sábado, 23 de mayo de 2009

LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DIAS (MICHAEL ANDERSON - 1956)

Para muchos Julio Verne nos huele a lecturas infantiles, a novelas de la famosa colección Historias, a lamparitas de mesa de noche, a 80 días y a 5 semanas y a otras muchas cosas que el viento sin duda se llevó. Por ello, al ver esta película, uno se reencuentra con sueños que fueron arrastrados hacia las cunetas devoradoras de la vida y, tal vez, con alguna que otra realidad gratificante. Dicha esta primera y petulante reflexión, la película deja buenas vibraciones, no se si tantas como para recibir el máximo galardón académico, pero las suficientes para reconocer que es un meritorio trabajo de Michael Anderson como director, de Lionel Lindon. como responsable de una excelente fotografía que hermosea aún mas un mundo que, a pesar de nuestras iniquidades era y sigue siendo hermoso, y de la batuta directora de Victor Young dando ritmo y compás a una partitura mas que notable.

Probablemente, y en la medida que el mundo ha empequeñecido, a lo cual no es ajeno el auge de los transportes, el boom de Internet y la supremacía sobre los demás, del llamado cuarto poder (el de las comunicaciones) la vuelta al mundo puede darse, virtualmente, en 80 nanosegundos y hasta en menos, que uno no anda muy puesto en milimétricas temporales y además aquellas fotografías en sepia de Verne se han quedado desenfocadas a velocidades vertiginosas. Ello no implica que la película haya desmerecido sino simplemente que hay que cambiar nuestra mentalidad y verla, si es posible, con aquellos ojos a los que vencía el sueño fijos en una viñeta que mostraba a Philleas Fogg y a Picaporte surcando el cielo con un majestuoso globo sobre los castillos del Loire.

Quiero detenerme en el gran plantel de actores. David Niven tiene una apariencia tan británica que sería difícil encontrar otro actor tan ajustado al papel. Mario Moreno “Cantinflas”, pone la nota de un humor muy distinto al inglés. Mucho más meridional e hispano, o mexicano si lo prefieren, pero con el equilibrio justo entre el humor inteligente y la comedia bufa, sin astracanadas fueras de lugar ni secuencias fáciles de risa floja. El baile que se marca Cantinflas en la taberna española quiero calificarlo de genial, lo mismo que su actuación en el ruedo al lado de un diestro de la talla de Luis Miguel Dominguín. Al lado de ellos, una larga lista de auténticos divos/divas de las tablas. Shirley MacLane, Charles Boyer, Peter Lorre, John Carradine, George Raft, Fernandel, Frank Sinatra en cameo y, entre otros muchos, Marlene Dietrich, reconocible al instante por sus piernas enfundadas en medias de seda negra al más puro estilo Lola, Lola (El ángel azul).

Esto es un retorno al pasado, no el de Tourneur sino el nuestro. Ya sabemos que el cine hoy es de otra manera y que hay otras historias que rompen y rasgan mucho más que las de Verne. Al menos yo lo se pero ¿Qué le hago? si todavía me sorprendo al descubrir que viajando en la misma dirección que el sol se gana un día…


2 comentarios:

Jack dijo...

Hace un par de años vi la versión de Frank Coraci interpretada por Jackie Chan y me pareció tan mala que quise revisar la de M. Anderson y, la verdad, que gran diferencia de imaginación entre un director y otro. Anderson rodaba las escenas de aventuras considerando que el espectador es inteligente y Coraci la hizo para niñatos americanos que ni han leido ni leeran a Julio Verne.

Pepe del Montgó dijo...

Vi esa película en pantalla gigante (entonces) y la he vuelto a ver muchas veces (también en pantalla pequeña, TV) y siempre he disfrutado. Recuerdo que al principio me gustaba Cantinflas más que nadie, pero después me sigue gustando y sobre todo en contraposición al hacer de los anglosajones. Buena elección Father