Miren, cuando comenté On dangerous ground (La casa en la sombra) de Nicholas Ray, ya hablé de contrastes, de violencia y sensibilidad, de ideas ejemplarizantes y de la maestría de Ray acompañada por una fotografía y una música de auténtico lujo.
Por ello, creo que quedará fuera de sospecha mi admiración por este director. Director que, al igual que todos, tiene su “opera prima”: Los amantes de la noche, y no tengo ninguna duda que en competición con otras alcanzaría el grado de “primus inter pares” ó cuando menos ocuparía plaza en el podium cinematográfico.
Los amantes de la noche anticipan esas ideas y valores de los que hablaba, violencia y sensibilidad, y la película es más un mensaje que un entretenimiento. Pero que no nos deslumbre más allá de lo necesario, tan sólo era un buen vino joven al que le faltaba maduración.
En confianza, mis comentarios tienen en cuenta la vida y milagros del director, si la música es apropiada ó si los encuadres enganchan la mirada del espectador, pero sobre todo, lo que más valoro de una película es si alcanza mi sensibilidad, para alegrarla ó herirla según los casos. Y en este, apenas la roza. Tal vez la “culpa” sea de Farley Granger al que me imagino siempre a punto de echarse a llorar, aunque tratándose de sentimientos, es muy probable que Ray lo eligiese por lo mismo
Resumiendo, como toda “ópera prima” que se precie, a la película le falta dinero, lo cual es normal, y por el contrario, le sobra ingenuidad (pues ingenuo es creer que a base de nuevos y verdaderos delitos se va a redimir del delito no cometido) y también le sobra Farley Granger, y se echan de menos algunos momentos mas como esa mirada del marido preso a su mujer tras la traición de ésta.
Por último y para no cansarles, según el productor Houseman la escena del coche atravesando una llanura polvorienta fue la primera en la historia del cine USA que se filmó desde un helicóptero. Los personajes vistos desde el cielo querían significar según Nicholas Ray “la larga mano del destino yendo hacia ellos”. Tal vez sea oportuno sugerir a quienes se mueven en esto del cine que, para que el espectador pueda valorar en su justa medida trabajos y escenas tan singulares y tan “de profundis” modernicen las proyecciones con auriculares informativos, lo mismo que en los museos de relumbrón, ó alternativamente regalen en taquilla un libro de instrucciones.
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