domingo, 13 de enero de 2008

SED DE MAL (ORSON WELLES - 1958)







Méjico, ciudad fronteriza : ¿Dónde estallará la dinamita? ¿Quinlan ó Vargas? ¿Cómo sabe que se trata de dinamita? ¿Intuición? ¿Corrupción?. El automóvil que circula , que se detiene en la barrera. ¿O somos nosotros quienes circulamos, quiénes nos detenemos? Welles (¿ Tiene cámaras en lugar de ojos? ) nos eleva, nos desplaza, nos desliza como en una montaña rusa. ¡No pares, sigue, sigue... ! ¡ Por Dios!, Welles genial. Inmenso. No son las chocolatinas, ni el aguarrás, ni el chili. No. Es talento. Llámenlo como quieran, pero es talento.

En Sed de mal no vemos cine. Vivimos cine. Corremos, andamos, subimos, bajamos. Existimos. Soñamos. Es una pesadilla, una nightmare con acento hispano, con cabezas de toro clavadas de banderillas, con un Charlton Heston de tez morena y bigotito a lo Jorge Negrete, con matones calvos y con bisoñé contando chistes malos, con una Janet Leight sublime y especializada en moteles de carretera con o sin cortinas en la ducha, con una Marlene Dietrich que, cada actuación suya parece recriminarme que aún no me haya regalado a mi mismo un ciclo de esta alemana super star en el que, por descontado deberá figurar El ángel azul.

¿La mejor realización de Orson Welles? Es difícil decirlo. Pero, sin duda, una de las mejores, a la par que una de las mejores movies de la historia, con sus luces, sus sombras, sus claroscuros, su barroquismo. ¿Los Robles ó Gotham ? ¿Tio Joe Grandi ó Joker? , con sui generis Quinlan... Volvamos a la civilización. Despertemos. La vida es pesadilla. El cine es Welles.



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