Entre el perro ocioso que se cruzaba a los pies de los caballos de Henry Fonda y Harry Morgan en Incidente en Ox-Bow, y este perro solitario de cuya boca cuelgan los restos de una mano hay muchas similitudes, pero sobre todas ellas, el espíritu de un genero cinematográfico, el western.
Pero bajo la forma de cine del Oeste nipón, Akira Kurosawa retrata un escenario histórico cambiante, de personajes desubicados, de bandas que luchan por un poder que parece escaparse por los poros del tiempo, de seres miserables de vidas miserables a la espera de muertes miserables, de geishas sin futuro, cual bailarinas de salón de desiertos poblados, de hacedores de féretros deseosos de muertes pausadas, pues en las grandes masacres nadie entierra a sus muertos, de posaderos solo con sake y arroz frío, de mujeres despóticamente hipócritas, de hombres hipócritamente duros pero con miedos hasta en el tuétano...
Uno de esos universos mágicos a los que nos tiene acostumbrados Kurosawa. No tiene la opulencia de otros films como Kagemusha o Ran ni tampoco la violencia exaltada de otros trabajos. Es cierto que la violencia es su leiv motiv, pero es una violencia mesurada que no se prodiga tanto como en otras películas suyas, aunque está, sin duda, latente en cada fotograma.
Finalizo con una referencia para Toshiro Mifune, actor cuya trayectoria parece entroncada con la de Kurosawa y que en esta película ofrece una lección soberana en los silencios y magistral en los gestos.
1 comentario:
Es una hermosa película de Kurosawa, no de las mejores que son obras maestras, pero si una muy buena película. Y como siempre Mifune dando el papelón. Por cierto, en ese juego que hay al final de la entrada he fallado un montón. Me deprimo.
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