Tensión
es uno de esos films que, si no esperas demasiado encuentras algo
mientras que si te creas demasiadas expectativas seguro que sales
defraudado.
John
Berry fue uno de esos directores estadounidenses sospechosos de
actividades antiamericanas. Su carrera se vió cercenada por
esta circunstancia y acabo dirigiendo en Europa. Por lo poco visto de
él podríamos decir aquello de “apuntaba buenas maneras”.
Trabajó mucho en la serie B gestionando presupuestos más bien
escasos con eficacia. Además de esta Tensión deberemos repasar He
ran all the way (Yo amé a un asesino - 1951) o incluso Casbah (1948)
para formarnos una opinión mucho más válida.
Siempre
he defendido la importancia del guión como piedra angular de
cualquier película. Un guión infumable no lo salvarán los mejores
actores del mundo pero si la cosa no alcanza extremos imposibles, los
actores pueden poner cierto grado de remedio. Sin llegar al milagro,
claro… Por el contrario un buen guión puede sobrevivir con éxito
aunque los actores no estén a la altura.
En
“Tensión” la situación es intermedia: El guión es correcto y
los actores tienen la calidad justa. Richard Basehart es un
profesional muy versátil que, por lo general, nunca defrauda. Junto
a él una Audrey Totter que a pesar de los misiles bajo su camisola
nunca acabó de convencerme, ni siquiera en aquella frivolité que,
por la manera de filmarse, resultó ser La dama del lago de Robert
Montgomery. En el lado de la ley, Robert Sullivan y William Conrad,
simplemente correctos. Y en un papel menor Cyd Charisse, de la que,
al no bailar no podemos disfrutar de sus largas y esbeltas piernas,
pero que, a cambio, disfrutamos de belleza y talento. Con sus pros y
sus contras, en su conjunto el elenco podemos considerarlo como
aceptable y correcto.
Resumiendo
brevemente: El encargado de una farmacia nocturna, con gran variedad
de productos en una diversificación habitual en los EEUU de los 60,
trabaja y ahorra para comprar una vivienda en una zona de nueva
construcción. Su mujer no comparte sus intereses y aprovecha el
horario de su marido para pendonear con tipos con dinero, llegando al
extremo de abandonar a su esposo. El farmacéutico después de
intentos fallidos de reconciliación y tras recibir una humillante
paliza urde un plan para desembarazarse del rival. Los policías
resolverán el caso con técnicas de psicología estrechando el cerco
sobre los distintos sospechosos. De hecho, el título “Tensión”
hace referencia a estas técnicas policiales que llevan al sospechoso
al límite de lo soportable.
Bajo
la apariencia de cine negro encontramos en realidad una película
claramente psicológica. En primer lugar el comportamiento de Warren Quimby (Basehart) absolutamente dependiente de su mujer resulta indigno y
humillante. Desde el primer momento queda claro para los espectadores
que la mujer (Totter) es una pelandusca del tres al cuarto y que su
marido pertenece al club de pardillos máximos cornamenta incluida.
Cada vez que regresa a su apartamento y abre la puerta de la
alcoba le corroen las sospechas acerca de si su mujer estará allí o
no. Hasta que un día no está y ve confirmados sus pensamientos más
oscuros. Nueva humillación en pelea playera con el amante. Y a
partir de ahí, cambio radical, como si fuese tan fácil dejar en la
cuneta lo que uno es.
Para
mayor endeblez argumental no parece muy creíble que un Basehart con
lentillas pueda no ser identificado por la policía con un Basehart
gafipasta. Bueno, en realidad si lo reconocen, pero tras un rato
largo divagando. Y aunque la cordura parece hacerse un lugar en la
escena del crimen, tampoco le hace mucho favor al argumento. Y no les
digo más para no desvelarles el desenlace.
Este
tipo de películas “colegio” donde se instruye al espectador
sobre técnicas policiales de sicología aplicada para desenmascarar
delincuentes siempre esconden gato encerrado. Evidentemente los
garantes de la ley no van a descubrir todas sus cartas. Pero además
en este caso, me parece que se confunde la tensión aplicada sobre el
criminal con las trampas que se le tienden y en las que cae
irremisiblemente.
No
considero que estemos ante un noir. Las playas de Malibú no
necesitan de sombra alguna. Además, los noir, enrevesados o no,
suelen dejar atados los cabos con mayor o menor claridad. Aquí no,
lo importante es el determinante de las conductas y los valores
íntimos y personales. Y en ese juego de sentimientos la presencia de
Cyd Charisse ofrece algunos momentos excelentes, especialmente uno en
que debe enfrentarse a la verdad junto al hombre al que ama. Sale del
aprieto con un éxito rotundo y demuestra que además de bailar sabía
actuar.
Puntuación:
6,25
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