Lo de Krakatoa al Este de Java tiene fácil arreglo. Se coge el mapa, se la da la vuelta convenientemente y ya la tenemos al Oeste como debe ser. Corregir lo demás resulta algo más peliagudo y difícil.
Y es que la película no es mala ni es peor (como algunos pensarán). Es un quiero y no puedo. O un no sé, que todavía es más culpable. Kowalski se agarra a un cine catastrofista naciente y a unos buenos efectos visuales que serán nominados a los Oscar, para envolver como si de papel de regalo se tratase un film donde las coherencias internas brillan por su ausencia. Las catástrofes naturales no están necesariamente reñidas con las aventuras inconfesables. Los caza tesoros de los Mares del Sur pueden sufrir erupciones, mareas, tifones, tsunamis y hasta tormentas de arena si el guionista se lo sabe montar, dejando a los espectadores con la baba caída, pero juntar a un grupito trapisonda de tal calibre es demasiado hasta para los espectadores más crédulos y con las tragaderas más holgadas.
Y así nos encontramos un buzo profesional con el certificado de caducidad sobrepasado ampliamente y mal sobreviviendo a base de láudano. A su amiguita, “fiestas, canciones y distracciones varias” ofreciendo numeritos musicales con striptease incluido. A un preso ajeno al cotarro en una especie de libertad bajo palabra, campando a sus anchas por cubierta y evidentemente enterándose del negocio que se llevan entre manos los componentes del susodicho circo Trapisonda. A una pareja, padre e hijo, exploradores en globo aerostático que para una vez que lo utilizan se escacharra y a punto están de acabar en el interior del volcán. ¡Ah! Y el hijo (Sal Mineo) se llama Leoncavallo. ¿Será un animal mitológico?. A todo ello, la presunta viudita de buen ver conocedora de la existencia de una fortuna en perlas en el barco hundido ha sufrido un proceso de insania mental y presenta dudas razonables sobre si lo sabe o lo imagina. Además junto con perlas y marido ha perdido un hijo lo cual es grave, melodramático, favorecedor de la lágrima fácil y un directo al corazón del espectador si se le coge algo distraído.
Maximilian Schell, buen actor y competente no consigue, a pesar de su talento artístico dar coherencia a esto. Al contrario, verlo con una manguera de agua a presión echar por la borda a treinta facinerosos dispuestos a todo resulta lo mismo de creíble que las historietas de El Capitán Trueno, El Jabato y el sargento Gorila, todos juntos.
Antes afirmaba que no es mala ni peor. Lo digo, con cierta generosidad, por tres aspectos: Un inicio prometedor. Unos efectos especiales logrados y una fotografía donde se confunden los rojos lava con los azules océano y eso resulta bello y atractivo en formato pantalla grande. Y por último por un desarrollo final donde la tragedia viene a poner las cosas en su sitio y al sentido común donde siempre debió estar, ello junto a unos espectaculares FX del tsunami sobre las islas y el buque.
Regulín, regulan…
Y es que la película no es mala ni es peor (como algunos pensarán). Es un quiero y no puedo. O un no sé, que todavía es más culpable. Kowalski se agarra a un cine catastrofista naciente y a unos buenos efectos visuales que serán nominados a los Oscar, para envolver como si de papel de regalo se tratase un film donde las coherencias internas brillan por su ausencia. Las catástrofes naturales no están necesariamente reñidas con las aventuras inconfesables. Los caza tesoros de los Mares del Sur pueden sufrir erupciones, mareas, tifones, tsunamis y hasta tormentas de arena si el guionista se lo sabe montar, dejando a los espectadores con la baba caída, pero juntar a un grupito trapisonda de tal calibre es demasiado hasta para los espectadores más crédulos y con las tragaderas más holgadas.
Y así nos encontramos un buzo profesional con el certificado de caducidad sobrepasado ampliamente y mal sobreviviendo a base de láudano. A su amiguita, “fiestas, canciones y distracciones varias” ofreciendo numeritos musicales con striptease incluido. A un preso ajeno al cotarro en una especie de libertad bajo palabra, campando a sus anchas por cubierta y evidentemente enterándose del negocio que se llevan entre manos los componentes del susodicho circo Trapisonda. A una pareja, padre e hijo, exploradores en globo aerostático que para una vez que lo utilizan se escacharra y a punto están de acabar en el interior del volcán. ¡Ah! Y el hijo (Sal Mineo) se llama Leoncavallo. ¿Será un animal mitológico?. A todo ello, la presunta viudita de buen ver conocedora de la existencia de una fortuna en perlas en el barco hundido ha sufrido un proceso de insania mental y presenta dudas razonables sobre si lo sabe o lo imagina. Además junto con perlas y marido ha perdido un hijo lo cual es grave, melodramático, favorecedor de la lágrima fácil y un directo al corazón del espectador si se le coge algo distraído.
Maximilian Schell, buen actor y competente no consigue, a pesar de su talento artístico dar coherencia a esto. Al contrario, verlo con una manguera de agua a presión echar por la borda a treinta facinerosos dispuestos a todo resulta lo mismo de creíble que las historietas de El Capitán Trueno, El Jabato y el sargento Gorila, todos juntos.
Antes afirmaba que no es mala ni peor. Lo digo, con cierta generosidad, por tres aspectos: Un inicio prometedor. Unos efectos especiales logrados y una fotografía donde se confunden los rojos lava con los azules océano y eso resulta bello y atractivo en formato pantalla grande. Y por último por un desarrollo final donde la tragedia viene a poner las cosas en su sitio y al sentido común donde siempre debió estar, ello junto a unos espectaculares FX del tsunami sobre las islas y el buque.
Regulín, regulan…
6 comentarios:
Caray, que crítica más cañera y despotricadora, me encanta. Hacía muchísimo que no le dabas candela de esta manera a un film.
No hace falta que te diga que está a tu disposición.
Si hay que dar caña se da, que no es por no dar....
Un abrazo
Seguramente, amigo Father, no volveré a ver esta peli, pero te aseguro que cuando la ví (long, long time ago) flipé hasta la emoción. Debió de ser por aquello del espectáculo del volcán y todos esos efectos especiales, que hoy serían risibles.
Bueno, pues ya estamos otra vez de vuelta por estos lares. Un placer el reencuentro con los amigos.
Un abrazote.
Dicho y hecho :)
Muchas gracias Father.
Un abrazo
Pues amigo Anro,hoy en dia, los efectos especiales no son tan risibles...el tsunami aun parece muy real y todavia impresiona... mejor logrado que muchas de las peliculas actuales como :La tormenta perfecta,entre otros.
Anónimo: Valoro tu comentario como seguramente lo valoraría el gran Anro, con su sentido del humor y sus abrazotes. Desgraciadamente lo perdimos en presencia pero lo conservamos en espíritu.
Saludos
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