sábado, 27 de diciembre de 2008

EL INCREIBLE HOMBRE TRANSPARENTE (EDGAR G. ULMER - 1960)


La habilidad de Ulmer para estirar el presupuesto resulta tan increíble como las transparencias humanas. Y eso no es ciencia ficción sino realidad pura, dura y sobre todo tangible. En esta película, el presupuesto de gastos es, por lo escaso, claro y diáfano. Creiblemente transparante. Un caseron abandonado, pocos y desconocidos actores, la "vamp" de turno (generalmente bien escogida), algún rodaje en exteriores (preferentemente en carreteras poco transitadas) y algún que otro "extra" barato-paisa. Este es el estilo Ulmer, un estilo "todo a euro" que nos gusta y que sigue demostrando por enésima vez que en el cine no todo son presupuestos millonarios y efectos visuales espectaculares. Que hay una cosa que se llama profesionalidad y otra que se llama imaginación. Y que cuando ambas se juntan...¡Temblad, temblad, malditos!


No estoy diciendo con ello que estemos ante la mejor película de la historia, ni siquiera del cine B, ni tampoco del propio Ulmer. Puestos a elegir me quedaría, probablemente, con Detour. Pero resulta un film interesante y con muchas lecturas. El tema nuclear ha sido siempre un asunto de candelero, pero en el año en que se rueda la película, todavía muchísimo más. Y si además añadimos figuras como la del científico nazi o la del ex-militar dispuesto a reconquistar lo perdido a base de ejercitos invisibles, pues tendremos un producto evidentemente perecedero y al que los años no tratarán demasiado bien, pero con cierto gancho para su época.


En este tipo de películas, los actores no viven de las rentas de su fama, sino que, muy al contrario, trabajan duramente para salir del anonimato. En este sentido, sus interpretaciones son plenamente profesionales y muy valorables, disculpándose las lógicas imperfecciones. "Hormiguita" Ulmer lo aprovecha todo. Saca el máximo partido de actores y actrices, coloca cada elemento en el sitio justo para conseguir el efecto deseado y sobre todo maneja a la perfección los blancos y los negros de una fotografía comprometida con la idea que nos quiere transmitir. El verdadero presupuesto de las películas de Ulmer no está en los talonarios de cheques sino en su genialidad para imaginar y contar historias. Este es el activo real y no otro. La misma historia contada por otro hubiese sido ridícula y más cercana al bodrio que a otra cosa. En el caso de Edgar G. Ulmer, la cosa se queda en increíble, pero de esto ya estábamos avisados.



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