domingo, 6 de junio de 2010

LA MUERTE TENÍA UN PRECIO (SERGIO LEONE - 1965)




Mis críticas cinematográficas suelen ser poco académicas. Hablo de cine desde la marca indeleble o volátil que las películas dejan en mi, sin importarme demasiado si los presupuestos son A, B o Z o si las calificaciones previas de los verdaderos expertos han resultado favorables o no al film en cuestión.

Afincado en Almería desde hace muchos años es inevitable que en este comentario los sentimientos se mezclen en mayor medida. Y junto a los sentimientos, el conocimiento de una tierra hermosa en sus contrastes. Y ese Desierto de Tabernas retando a un duelo al sol a cualquier desierto norteamericano era inevitable que acabase siendo el impagable escenario de un western, espagueti por su director, pero almeriense de pura cepa por su paisaje, donde la belleza de sus puestas de sol consigue refrescar las gargantas secas de los viajeros curiosos que se acercan a sus mini Hollywood y a sus poblados Leone.

Dicho esto (nobleza obliga) afirmo que La muerte tenía un precio es un western excepcional de un director que engarza la historia en los gestos y en las miradas, en los dilatados silencios y en las palabras justas. Un western donde el mero hecho de encender una cerilla significa toda una declaración de intenciones, donde el carillón de dos relojes nos relata la historia de una venganza. Por último, un western donde las palabras sobran, porque no hacen falta, porque somos listos y lo entendemos todo y especialmente porque sin palabras se escucha mejor una de las mejores bandas sonoras de todos los tiempos. Ennio Morricone. Chapeau.

La conjunción Leone-Morricone nos depara uno de los momentos cumbres del cine. Las actuaciones de Lee Van Cleef, Clint Eastwood y Gian María Volonté, también. Almería pone ese perfil irrepetible entre la tierra y el cielo ...

Y la historia, desde su simplicidad nos regala un final inolvidable, de esos que, sin darte cuenta te dejan en el filo del sillón y con la espalda recta.




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