Es complicado hacer una crítica medianamente seria de esta película sin dar lugar a interpretaciones equivocadas. Intentaré explicarme:
Imagino que para un espectador oriental, el cine de Occidente “rasgará” cuando menos detergidos conceptos culturales. Lo mismo sucede a la inversa. Y esto es enriquecedor. Mi apoyo a cualquier iniciativa que divulgue filmografías sociológicamente diversas. Si algún día se consiguiese esa utópica convivencia en paz entre los seres humanos no cabe ninguna duda que sería a través del recíproco conocimiento. Y aquí es donde entran todas las manifestaciones artísticas, entre ellas el cine.
En la medida que tal conocimiento, hoy por hoy, es muy superficial y muy lejano de ese objetivo del que les hablaba, calificar negativamente esta película lo único que demuestra es que quizás no hayamos entendido nada y que nuestra occidentalidad nos ha puesto una venda en los ojos y en nuestra sensibilidad, de tal manera que estamos totalmente incapacitados para comprender y valorar.
En este orden de cosas, la película me ha dejado una sensación dulce como el propio sabor de las cerezas. Las reflexiones de un suicida frustrado por un árbol de picotas son un canto a la vida, en Irán, en Mozambique o en Brooklin. La parábola a lo Jorge Bucay me parece excelente. Incluso ese temor entre atávico y religioso a no ser enterrado me parece una oferta de reflexión.
Pero el resto me aburrió. El sabor de las cerezas se me volvió áspero en la boca de tanta arena. Las interminables vueltas y revueltas como copiloto del todo terreno me produjeron oleadas de sopor difícilmente resistible. La propuesta de reflexión cinematográfica no precisaba casi dos horas de monotemática machaconería.
Estoy dispuesto a aceptar que el problema soy yo. ¿Qué le voy a hacer? Si he nacido en un mundo de bloques, religiones y fronteras, que intento comprender, pero donde todavía hay cosas que se me resisten… Lo seguiremos intentando.
Imagino que para un espectador oriental, el cine de Occidente “rasgará” cuando menos detergidos conceptos culturales. Lo mismo sucede a la inversa. Y esto es enriquecedor. Mi apoyo a cualquier iniciativa que divulgue filmografías sociológicamente diversas. Si algún día se consiguiese esa utópica convivencia en paz entre los seres humanos no cabe ninguna duda que sería a través del recíproco conocimiento. Y aquí es donde entran todas las manifestaciones artísticas, entre ellas el cine.
En la medida que tal conocimiento, hoy por hoy, es muy superficial y muy lejano de ese objetivo del que les hablaba, calificar negativamente esta película lo único que demuestra es que quizás no hayamos entendido nada y que nuestra occidentalidad nos ha puesto una venda en los ojos y en nuestra sensibilidad, de tal manera que estamos totalmente incapacitados para comprender y valorar.
En este orden de cosas, la película me ha dejado una sensación dulce como el propio sabor de las cerezas. Las reflexiones de un suicida frustrado por un árbol de picotas son un canto a la vida, en Irán, en Mozambique o en Brooklin. La parábola a lo Jorge Bucay me parece excelente. Incluso ese temor entre atávico y religioso a no ser enterrado me parece una oferta de reflexión.
Pero el resto me aburrió. El sabor de las cerezas se me volvió áspero en la boca de tanta arena. Las interminables vueltas y revueltas como copiloto del todo terreno me produjeron oleadas de sopor difícilmente resistible. La propuesta de reflexión cinematográfica no precisaba casi dos horas de monotemática machaconería.
Estoy dispuesto a aceptar que el problema soy yo. ¿Qué le voy a hacer? Si he nacido en un mundo de bloques, religiones y fronteras, que intento comprender, pero donde todavía hay cosas que se me resisten… Lo seguiremos intentando.
3 comentarios:
Estimado Father,
tal vez no sea sólo un problema de su persona, y no creo que se deba a lo occidentalizado de nuestras mentes (que servidor es consumidor de cine oriental con cierta asiduidad y no ha tenido los problemas que con Abbas), pero a mi el cine del Señor Kiarostami como que no me termina de llenar, no me dice mucho y eso que le he dado varia oportunidades haciendo caso de elogios varios, pero nada, oiga... que tenemos un problema.
Saludos
No puedo opinar de ella porque no la he visto pero algo ha de tener si ha aparecido en el libro "1001 películas que hay que ver antes de morir". Es verdad que para este tipo de cine hay que hacer un poco más de esfuerzo para entenderlo y disfrutarlo pero no es menos cierto que hay que hacerlo de igual manera para ver auténticas obras maestras del cine occidental como por ejemplo la mayoría de la etapa muda: Murnau, Lang, Lubitsch, Vidor, Flaherty, Griffith... otros más modernos como Dreyer, Bergman, Fassbinder... y muchos que nos vinieron del este como Eisenstein, Kawalerowicz, Parajanov... por no hablar de asiáticos como Ozu, Mizoguchi, Satyajit Ray o Kurosawa. En fin, el arte suele ser difícil de entender y el cine es el séptimo arte aunque pueda quedar desmentido por cosas comerciales más promocionales que otra cosa de hoy en dia.
Yo tampoco he visto la peli del Sr. Kiarostami, que según tu otro lector, Javi, aparece en "1001 películas que hay que ver antes de morir"....No se, no se. Yo he tenido ese libro varias veces en la mano y lo he rechazado porque yo ya tengo más que de sobra mis 1001 pelis, y creo que aún me quedan muchas más.
Hay un cine oriental que admiro y que por supuesto hay que ver y disfrutar.
Yo considero que el cine es un arte absolutamente subjetivo. Hay gente que sin tener la más mínima idea sobre directores o estilos gozan con una obra maestra y otros, con cierta formación del medio, nos sentimos totalmente fríos con un director incensiado por los popes de la crítica.
Hoy yacen en el olvido más absoluto y profundo directores que en los sesenta y en los setenta nos decían que eran el no va más. El bueno siempre queda sea oriental, occidental o cosaco.
Como he dicho soy un ignorante del cine de Kiarostami. Tendré que ponerme al día y ver un puñado de sus pelis para ver si me emociona.
Un abrazote.
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