lunes, 30 de marzo de 2009

LA RUTA DEL TABACO (JOHN FORD - 1941)



Realizada inmediatamente después de Las uvas de la ira y justo antes de ¡Qué verde era mi valle!, La ruta del tabaco comparte con ellas, temas como la familia, la depresión y la supervivencia. Ambientada en un medio rural en otros tiempos rico gracias al cultivo del algodón, la película nos muestra la cara más dura una sociedad en crisis donde los bancos se hacen con la propiedad de la tierra obligando al duro desalojo de los colonos.

Sin embargo, John Ford cambia la fuerza y el coraje de Tom Joad y su familia (Las uvas de la ira) por la imaginación y la picardía de Jeeter Lester, un tanto en esa vía de "buscarse la vida" que tan bien retrató Quevedo con su Buscón, si bien algunos siglos después. Es un símil muy traído por los pelos, dado que el pícaro nacional no es una figura exportable, pero sirve para ubicar la temática de un film ¿menor? que Ford realiza en clave de ese tipo de humor que asoma penas detrás de las sonrisas. Un humor que se sostiene sobre personajes exagerados y rozando lo grotesco, que, a diferencia de la familia Joad, se aferran a un terruño tan ancestral como improductivo, donde un nabo es un tesoro capaz de hacer arrastrarse por los suelos a una Gene Tierney tan primeriza como hermosa y donde un coche es apenas un objeto de intercambio y a la baja.

El contraste entre lo burlesco y la cruda realidad de la depresión en el medio rural restó aceptación a la película en una época en la que el cine "debía" vender optimismo y actitudes emprendedoras y no abulias, perezas y delincuencias por muy pequeñas que fuesen. Tal vez las críticas no fueron demasiado hirientes por tratarse de John Ford, pero no gustó su retrato social pesimista.

Vista desde la distancia que dan los años y una cultura muy distinta, el film presenta sus atractivos. Personajes cuasi imposibles, diálogos humorísticamente depresivos y el retrato deformado de un tiempo y un en lugar, la hermana Bessie, su herencia y sus himnos ¡Aleluya!, El chillón hijo bobo y sus bocinas, la silenciosa, sucia y enamorada hija, el yerno y sus principios machistas seculares, la madre y su algo de cordura, y el buscón Don Pablos, digo Don Jeeter Lester, genio y figura.

¡Aleluya! Hermana Bessie ¡Aleluya!



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