La concordancia entre los acontecimientos narrados en el film y la vida real de Ana Bolena es plena en cuanto a los hechos relevantes y probablemente discutible en el resto. Ana Bolena fue la segunda esposa de Enrique VIII, cuyo matrimonio junto al divorcio anterior de Catalina de Aragón fueron la causa del cisma con el Papado romano y el origen de la iglesia anglicana. Acabó sus días decapitada acusada de infidelidades varias. Bien, esta línea argumental se mantiene en el film de Lubitsch, pero en cuanto al resto, se toman más de una licencia y es de entender, dado que compendiar una vida tan intensa en dos horas, es imposible, aunque se trate del buen cine de Lubitsch.
Aquí hablamos de cine pero en ocasiones es imposible continuar sin un breve repaso a la asignatura histórica, muchas veces más pendiente de lo que sería aconsejable. Y Lubitsch es el titular de la cátedra, que ya en 1919 había enseñado como ruedan las cabezas en "Madame DuBarry" y que en 1945 daría otra lección magistral con la vida de Catalina La Grande en "La zarina, un escándalo real". ¡Que mejor que la cultura europea retratada por un europeo!
Lubitsch trabaja con Emil Jannings, uno de los actores más grande de su tiempo. Su interpretación de Enrique VIII es tan genial como creíble. Tanto es así que si observamos el cuadro de Hans Holbein el Joven, sospecharemos que el modelo era más Emil que Enrique. La oveja Dolly no podría tener un clon más perfecto. Pero además, Jannings da a su interpretación una intensidad y un verismo de tal calibre que constituyen el mejor activo de la película. A su lado Henny Porten, quien venía de colaborar con éxito en el film de Lubitsch, "Las hijas del cervecero" no da la imagen de sensualidad y belleza que probablemente fue una de los rasgos de la Ana Bolena real. Además Henny fue una de las primeras actrices en trabajar con mínimo maquillaje y centrarse en las cualidades melodramáticas de su papel. En ese aspecto está plenamente acertada pero fuera de la imagen preconcebida, lo cual tratándose de un personaje como Ana Bolena supone un handicap.
Estamos ante una superproducción de la época. Un film donde participaron 5000 extras, 500 caballos, 380 escultores para reproducir la Abadía de Westminster, por no hablar de los 14 capataces, 200 carpinteros, 400 estucadores, ni de los 16 vestidos confeccionados para Henny Porten o los 10 para Emil Jannings. Y al frente, un Lubitsch, rey de la comedia de enredos y flirts pasionales, en su salsa. Y es que Enrique VIII daba mucho juego en este tipo de cosas.
La película es excelente. Ahora bien, de excelente a obra maestra hay un trecho, aun tratándose de Lubitsch. De cualquier modo, el título de su estreno neoyorkino "Deception" no parece tener nada que ver con la calidad de la película. Creo.
Aquí hablamos de cine pero en ocasiones es imposible continuar sin un breve repaso a la asignatura histórica, muchas veces más pendiente de lo que sería aconsejable. Y Lubitsch es el titular de la cátedra, que ya en 1919 había enseñado como ruedan las cabezas en "Madame DuBarry" y que en 1945 daría otra lección magistral con la vida de Catalina La Grande en "La zarina, un escándalo real". ¡Que mejor que la cultura europea retratada por un europeo!
Lubitsch trabaja con Emil Jannings, uno de los actores más grande de su tiempo. Su interpretación de Enrique VIII es tan genial como creíble. Tanto es así que si observamos el cuadro de Hans Holbein el Joven, sospecharemos que el modelo era más Emil que Enrique. La oveja Dolly no podría tener un clon más perfecto. Pero además, Jannings da a su interpretación una intensidad y un verismo de tal calibre que constituyen el mejor activo de la película. A su lado Henny Porten, quien venía de colaborar con éxito en el film de Lubitsch, "Las hijas del cervecero" no da la imagen de sensualidad y belleza que probablemente fue una de los rasgos de la Ana Bolena real. Además Henny fue una de las primeras actrices en trabajar con mínimo maquillaje y centrarse en las cualidades melodramáticas de su papel. En ese aspecto está plenamente acertada pero fuera de la imagen preconcebida, lo cual tratándose de un personaje como Ana Bolena supone un handicap.
Estamos ante una superproducción de la época. Un film donde participaron 5000 extras, 500 caballos, 380 escultores para reproducir la Abadía de Westminster, por no hablar de los 14 capataces, 200 carpinteros, 400 estucadores, ni de los 16 vestidos confeccionados para Henny Porten o los 10 para Emil Jannings. Y al frente, un Lubitsch, rey de la comedia de enredos y flirts pasionales, en su salsa. Y es que Enrique VIII daba mucho juego en este tipo de cosas.
La película es excelente. Ahora bien, de excelente a obra maestra hay un trecho, aun tratándose de Lubitsch. De cualquier modo, el título de su estreno neoyorkino "Deception" no parece tener nada que ver con la calidad de la película. Creo.
1 comentario:
Je,je al igual Holbein hizo un salto en el tiempo y se trasladó a la Alemania de los veinte.
Toda peli histórica tiene sus riesgos y ninguna, salvo excepciones de delirante imaginación, suelen ser productos muy bien empaquetados.
No tengo esta "Anna Bolena" de Lubitsch al pelo, pero seguramente tendrá algo de su toque. La mano del maestro tendrá que verse sin ningún género de duda.
No se qué tienen estos Tudor que la cámara no cesa de ocuparse de ellos. Mira que hay pelis y series de esta gente....
Un abrazote.
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