jueves, 5 de marzo de 2009

SANGRE SOBRE EL SOL (FRANK LLOYD - 1945)


Año 2009. No podemos disimular nuestro desconcierto ante las técnicas de traducción utilizadas allá por 1945:

"While the entire world watched the early success of the German "Mein Kampf", ....."
"Mientras el mundo entero contemplaba el éxito de la obra alemana ..." (sin citar para nada Mein Kampf)

Porque, a servidor, no le parece lo mismo el éxito de la "obra alemana" (dicho así) al supuesto éxito de Mein Kampf ni le parece lo mismo escribir un libro de ideales a exterminar judíos, eslavos y otras razas "no deseadas".

Pero como aquí no venimos a hablar de libros y esto no es Negro sobre Blanco pues vamos al cine que es lo que nos gusta. Y hay que decir que Sangre sobre el sol (título tan delicadamente respetuoso con los nipones que acaba siendo ininteligible salvo si el sol es el naciente y la sangre la de los asesinados por hacer peligrar el plan Tanaka) es una película entretenida con un Cagney que deja su sello en todas las películas en las que actúa y una Silvia Sidney que da el pego como Matahari oriental, aunque para ser totalmente sinceros la mayoría dan el pego, bajo unas cuantas capas de maquillaje y tras someterse a unas cuantas sesiones de estiramientos faciales y del borde del ojo.

Los tiempos no estaban para desplazarse al lejano Oriente a cuatro meses vista del Enola Gay. Así que, con un presupuesto más que justo, construyeron unos decorados muy apañaditos en Hollywood, le dieron unas cuantas clases de karate al amigo Cagney y ya está. Menos mal que la historia tiene su gancho lo que, junto a su interés histórico, consigue entretenernos y hasta, con cierta generosidad, calificar la película de interesante, aunque les anticipo que ver a Cagney en plan "hormiga atómica" (con mis "honolables" respetos) vapuleando a un nipón tres veces más grande nos hace pensar que estamos ante una comedia tipo Keaton más que ante un film noir - aventurero.

Pecata minuta. La película deja un sabor de boca interesante a pesar de los pesares. La música de Miklos Rozsa es un punto a favor, la fotografía otro, las luces y las sombras entre sampanes, bien, los actores también, justificando que la película ganase el Oscar a la mejor dirección artística.

Probablemente porque esperaba poco de ella me resultó entretenida. Sorpresa, sorpresa.





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