Breve sinopsis:
Película sobre las destilerías ilegales, el contrabando de whisky y la mafia que quiere sacar tajada del negocio, mientras la policia del Departamento de Impuestos estrecha el cerco sobre los transportistas.
Dennis Schwartz en Ozu´s World califica esta película como “ the ultimate road movie”, y tengo a Dennis como toda una autoridad en esto del cine pero, aunque la carretera es, sin duda, un elemento básico del film no creo que se trate de una “road movie”. Yo no diría tanto. Para mí, las “road movie” incorporan un cierto estilo de vida-carretera y aquí el estilo es el de fuera de la ley, aunque los presuntos ilegales nos parezcan buena gente y les cojamos cariño.
En lo que sí estoy plenamente de acuerdo con la crítica de Schwartz es en lo de película de culto. Claro que, esto de las películas de culto es la resultante de una serie de conjunciones astrales y no suele entrar, por lo general entre los objetivos de su director. Y como conjunción astral cabe calificar el hecho de que el “boss” Springfield se inspirase en un poster-anuncio de la película para componer su éxito Thunder road. No menos estelar, la oferta a Elvis Presley para que interpretase el papel que luego fue para el hijo de Mitchum y que no llegó a concretarse por que sus representantes se subieron a la parra, económicamente hablando. Y, además, el hecho de que el propio Robert Mitchum figurase en los títulos de crédito en distintos apartados ¡incluso componiendo la letra de la canción! Pues ayuda a lo de la cult-movie. Y para remate, su propio hijo es su propio hermano, con su evidentísimo parecido.
De culto si, pero descafeinada, porque generalmente las llamadas películas de culto suscitan posturas enconadas, pasiones y odios extremos. Nada de términos medios. Aquí la cosa no llega a tanto. La peli está pasable y se deja ver, sobre todo porque Mitchum es mucho Mitchum y saca a flote muchísimos guiones que sin él se hundirían en las simas abisales de la mediocridad.
Entretenida sin más. Su director no pasará a la historia por ella.
Película sobre las destilerías ilegales, el contrabando de whisky y la mafia que quiere sacar tajada del negocio, mientras la policia del Departamento de Impuestos estrecha el cerco sobre los transportistas.
Dennis Schwartz en Ozu´s World califica esta película como “ the ultimate road movie”, y tengo a Dennis como toda una autoridad en esto del cine pero, aunque la carretera es, sin duda, un elemento básico del film no creo que se trate de una “road movie”. Yo no diría tanto. Para mí, las “road movie” incorporan un cierto estilo de vida-carretera y aquí el estilo es el de fuera de la ley, aunque los presuntos ilegales nos parezcan buena gente y les cojamos cariño.
En lo que sí estoy plenamente de acuerdo con la crítica de Schwartz es en lo de película de culto. Claro que, esto de las películas de culto es la resultante de una serie de conjunciones astrales y no suele entrar, por lo general entre los objetivos de su director. Y como conjunción astral cabe calificar el hecho de que el “boss” Springfield se inspirase en un poster-anuncio de la película para componer su éxito Thunder road. No menos estelar, la oferta a Elvis Presley para que interpretase el papel que luego fue para el hijo de Mitchum y que no llegó a concretarse por que sus representantes se subieron a la parra, económicamente hablando. Y, además, el hecho de que el propio Robert Mitchum figurase en los títulos de crédito en distintos apartados ¡incluso componiendo la letra de la canción! Pues ayuda a lo de la cult-movie. Y para remate, su propio hijo es su propio hermano, con su evidentísimo parecido.
De culto si, pero descafeinada, porque generalmente las llamadas películas de culto suscitan posturas enconadas, pasiones y odios extremos. Nada de términos medios. Aquí la cosa no llega a tanto. La peli está pasable y se deja ver, sobre todo porque Mitchum es mucho Mitchum y saca a flote muchísimos guiones que sin él se hundirían en las simas abisales de la mediocridad.
Entretenida sin más. Su director no pasará a la historia por ella.
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