miércoles, 29 de junio de 2011

EL FOTÓGRAFO DEL PÁNICO (MICHAEL POWELL - 1960)


Uno de los directores británicos más sobresalientes fue sin ninguna duda Michael Powell. Trabajos como Las zapatillas rojas o Narciso negro han quedado como perlas de una filmografía donde la fantasía jugó muchas veces un papel fundamental.

Por ello puede sorprendernos esta película donde podríamos decir que la realidad queda ampliamente sobrepasada, efecto que se consigue al sumergirnos en el terreno de los traumas psiquiátricos y hacerlo sin pudor y sin delicadeza, hasta el punto de quedar Powell excomulgado cinematográficamente hablando por la sociedad de su tiempo.

Por lo que acabo de decirles ya supondrán ustedes, y acertarán, que estamos ante un film de culto. Directores de la talla de Coppola o Scorsese al tiempo que una sociedad nueva y no tan escandalizable, pusieron a Pepping Tom en su lugar y hoy, cuando ya las hemos visto de todos los colores, puede parecer ridículo tanto rasgarse las vestiduras allá en los 60.

Es inevitable compararla con la posterior Psicosis. En la película de Hitchcock el trauma se cocina con un tempo cinematográfico agil y con un suspense excepcional, y la psiquiatría pierde matices. En cambio en el film de Powell los espectadores, como consecuencia de esa cámara fotográfica asesina y omnipresente acabamos formando parte casi delictiva de una historia sin apenas misterio pero que ofrece referencias de voyeurismo, de sexualidad reprimida y de éxtasis liberador, en ese último instante donde la imagen se superpone con la muerte.

Los experimentos científicos que un psiquiatra especialista en miedos realiza de forma permanente con su propio hijo traumatizan a éste hasta el punto de asesinar a sus víctimas captando con su cámara el cénit de su pánico ante la inminencia de la muerte. Un tema duro realizado sin concesiones a la pacatería y eso le costó el puesto a Michael Powell, pero el tiempo, juez y señor, quita y. como en este caso, da razones, muchas y buenas-

Puntuaciòn: 7,80




 

domingo, 26 de junio de 2011

EL ASESINO POETA (DOUGLAS SIRK -1947)



Los primeros compases de Sirk en Estados Unidos tras su exilio germano fructificaron en una serie de películas que, por un lado, iniciaban ese melodrama suyo tan característico y por otro conservaban el auténtico sabor del inconfundible expresionismo alemán mamado desde la cuna. Una buena película que puede considerarse ejemplo de lo dicho es Lured, traducida en España como El asesino poeta y donde la  temática del asesino en serie tipo Jack el destripador en las nocturnidades de la city envuelve al espectador en esa atmosfera tan típicamente expresionista y languiana.

Claro que para poder empezar a disfrutar de las excelencias que sin duda tiene el film lo primero que hay que conseguir es desembarazarse de esa imagen arquetípica de Lucille Ball como artista casi exclusivamente de comedia y es que lo del televisivo show de Lucy Ball la marcó y mucho. Cuando lo hagamos y veamos que la cosa va en serio, la misma mirada nueva nos dirá que estamos ante un interesante film de suspense que arrastrará nuestra imaginación incluso y salvando distancias, hasta la etapa británica del maestro Hitchcock y que de calificarlo como serie B lo estaremos bendiciendo de alguna manera, porque la B además de barato es la inicial de bueno. Como se habrán dado cuenta lo de serie B lo he escrito en condicional, porque una película que cuenta con la fotografía de William Daniels es un auténtico lujazo.


La historia trata sobre un asesino que contacta con sus víctimas por la vía de los anuncios por palabras y que anticipa sus crímenes mediante enigmáticas poesías que remite a la policía londinense. La amiga de una de las chicas desaparecidas es contratada como cebo por Scotland Yard. No puede decirse que la temática sea extremadamente original ni a priori podemos esperar que nuestra capacidad de sorpresa se vea ampliamente desbordada. Sin embargo la película contiene momentos excelentes y mantiene en niveles altos el interés de los espectadores.


La presencia de George Sanders en su línea bastante habitual “soy un truhán, soy un señor” es de agradecer así como la de un secundario de primera como Charles Coburn. La escena de Boris Karloff viene a ser algo así como un sketch interior de la película, hecho a medida de una de las grandes figuras del género terrorífico.


Interesante, aunque un tanto predecible, no estamos ante una obra maestra pero si ante un trabajo que agradará a los seguidores de Sirk, a los de Lucy Ball e incluso a los de Sanders, pero sobre todo a los que nos gusta la mezcla de cine negro, barroquismo y altas dosis de suspense.


Puntuación: 7





jueves, 23 de junio de 2011

CHINA DOLL (FRANK BORZAGE - 1958)



Dentro de mi repaso a la filmografía de Franz Borzage le ha tocado el turno a China Doll, película que a priori arrastra el “lastre” para algunos de contar con la presencia interpretativa de Victor Mature. Reconozco que no es un actor que me entusiasme demasiado y si tuviese que establecer rankings, probablemente se escondería en el montón de la mediocridad. Pero dejando dictámenes para doctores de la Iglesia, que haberlos háilos, este es uno de los trabajos de Mature, junto a El embrujo de Sanghai, al lado de Gene Tierney, donde más me ha convencido. Curiosamente en ambos parecen venirle como anillo al dedo su natural semblante orientalizado. Tal vez sea por ello…

No es el mejor Borzage. Su “Séptimo cielo” me dejó mejores sensaciones a la par que le acreditaba como uno de los mejores directores de los inicios del arte cinematográfico. Se trataba de un film que de haberse parido en Francia muy fácilmente lo habrían catalogado entre el realismo poético o similar. China Doll no es el caso. En China Doll la realidad es cruda y aunque se agradece el toque exótico oriental, se echan en falta esperanzas. En justicia, no todo es achacable a las habilidades directoras de Borzage quien probablemente saca el mejor partido posible de un guión a mi juicio demasiado predecible y donde la única incógnita es en qué tiempo y lugar van a caer las bombas y a cuantos y a quienes va a matar, un argumento que no deja lugar a ese romanticismo tan borzaguiano del contigo pan y cebolla al que nos tenía gratamente acostumbrados. No obstante estoy de acuerdo con lo expuesto, al respecto de Borzage en Cinema de perra Gorda: "... imponiendo los rasgos de su estilo y su exquisita sensibilidad a un relato que en otras manos estaría condenado al fracaso más absoluto. "  

Entre las anécdotas de la película tenemos la interpretación de la actriz china Li Hua Li, contratada al efecto por de Mille para participar en The buccaner, película comentada en este blog y protagonizada por Yul Brinner. La actriz viajó al efecto desde Hong Kong pero no participó en ella sino en esta China Doll, donde si no tiene más líneas de diálogo fue porque no sabía ni papa de inglés. Es cierto que uno de los activos de la película son las miradas y los gestos, en ese estilo carácterístico flor de té y luna de agosto, pero es también verdad que Li Hua Li, todo un personaje en su país como más de 60 películas interpretadas, muchas de ellas de producción propia, tenía las ideas súper claras en lo que figuraba estipulado y firmado en su contrato, y por ello se negó rotundamente a besar a Victor Mature (las malas lenguas hablaron de aliento a cebolla y de continuas disputas entre los dos artistas)

Su interpretación es inmejorable, con la candidez justa y esperada. Su sonrisa perfecta. Su rostro juvenil a pesar de sus 30 primaveras. A su lado Mature resiste el envite y es un mérito. La guerra, gran cercenadora de las vidas tanto de los que ya han vivido como de quienes no han tenido la oportunidad, se lleva no obstante la parte del león en una película que quizás no sea demasiado representativa del cine de Borzage pero que da mucho que pensar y sin duda es imprescindible para quienes tratamos de acercarnos a su trayectoria detrás de las cámaras.

Puntuación: 6,75



jueves, 16 de junio de 2011

FORAJIDOS REBELDES (HUGO FREGONESE - 1954)


Probablemente el western haya sido el género cinematográfico más visto en la corta historia del cine. Aparentemente inocuo ha llenado sesiones televisivas matinales o de tardes de domingo con sus personajes de valores legales inquebrantables y certera puntería, romances con final feliz y unos odiosos individuos con aspecto ligeramente humano a los que se vino a llamar indios. Evidentemente estoy generalizando tanto que parezco olvidarme de films como Pequeño Gran Hombre de Arthur Penn , La puerta del diablo de Anthony Mann o El gran combate de John Ford, donde se da una visión bien ditinta.

El director argentino Hugo Fregonese, de quien ya comenté su noir Black Tuesday, rueda en EEUU un western poco usual, ambientado en la guerra civil americana y basado en hechos reales: The raid (Fugitivos rebeldes). Como ocurre con frecuencia, los títulos castellanizados restan matices a los originales y aunque, como en este caso, expliquen lo fundamental se dejan otras cosas en el tintero. Es cierto que se trata de un grupo de fugitivos sudistas a los que se idéntica con la palabra rebeldes, pero no es menos cierto que la palabra “raid” tiene significados de incursión y de guerra de guerrillas y que la película documenta, en este sentido, prácticas que se hicieron habituales en la guerra de secesión especialmente después de que los llamados “documentos Dahlgren” demostraran que un grupo de soldados del Norte se habían introducido en territorio confederado con la finalidad de asesinar al Presidente sureño Jefferson Davies y a su equipo de colaboradores, Esto motivó contraofensivas de “guerra sucia”, espionaje e infiltraciones. 

En este ambiente se maneja el argumento de esta película de Fregonese, que cuenta con un director de fotografía de excepción como Lucien Ballard (Valor de Ley, Atraco Perfecto, La Huida, Grupo Salvaje) y un plantel de actores francamente bueno: Van Heflin, Lee Marvin, Peter Graves, Anne Bancroft o Richard Boone y donde, de alguna manera, se deja un tanto de lado el western del gatillo flojo y el muerde la bala para dar paso, en un estilo más parecido al de otros directores como Tourneur, al western más humanizado con su cargamento de conflictos íntimos y personales. La cobardía o la venganza están ahí, al lado del amor imposible o de la veneración en los ojos de un niño. No exenta de suspense y de acción la película es un retrato bastante acertado de un momento histórico y al mismo tiempo una agradable sorpresa.

Puntuación: 7,00





    

lunes, 13 de junio de 2011

HOTEL DU NORD (MARCEL CARNÉ - 1938)



Al conocer que este film de Carné se situaba entre los más representativos del “realismo poético” me interesé por conocer que se entendía y englobaba en tal concepto. A priori me desconcertaba la aparente contradicción entre realismo y poesía y no acababa de encontrar conexiones entre ambos. Rebuscando en esta fuente inagotable que es Internet encontré una idea que me resultó válida y que espero lo sea también para aquellos lectores que, como yo, puedan andar desubicados en estas cuestiones:

La búsqueda de representar una realidad lúgubre a través de un equilibro de veracidad y belleza estética, la atención a cualquier detalle, cuanto más insignificante incluso mejor, la creación de un lirismo visual que no niegue el pragmatismo de las imágenes y de las ideas propuestas, se anteponen a cualquier cuestión genérica, y eso que en las historias del realismo poético subyace en todo momento un gran sentido de tragedia, cotidiana pero con pretensiones más generales.” http://www.miradas.net/2009/09/estudios/realismo-poetico.html .

A diferencia de lo que ocurre con el neorrealismo, donde la realidad pura y dura era la nota dominante llegando en ocasiones al punto de prescindirse de actores profesionales, aquí la realidad se muestra pura pero el lenguaje lírico le resta dureza aunque, bajo mi punto de vista, no mengua su fuerza.

Hotel du Nord me ha interesado. Es cierto que no es una película fácil, especialmente si en el horizonte seguimos teniendo como referencia esas producciones USA  donde lo importante no es la realidad sino lo que la altera. Aquí no. El tiempo en que se desarrolla el realismo poético ( 1930-1947) es un período crudo y difícil de la Europa de entre guerras y no es casual que naciese en una Francia sobrada de crisis y siempre en el pleno centro de los conflictos continentales. Incluso se ha comentado que en muchas películas los conflictos y situaciones de los personajes tienen una lectura mucho más profunda y entroncada con la realidad histórica y social.

Esta puede ser la razón última de las intenciones suicidas de una pareja de enamorados, cansados de buscar salidas en una sociedad donde todas las puertas se cierran. La elección del Hotel du Nord como lugar para consumar sus ideas terminales permite mostrar a los espectadores un panorama muchos más amplio de la realidad francesa y parisina acercándonos a personajes ciertos y de carne y hueso. La prostituta y su chulo, el niño adoptado, el confitero homosexual, el marido confiado y la esposa ligera, y otros ejemplares de una fauna urbana en tiempos de crisis y supervivencia.

El cine de Carné bebe de las fuentes expresionistas alemanas. Esta circunstancia, que es notoria en los juegos de luces y sombras en las paredes de la escalera del hotel, confiere un plus artístico a esta película e invita a revisar otros trabajos suyos como Quai des brumes o Le jour se léve. Respecto a los actores destacar la presencia y el trabajo de Arletty como prostituta y de Louis Jouvet como su chulo, ambos inigualables y muy por encima de los teóricos actores principales: Annabella y Jean-Pierre Aumont.

Un film que resulta un magnífico ejemplo de lo que antes definíamos como realismo poético y donde se demuestra la dificultad del trabajo de directores como Carné, Renoir o Duvivier que conseguían ponerle galas a la realidad sin impedir que esta nos siga sobrecogiendo.

Puntuación: 8,75

lunes, 6 de junio de 2011

TODOS ERAN MIS HIJOS (IRVING REIS - 1948)


Basada en la obra teatral de Arthur Miller con 328 representaciones en Broadway en el año 1947 y diferentes premios (entre ellos el Tony Award a su director Elia Kazan) fue llevada al cine por Irving Reis de la mano de un veteranísimo actor como Edward G. Robinson y de un novel de muchísimo éxito (especialmente trás Forajidos) como era el caso de Burt Lancaster. Por si ello no fuese bastante la fotografía corrió a cargo de Russell Metty de quien, para no cansarles, solo citaré su trabajo en Sed de Mal de Orson Welles.

Todo pintaba bien si no hubiese sido por la HUAC, es decir por el Comité de Actividades Antiamericanas empeñado en ver por doquiera conspiraciones no judeo masónicas (que allí los judíos tienen mucho peso) pero sí comunistas. La obra de Miller no dejaba de ser un ataque a unas estructuras capitalistas carentes de todo principio ético y que no dudaban en aprovecharse de la situación de guerra para obtener pingües beneficios. Cualquier alusión, por pequeña que fuese, a los diablos rojos o a sus ideales, en el país de los sueños y de las posibilidades para todos, era poco menos que pecado mortal en aquellos tiempos de la caza de brujas, por lo que el guión tuvo que dar un giro a su enfoque anticapitalista y centrarse más en la falta de escrúpulos de las personas antes que en la del sistema. Salir de Pilas para meterse en Pilatos, evidentemente, pues tampoco eran senatorialmente bien vistos los ataques al “life style” americano.

Este es el entorno en que se mueve la difícil realización de un film interesante con grandes interpretaciones y en el que, como no podía ser de otro modo los diálogos llevan todo el peso de la historia. Las justificaciones, los remordimientos, el miedo, la familia, la deslealtad y la muerte, están ahí reclamando su espacio y su momento. La historia de un hombre que a sabiendas vendió material en mal estado al Ejercito a consecuencia del cual murieron directamente muchos soldados e indirectamente su propio hijo es dura de digerir especialmente en los no tan felices años 40. Uno y otros eran sus hijos y al tiempo los hijos de una América con demasiadas, y muy recientes, heridas de guerra. 

Puntuación: 7,7



viernes, 3 de junio de 2011

TODO EL ORO DEL MUNDO (RENE CLAIR - 1961)



No es condición imprescindible pero sí resulta conveniente avanzar a través de la filmografía de un determinado director en orden temporal. La mayoría de nosotros navegamos al azar, al albur y sin brújula, o, como se suele decir, brujuleando aquí  y allá, perdiendo la visión panorámica del desarrollo personal y artístico de los directores que en el mundo han sido.  Ejemplos hay muchos. La etapa americana de Hitchcock se ha visionado en casi todos los casos antes que su etapa silente e inglesa. Ya digo que la cosa no reviste mayor interés pero serviría para entender el cine no solo desde el ángulo “impersonal” de los propios films sino en el aspecto del crecimiento humano de sus creadores. Hago esta apreciación a raíz de la película “Todo el oro del mundo” dirigida por René Clair y uno de los últimos trabajos de quien ha sido considerado uno de los mejores directores franceses de todos los tiempos. 

Estamos ante un film menor de un gran cineasta muy recomendable. Eso sí, les sugiero a quienes no conozcan sus trabajos que se inicien, por ejemplo,  con “Sucedió mañana” para poder apreciar  en plenitud ese característico tono cuento-film a lo Frank Capra, que se percibe igualmente, aunque con menor intensidad,  en “Todo el oro del mundo”.   Yo por mi parte trataré de aventurarme más atrás en el tiempo en una especie de búsqueda de las fuentes del Nilo de este buen orfebre del arte Lumière.
Todo el oro del mundo bebe de las aguas berlanguianas de aquel Bienvenido Mister Marshall premiado en el Festival de Cannes de 1953, premio que Clair indudablemente conocía. La especulación urbanística, las expectativas de desarrollo en el marco rural, los contrastes entre las prisas de la urbe y la tranquilidad rayana a la indolencia de la vida en el campo, y el inevitable Mr. Marshall aquí conocido por Mr. Hardy ( Phillippe Noiret ) con muchas promesas económicas y pocos hechos, son el caldo de cultivo de un film apropiado para “cinemás de quartier” de las tardes sabatinas en Tele France o similares, con un Bourvil como sucedáneo francés de nuestro inimitable Paco Martínez Soria y con la versión “galoise” de una serie de personajes arquetípicos de ese cine nuestro tipo “la ciudad no es para mi”.
Sin embargo René Clair no se limita a buscar la sonrisa/carcajada fácil. La propia trayectoria le hace ser crítico con un desarrollismo que queda patente desde las primeras imágenes del film con una ciudad como París absolutamente colapsada y cuyos habitantes aparecen crispados hasta límites inusitados que hacen entendible la alternativa de la vida rural. Lo que René Clair sugiere en tono cómico es la coexistencia con la naturaleza antes que el destrozo de la misma. Esta podría ser la moralina de un film discreto, entendible en la óptica amplia de una filmografía más que notable de un gran realizador, y que nos invita a seguir ahondando en su cine. 

Puntuación: 6