DESPUÉS DE UNA AUSENCIA MOTIVADA POR PROBLEMAS TÉCNICOS, SABIENDO QUE HABRÁN "PERMANECIDO ATENTOS A LA PANTALLA" QUIERO COMPENSARLES CON UNA AUTÉNTICA OBRA MAESTRA.
GRACIAS A TODOS.
Un gran actor, un grandísimo director, un entorno inmejorable, una muy buena película. Pero ese plus diferencial que hace que esta buenísima película entre en la categoría de obras imprescindibles, de obras que se guardan en cajas acorazadas para que nos conozcan los habitantes futuros de este planeta, si es que queda alguno, eso se lo confiere una actriz que no es la más bella ni la de mejor figura, ni tampoco la mejor actriz de la historia de este arte tan querido, pero que, sin ninguna duda, es la actriz más encantadora de todas cuantos se asomaron a pantalla alguna, grande o chica. Una actriz maravillosa a la que la fotografía hace justicia pero cuyo encanto trasciende todos los revelados hasta enamorarnos con ese rostro de buena chica, de princesa de un cuento donde el príncipe no es solo Gregory Peck sino todos nosotros. Pongamos que hablo de Audrey Hepburn.
Wyler lo vuelve a hacer, y van… La heredera, Ben Hur, La calumnia, Los mejores años de nuestra vida,… unas cuantas. Roma pone lo mejor que tiene, su paisaje, sus calles, sus monumentos, sus gentes. Gregory Peck lo hace lo mejor que sabe en un personaje con vena cómica pero sobre todo con vena humana. Un argumento donde ¡que diferente de las tomateras realidades! el amor no se vende por exclusivas. Un amor tan real como imposible. No hay sorpresas. En realidad nadie las espera. Hay cosas que no pueden ser y además son imposibles. Las ranas podrán convertirse en príncipes pero no está escrito que siempre acaben casándose con las princesas. Y todo ello, Wyler, Peck, Eddie Albert, Roma y especialmente Audrey conforman un tanto a lo príncipe y mendigo y otro tanto a lo Cenicienta con cucuruchos de helado en lugar de zapatitos de cristal y bailes populares a la luz de la luna al amparo de Sant'Angelo , una historia maravillosa de verdaderas reinas por un día y sueños que habrán de desvanecerse con el alba.
Excelente fotografía. Ser un buen fotógrafo en Roma es algo tan natural como ser banderillero en Cádiz o flautista en Hamelin. Y si encima el objetivo recrea la sonrisa, la lágrima o cualquiera de los gestos de un hada cinematográfica como Audrey Hepburn, sería una pecado fracasar en el intento. Pero la fotografía no lo es todo. El flequillo, la ingenuidad, el pijama, los ojos, la risa, la moto, las escaleras de la Plaza España. Todo. Tutti genial. Y ella en el centro.
Y colorín, colorado. Abuelito, porfa, cuéntamelo de nuevo…
2 comentarios:
ja, ja, ja, pero qué cuento más cojonudo, y sí hay que repetirlo, porque cada fotograma de esta peli derrama encanto por todos los poros....y encima no te resulta empalagosa.
Si esta noche no puesieran en el plus "Revolutionary Road" me largaba otra vez estas preciosas vacaciones en Roma. Tal vez lo haga mañana.
Y hablando de todo un poco, sí, es cierto que andábamos rumiando si habías sido abducido o algo por el estilo....ya me tranquilicé viendo de nuevo tu marca de fábrica.
Un abrazote.
Buenas, celebro que la ausencia haya sido temporal. Buena elección para el regreso, mi peli preferida de Wyler junto a La heredera, aunque me permito discrepar: Audrey, además de todo lo que dices de ella, también fue la más guapa. Saludos
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