Sonría por favor. Esta era una recomendación televisiva relativamente reciente que debió calarme subliminalmente hasta el punto que, con cierta frecuencia, añado a mis cócteles pastilleros una peli de risa. Les aseguro que la receta funciona, aunque eso sí, hay que abstenerse de genéricos indigeribles y procurarse píldoras de laboratorios de calidad certificada. Mario Monicelli lo es, como ya sabrán todos los que vieron Rufufu o Amici Miei y quienes no las vieron ¿A qué están esperando?.
Monicelli y Totó consiguen el más difícil todavía, la carcajada del espectador siglo XXI en su soledad de corredor desfondado ante el televisor. De la mezcla de socorridos tópicos y momentos absolutamente surrealistas surge un humor corrosivo, ácido, crítico por momentos y al final tierno. Con la modernidad le han salido demasiadas canas a este tipo de cine. Las nuevas generaciones difícilmente se reirán con una película italiana de los 50 donde se saca punta a la burocracia, al espíritu latino, a los comadreos de escalera y hasta al mismísimo paraíso. Quienes no vivieron aquel sentido de las cosas es imposible puedan captar dobles sentidos. Italia y España, primas hermanas en esto, hemos intercambiado estampitas y algunos podemos sonreírnos sin sonrojarnos cuando vemos la paja en el ojo ajeno, porque sabemos que es la misma paja que afincó sus reales durante mucho tiempo en el nuestro.
La historia de un funcionario jefe de archivos, cuya batalla contra el esquivo escalafón está irremisiblemente perdida se ve alterada a consecuencia de un incidente casual que afecta a su jefe superior. La pérdida de un expediente, los premios de la Lotto, la búsqueda de un papagayo y el futuro de su mujer y cuatro hijas, constituyen los hilos de una madeja que se va desenredando entre gags y expresiones del cómico italiano Totó, hasta culminar en una parodia surrealista del Olimpo divino.
Al lado de las obras maestras coexisten películas como esta. Si nuestra búsqueda de Santos Griales no es demasiado obsesiva podremos sacar partido de ellas y pasar un rato entretenido. También se trata de eso.
Un apunte final, esta película tardó más de un año en ser autorizada su exhibición. Lo que hoy nos parece de una inocencia celestial debió tener sus dobles propósitos y sentidos poco confesables para los vigilantes de la honra de la patria italiana. Bueno, Monicelli, por lo que sabemos de él siempre fue un poco transgresor.
Puntuación: 6,5