Entre los diferentes cambios que ha impulsado el cine (y posteriormente la TV) en la sociedad, uno de los más importantes ha sido el de extender las diferentes culturas de nuestro planeta a todos los espectadores. No resto merito a la importancia de la literatura pero es evidente que el lenguaje visual es mucho más incisivo y directo y su impacto sobre el conocimiento es mayor. La lectura añade matices imposibles para el cine y por eso además de un cinéfilo curioso siempre seré un infatigable lector, pero la fuerza de las imágenes en movimiento es innegable.
Lo anterior viene a cuento porque en ocasiones se tiene el concepto equivocado de la prostitución en Oriente al entender que la figura de las geishas podría ser extensible más allá del sub universo nipón. Esta película del año 1934 pone de manifiesto dos cosas: que la prostitución no estaba bien vista en la China de la época y que en nombre de la moralidad se cometen las más horribles aberraciones. Si quisiéramos detenernos en estas cuestiones, probablemente deberíamos interesarnos por las similitudes entre geishas y prostitutas en el mismo país del sol naciente e incluso cuestionarnos si las geishas con toda su sumisa parafernalia eran aceptadas o no socialmente.
Disertaciones aparte, lo que es evidente es que The goddess, nombre con que se conoce a las prostitutas chinas, es una película que critica a una sociedad capaz de destruir dos inocentes vidas humanas (la madre y su hijo) al tiempo que rezan sus plegarias dándose golpes de pecho, siendo indiferente si la religión es el budismo, el sintoísmo, el taoísmo o cualquier otra. Incluso, si alguien nos dijese que la acción tiene lugar por estos parajes nos lo creeríamos y si nos aseguraran que sucede en este siglo XXI pues también podría ser.
Con el punto de referencia de Sanghai “la nuit” el film narra la supervivencia de una mujer, madre soltera, que para mantener y educar a su hijo no encuentra otro camino que ejercer la prostitución. Una vida difícil y dentro de lo posible, rutinaria, que se ve alterada como consecuencia de una redada policial que la obliga a refugiarse en la casa de un gangster local que, bajo la amenaza de vender al niño se convierte en su chulo. Los vecinos del nuevo barrio en el que viven y donde el niño empieza a acudir a la escuela, consiguen que las autoridades del colegio expulsen al alumno simplemente por la condición de su madre. Desesperada, toma la decisión de empezar una nueva vida pero las cosas se complican.
Curiosa la vida de la actriz Ruan Lingyu (magnífica en el film) que tras ser acosada y criticada por la prensa debido a asuntos de carácter sentimental se suicidó a la edad de 24 años y más curioso todavía dado que había protagonizado recientemente un film sobre la vida de la actriz Ai Xia (New woman, 1934) quien también se suicidó por similares motivos. Terrible coincidencia.
Película muda, aunque las talkies ya habían despegado en USA desde el 27. Y es que, del mismo modo que en Norteamérica, el tránsito desde el silente al sonoro resultó mortal para muchos actores y actrices, máxime si tenemos en cuenta los múltiples dialectos diferentes al mandarín que se hablaban en la inmensa China. Por ello, los chinos fueron remisos, de alguna manera, en incorporarse al cinema hablado. No obstante, esta circunstancia no merma un ápice la calidad de un film notable que además se entiende muy bien sin necesidad de ponerle voz.
Puntuación: 8.00
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