellas psicodélias alucinógenas tan propias de los 60 y es igualmente cierto que 154 minutos de película pueden acabar lastrando. Falsas premoniciones. La fotografía, el color y en general todo lo relacionado con el apartado imagen, ponen su genial contrapunto a una historia que creíamos conocer pero que acabamos descubriendo que no. Que, sin entrar en el eterno dilema de cine versus realidad ó pseudo-realidad, es mucho más que la famosísima estatua de sal. Y en ese interés, no diré que se nos figure corta, pero casi...
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