Dar
vida cinematográfica a las novelas negras de George Simenon con el
inspector Maigret como protagonista es una tarea complicada. Cada uno
de nosotros hemos puesto facciones a los distintos personajes, hemos
regado por la noche las calles de París, hemos dibujado sombras en
sus paredes, hemos sido asiduos de los nights clubs, hemos amueblado
las comisarías y hasta, si me apuran, hemos subido un Pernod a
Monsieur le commissaire desde el bar de la esquina, en pleno
interrogatorio. Trasladar todo esto a la pantalla grande, condensarlo
en hora y media de cine y además contentarnos a todos los lectores
es misión imposible. Gilles Grangier no sale mal parado del intento
y desde luego Jean Gabin es el mejor Maigret que conozco.
La línea divisoria con el polar francés es tenue. Es cierto que en otros films de Grangier con Maigret como figura estelar (ej. Le desordre et la nuit) la inclusión en el género negro es más acertada, sin embargo otras veces como sucede en este caso los gangsters no son suficiente argumento para modificar un aroma a policial francés con el inimitable estilo Simenon.
La línea divisoria con el polar francés es tenue. Es cierto que en otros films de Grangier con Maigret como figura estelar (ej. Le desordre et la nuit) la inclusión en el género negro es más acertada, sin embargo otras veces como sucede en este caso los gangsters no son suficiente argumento para modificar un aroma a policial francés con el inimitable estilo Simenon.
Basada
en la novela, Maigret, Lognon y los gangsters, “Maigret voit rouge”
(Maigret terror del hampa, aka) es un trabajo que consigue mantener
la atención de los espectadores. La historia gira alrededor del
intento de asesinato y posterior secuestro de un hombre, por unos
gángsters llegados a Francia desde Saint Louis en América. La
agresión al inspector Lognon lleva a Maigret a tomar las
riendas del caso personándose en el club Manhattan regentado por un
italo americano propietario del coche que utilizaron los pistoleros.
Algunos
críticos de la película echaron de menos un dialoguista como el
habitual en los films de Grangier: Michel Audiard. Sin restar
méritos a nadie los diálogos son correctos, directos e incisivos.
Entre lo que caracteriza a Maigret aparte de una excepcional
percepción sicológica de los distintos implicados están las frases
concisas, justas y en el momento y con la fuerza apropiadas. Con
ellas no consigue ser literalmente el “terror del hampa” pero los
hampones saben con quién se están jugando los cuartos…
Puntuación:
7,15
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