sábado, 12 de septiembre de 2009

RIO GRANDE (JOHN FORD - 1950)


"Mi nombre es John Ford y hago westerns". El cine compendiado en una frase. Evidentemente incompleta como todas esas frases lapidarias, pero muy ilustrativa de por donde "van los tiros". Porque John Ford es un director genio entre los genios. Con obras mayúsculas y geniales como Las uvas de la ira o Que verde era mi valle. Pero si jugamos a asociar palabras, Ford se asocia con western. Y entre los westerns, por descontado La diligencia. Y también la trilogía de la caballería: Ford Apache, La legión invencible y Rio Grande. 3 películas y un estilo. El estilo de un maestro.

Probablemente hasta aquí la unanimidad sea completa. A partir de aquí comienzan las comparaciones, esta es mejor, esta es peor, la búsqueda de las 7 diferencias que no errores, etc. etc. Por mi parte me apunto al carro de los que prefieren Fort Apache. Película 10 de John Ford. Y es que debo confesarles un pequeño secreto, uno de mis juguetes preferidos de mi más "tierna" infancia fue un fuerte, construido palo a palo por mi padre en aquellos tiempos donde la tele todavía no marcaba las horas. Apostados en sus empalizadas situaba estratégicamente los soldaditos americanos tan buenos ellos disparando sin errar un tiro contra los emplumados sioux. Seguro que la sombra de Ford ya era por aquel entonces alargada y la idea de tal bricolaje debió ocurrírsele a mi progenitor viendo alguna película suya.

Bueno, dejo ya de hablar de la edad de piedra y me centro en Rio Grande. Y sin desdecirme para nada de mis preferencias, quiero romper una lanza en su favor. Podría romper muchas otras cosas pero las lanzas como las flechas abundan en el cine de Ford. Y la rompo porque entiendo que, sin ser una película magistral es un trabajo muy fordiano, donde las constantes del cine de Ford nos visitan de nuevo. Y es una visita muy grata.

Ford nos ofrece una visión épica del western, evidentemente desde el lado de las barras y estrellas, pero revistiendo la épica de humanidad. Sobrecoge el inicio del film donde las mujeres con el corazón encogido buscan a sus hombres entre los soldados de la patrulla que regresa. El Oeste salvaje es menos salvaje con Ford. Más humano. Y en ese sentido son comparables los westerns de Jacques Tourneur y John Ford. Sin embargo Ford es único en cuanto a acción, a galopadas a toque de corneta, a diligencias, a carromatos. Y aquí hay de todo eso. Mucho y bueno. Pero se le va la mano en cuanto a las dosis de familia "unida", otro tema muy querido de Ford. La presencia del hijo y la mujer del coronel (John Wayne) desvían demasiado el foco de atención del conflicto que no es otro que las contiendas fronterizas con los indios y las limitaciones políticas al cruce del Rio Grande. Puestos a prescindir, el personaje de la esposa interpretado por Maureen O,Hara, con todo lo maravillosa actriz que era, podría haberse suprimido perfectamente en los papeles. Alguien dijo que estarían entrenando para El hombre tranquilo. Con total seguridad.

Insisto la película es excelente sin llegar a la condición de magistral. En la escena de la serenata en honor de la señora York observen como la cámara no retrata rostros sino sentimientos. Puro Ford. Los planos fotográficos supliendo a las palabras. A eso, evidentemente, no podía jugar de chico. La vida me lo enseñó después...




2 comentarios:

Crowley dijo...

Qué grandísmimo genio era John Ford. Difícil quedarse con una peli suya (La diligencia tal vez?). Maravillosa película que me hizo adentrarme en el mundo del westeern.
Saludos

ANRO dijo...

Hombre no digas aquello de "dejemos la edad de piedra", entonces tendría yo que decir el pleistoceno como poco.
Absolutamente de acuerdo, a mí todas las pelis de Ford me llegan muy adentro. ¿Cómo logra este hombre transmitir tanto sentimiento en pelis de acción?....porque sencillamente era un crack en todos los sentidos cinematográficos.
Yo siento una debilidad especial por "My Darling Clementine" o "Pasion de los Fuertes" que se tituló en España.
Ah! y a mí me encantaba soñar con poder tener un fuerte con indios y vaqueros....pero en casa no había perras para eso. ¡Tiempos pleistocénos,leche!
Un abrazote