Más de cien años de cine dan para mucho. Incluso para desconocer a actores y actrices que llegaron a estar en la cúspide del arte fílmico. Es el caso de Alla Nazimova (conocida simplemente por Nazimova) considerada una de las mejores actrices mundiales allá por los albores del s. XX. Procedente del teatro y estrella en Moscú, desembarca en Broadway de la mano de Henry Miller y tras sus primeros pasos en el cine mudo, como actriz, productora, guionista e incluso directora, se gana una popularidad y un caché por encima incluso de la afamada Mary Pickford.
Evidentemente, desde entonces ha llovido mucho y con las lluvias vinieron los cambios, el cine sonoro, el cine en color, el cinemascope y tantos otros, pero figuras como ésta estuvieron ahí, justo en los orígenes, como pioneros de algo que nacía y que tal vez nadie imaginaba entonces que llegaría hasta donde ha llegado. Y en ese archivo histórico hay que subrayar los nombres de figuras como Nazimova.
Reconozco que no me muevo demasiado bien entre las bambalinas del cine silencioso. Repaso los títulos de producciones de aquellos "violentos años 20" y solo alcanzo a reconocer algunas de ellas, más que nada por estar basadas en novelas de gran calado literario. Hablo de La casa de muñecas, La dama de las camelias o esta Salomé cuyos fundamentos se encuentran en el trabajo literaria de Oscar Wilde. No obstante, es un cine que me resulta atractivo en la medida que me traslada históricamente a otro tiempo y a otras formas de entender la comunicación con el espectador en las que no se busca tanto el lenguaje conciso, breve y directo, como apresurado, sino el lenguaje imaginativo, dando prioridad a las manifestaciones artísticas, entre las que incluimos la danza, la mímica, la pantomima o incluso decorados que pueden calificarse de auténticas obras de arte.
Sea porque el cine actual nos ve más como engullidores de palomitas que como gourmets cinematográficos o porque el cine, en sus inicios, era más experimental y más artístico, en consonancia con el papel del arte en la sociedad, el caso es que visionar películas de los 20 significa una búsqueda de calidades perdidas. No estoy diciendo que el cine actual carezca de calidad. No. Pero es una calidad distinta sujeta a cánones y a normas. El expresionismo alemán significaba la búsqueda de nuevas vías expresivas, igual que sucedía en las artes plásticas de principios del siglo XX.
Salomé, dirigida según créditos por Charles Bryant, marido "nominal no más" de una Nazimova reconocida lesbiana confesa, realmente fue dirigida por la actriz. Y si acaso se aventuran a verla, les prevengo de una cierta laxitud fílmica que permite recrearse en gestos, decorados, velos, pantomimas, apreciando lo que les decía, unas connotaciones artísticas más que notables, estilo art-decò, pero rayanas en la hiperlentitud y la somnolencia. De hecho el film tiene su interés pero la taquilla, en su día, no premió como otras veces el trabajo de una diva por la que me picó el gusanillo y de la que trataré de recuperar algún que otro, osado o no, trabajo suyo.
Evidentemente, desde entonces ha llovido mucho y con las lluvias vinieron los cambios, el cine sonoro, el cine en color, el cinemascope y tantos otros, pero figuras como ésta estuvieron ahí, justo en los orígenes, como pioneros de algo que nacía y que tal vez nadie imaginaba entonces que llegaría hasta donde ha llegado. Y en ese archivo histórico hay que subrayar los nombres de figuras como Nazimova.
Reconozco que no me muevo demasiado bien entre las bambalinas del cine silencioso. Repaso los títulos de producciones de aquellos "violentos años 20" y solo alcanzo a reconocer algunas de ellas, más que nada por estar basadas en novelas de gran calado literario. Hablo de La casa de muñecas, La dama de las camelias o esta Salomé cuyos fundamentos se encuentran en el trabajo literaria de Oscar Wilde. No obstante, es un cine que me resulta atractivo en la medida que me traslada históricamente a otro tiempo y a otras formas de entender la comunicación con el espectador en las que no se busca tanto el lenguaje conciso, breve y directo, como apresurado, sino el lenguaje imaginativo, dando prioridad a las manifestaciones artísticas, entre las que incluimos la danza, la mímica, la pantomima o incluso decorados que pueden calificarse de auténticas obras de arte.
Sea porque el cine actual nos ve más como engullidores de palomitas que como gourmets cinematográficos o porque el cine, en sus inicios, era más experimental y más artístico, en consonancia con el papel del arte en la sociedad, el caso es que visionar películas de los 20 significa una búsqueda de calidades perdidas. No estoy diciendo que el cine actual carezca de calidad. No. Pero es una calidad distinta sujeta a cánones y a normas. El expresionismo alemán significaba la búsqueda de nuevas vías expresivas, igual que sucedía en las artes plásticas de principios del siglo XX.
Salomé, dirigida según créditos por Charles Bryant, marido "nominal no más" de una Nazimova reconocida lesbiana confesa, realmente fue dirigida por la actriz. Y si acaso se aventuran a verla, les prevengo de una cierta laxitud fílmica que permite recrearse en gestos, decorados, velos, pantomimas, apreciando lo que les decía, unas connotaciones artísticas más que notables, estilo art-decò, pero rayanas en la hiperlentitud y la somnolencia. De hecho el film tiene su interés pero la taquilla, en su día, no premió como otras veces el trabajo de una diva por la que me picó el gusanillo y de la que trataré de recuperar algún que otro, osado o no, trabajo suyo.
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