Un
repaso medianamente riguroso del cine británico deberá incluir
necesariamente a Basil Dearden, director nacido en Essex en 1911 y
fallecido prematuramente a la temprana edad de 60 años a
consecuencia de un accidente de tráfico. En este blog, que es el
suyo, encontrarán referencia de dos de sus trabajos: El farol azul y
Matrimonio de estado, dos películas que tienen en común el haber
sabido reflejar la cotidianeidad de la vida inglesa en marcos
distintos, las calles donde pasean los bobbies y los castillos de la
realeza siglo XVIII con el advenimiento de la casa de Hannover al
trono inglés.
Si
bien ese aroma histórico y realista se pierde en esta, muy
posterior, La mujer de paja, no echamos en falta ni suntuosas
residencias ni ese “touch” absolutamente británico y además
parece que el celuloide ha sido tratado con una solución perfumada
con “Eau de Agata Christie” claro que, si me piden mi opinión,
el perfume, aunque agradable y aparente, delata su falta de
autenticidad.
Lo
primero que hay que decir es que si usted lo único que pretende es
pasar un rato entretenido, estamos ante una opción válida. Dentro
de una relativa irregularidad, la película nos atrapa en su
planteamiento, nos desencanta en su nudo y parece resucitar un tanto
en su desenlace, sin alcanzar los grados de imaginación de la
maestra literaria del suspense. No es una película “ contínua”
de esas que te agarran y no te sueltan hasta los títulos finales de
crédito, pero tiene sus valores y trata de explotarlos.
Un
valor positivo es el trabajo de Gina Lollobrígida, actriz y miss
Italia, destronando a la mismísima Silvana Mangano, quien se
apartaba voluntariamente de aquellos papeles que vendiesen una imagen
suya de chica fácil. Su personaje se sitúa en el extremo opuesto:
Una hermosa enfermera que es contratada para el cuidado de un
amargadísimo, imposibilitado en silla de ruedas, cruel y déspota
millonario inglés ( Ralph Richardson, en un trabajo excepcional). El
comportamiento inhumano del enfermo con todos los que le rodean hace
que la cuidadora lo abandone en dos ocasiones. Sin embargo, un
sobrino del magnate (Sean Connery) urde un plan para apropiarse de la
herencia en el que es una pieza importante la enfermera María
Marcello (Gina Lollobrígida).
Curioso
Connery en su papel de galán delincuente, justamente cuando se
empezaba a cimentar su fama como Bond... James Bond. ¿Romper
encasillamentos? Más parece que en la serie al principio se pagaba
poco. Poca visión de los royalties que dejaría en el futuro. No
obstante, Connery, de quien tengo una opinión excelente por el
conjunto de su carrera, no parece nunca tomarle el pulso a ese papel
y es con diferencia la pata coja de una mesa que ya de por si
trastabilla bastante. Es probable que su relación con Gina, una
actriz conflictiva en los platós, no fuese la deseable e incluso se
excedió en una bofetada que exigía el guión pero no con la dureza
con que la propinó.
Una
primera parte del film que resulta interesante desde un punto de
vista sicológico: La brutalidad y aparente carencia de sentimientos
del tullido Charles Richmond versus la integridad personal de la
enfermera Marcello quien no estaba dispuesta a soportar vejaciones
propias ni a contemplar como se humillaban a otras personas, mención
especial a un par de sirvientes negros a los que obligaba a
arrastrarse como si de perros se tratase. Parecen dos fuerzas
enfrentadas y el espectador agradece la lidia. A partir de ahí el
film se “humaniza” apareciendo las inevitables motivaciones
crematísticas. Ahí entra en juego el sobrino (Connery) quien añade
además un odio personal a causa de su propia madre. Es en este punto
donde parecemos enfrascarnos en una especie de novela de misterio con
Poirot o Miss Marple como protagonistas, evidentemente a años luz de
distancia, y de ahí hasta al final ligeramente en pendiente y hacia
abajo con un adormecimiento liviano del que nos saca ese inspector
típicamente británico que siempre aparece en esta clase de
películas. Ya saben, esos que piden mil veces perdón y que parecen
no querer molestar pero que al final resuelven el caso. No es el
Inspector Lomer (Alexander Knox) el ejemplo mas apropiado de este
género, pero pretendía que me entendiesen.
Podría
haberse llamado “El caso del muerto fumador”
Puntuación:6,75
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