Entre La Momia de 1932 y las múltiples y distintas versiones actuales hay muchas diferencias pero una de ellas es fundamental y se llama Boris Karloff. Karloff es al género del terror lo mismo que Bogart al del cine negro o Hitchcock al suspense. Hubieron otros, es cierto, Bela Lugosi, Vincent Price, Lon Chaney, Christopher Lee o Peter Cushing pero Karloff es el terror por excelencia. Hasta el punto que, ya madurito, interpretó junto a Jack Nicholson la película de Corman titulada, precisamente, El terror.
Claro que, en esto del terror las películas envejecen demasiado deprisa, tan deprisa como lo hacemos nosotros porque lo que fueron pesadillas de nuestros años infantiles ( y hablo de mucho después del 32) hoy se han descafeinado hasta límites capaces de provocarnos más de una sonrisa. Muchas películas o series de TV dedicadas al público infantil-juvenil desarrollan más malestar ó desazón que aquellas un tanto “inocuas” lecturas de Poe o Lovecraft que nos hacían arrebujarnos bajo las sábanas.
Por ello debemos ser comprensivos con este tipo de películas y no valorarlas por los efectos inmediatos sobre nuestra salud mental (miedo, desasosiego, aprensión, etc.) sino por sus propuestas visuales, por su coherencia argumental y por el grado de interés que consiguen mantener en el espectador. Y en ese sentido La Momia es un film excelentemente realizado que consigue atrapar nuestra atención con su mezcolanza de thriller y exotismo, con la interpretación soberbia de Boris Karloff y con unos efectos especiales bastante notables para el momento de su realización. No pretende causarnos ningún tipo de shock terrorífico. Sus argumentos son otros, por lo que podemos prescindir del electro previo a este tipo de cine. Caso de chequearse algo, mejor nos revisamos la vista.
La caracterización de Karloff como la momia de Imhotep y el resurrecto Ardath Bey es de las que marcan época y es de ley reconocer el buen trabajo y citar al maquillador Jack Pierce una auténtica figura en su profesión. Las sesiones de caracterización duraban ¡hasta 8 horas! y se utilizaban productos "artesanales", por ejemplo algodón y otros bastante primitivos y con riesgos de toxicidad.
No quiero olvidarme del director Karl Freund, otro europeo emigrado a Hollywood y que había trabajado como fotógrafo de Tod Browning (La parada de los monstruos) en una versión de Drácula (1931)
Respecto a lo de miedo si o no, tal vez la cosa habría cambiado si en lugar de verla en el salón de nuestro hogar la hubiésemos visto en la última sesión de un cine de barrio semivacío. Tal vez al volver a casa los momificados ojos de Karloff abriéndose después de 3700 años nos hubiesen perseguido por las aceras desiertas.
Claro que, en esto del terror las películas envejecen demasiado deprisa, tan deprisa como lo hacemos nosotros porque lo que fueron pesadillas de nuestros años infantiles ( y hablo de mucho después del 32) hoy se han descafeinado hasta límites capaces de provocarnos más de una sonrisa. Muchas películas o series de TV dedicadas al público infantil-juvenil desarrollan más malestar ó desazón que aquellas un tanto “inocuas” lecturas de Poe o Lovecraft que nos hacían arrebujarnos bajo las sábanas.
Por ello debemos ser comprensivos con este tipo de películas y no valorarlas por los efectos inmediatos sobre nuestra salud mental (miedo, desasosiego, aprensión, etc.) sino por sus propuestas visuales, por su coherencia argumental y por el grado de interés que consiguen mantener en el espectador. Y en ese sentido La Momia es un film excelentemente realizado que consigue atrapar nuestra atención con su mezcolanza de thriller y exotismo, con la interpretación soberbia de Boris Karloff y con unos efectos especiales bastante notables para el momento de su realización. No pretende causarnos ningún tipo de shock terrorífico. Sus argumentos son otros, por lo que podemos prescindir del electro previo a este tipo de cine. Caso de chequearse algo, mejor nos revisamos la vista.
La caracterización de Karloff como la momia de Imhotep y el resurrecto Ardath Bey es de las que marcan época y es de ley reconocer el buen trabajo y citar al maquillador Jack Pierce una auténtica figura en su profesión. Las sesiones de caracterización duraban ¡hasta 8 horas! y se utilizaban productos "artesanales", por ejemplo algodón y otros bastante primitivos y con riesgos de toxicidad.
No quiero olvidarme del director Karl Freund, otro europeo emigrado a Hollywood y que había trabajado como fotógrafo de Tod Browning (La parada de los monstruos) en una versión de Drácula (1931)
Respecto a lo de miedo si o no, tal vez la cosa habría cambiado si en lugar de verla en el salón de nuestro hogar la hubiésemos visto en la última sesión de un cine de barrio semivacío. Tal vez al volver a casa los momificados ojos de Karloff abriéndose después de 3700 años nos hubiesen perseguido por las aceras desiertas.
2 comentarios:
Siempre me he preguntado sin en esas maratonianas sesiones de maquillaje, los actores tenían permiso para echar una cabezada.
Karloff, grandísimo actor y por lo que tengo entendido, mejor persona todavía. Tenía un corazón de oro que contrastaba con los temibles personajes a los que encarnaba.
A mi esta película si me dió miedo cuando la vi siendo un chavalín. Recuerdo aquella charca de donde salía la momia.
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